“El Mercurio miente”: análisis de la perspectiva de El Mercurio sobre la toma de la Universidad Católica de Santiago (agosto-septiembre de 1967)
Autora: Salomé Silva Guevara
Filiación institucional: Universidad de Chile
Correo electrónico: salomesilva@ug.uchile.cl
ORCID: 0009-0002-8476-3373
Resumen
El objetivo es analizar la visión del diario El Mercurio acerca de la movilización universitaria y posterior toma de la Universidad Católica de Santiago en julio y agosto de 1967. La hipótesis plantea que El Mercurio no consideró el contexto universitario y creó una visión propia del conflicto, según su línea editorial de tendencia conservadora en la redacción y publicación de noticias referentes a la situación universitaria. Sostenemos que si bien una de las características de la Reforma Universitaria fue la politización y polarización política, El Mercurio puso en duda los petitorios de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, tildándolos de ataques marxistas y guerrilleros. Metodológicamente, se trabajó a partir de la revisión bibliográfica y de archivos oficiales de las autoridades de la Universidad Católica, y también se hizo un análisis lexicométrico de conceptos de la línea editorial de El Mercurio, intentando responder la pregunta acerca de por qué mintió. Durante la investigación, se pudo vislumbrar el uso de un lenguaje imparcial, que supone una intervención en las universidades chilenas por organizaciones internacionales comunistas, difícil de comprobar al contrastar estos supuestos con la información oficial.
Palabras claves
El Mercurio, Reforma Universitaria, década de 1960, historia de la educación.
“El Mercurio lies”: Analysis of El Mercurio´s Perspective on the Takeover of the Catholic University of Santiago (August-September 1967)
Abstract
The aim is to analyze the vision of the newspaper El Mercurio on the university mobilization and subsequent seizure of the Catholic University of Santiago in the months of July and August 1967. The hypothesis is that El Mercurio did not consider the national university context, creating its own vision of the conflict according to its editorial line of conservative tendency in the writing and publication of news related to the national university situation. We maintain that, although one of the characteristics of the Univerisity Reform was the politicization and political polarization, El Mercurio questioned the petitions of the Federation of Students of the Catholic University, calling them Marxists attacks and guerrilleros. Methdologically, we worked from the existing bibliographic review on the subject, and official archives of the authorities of the Catholic University, as well the editorial line of El Mercurio, making lexicometric analysis of conceptos, trying to answer the question: about what it lie? During the investigation, it was possible to glimpse the use of impartial language, which implies intervention in Chilean universities by international communist organizations, difficult to verify when contrasting these assumptions with official information.
Keywords
El Mercurio, University Reform, 1960s, History of Education.
Introducción
Durante la larga década de 1960, el contexto político, económico y social planteó la necesidad urgente de cambios en la sociedad occidental (Torres 2009). La areté fue la justicia social y la democratización de las relaciones, un cambio en el imaginario cultural y las relaciones entre los sujetos. Cabe destacar que hay una distinción entre la teoría y el imaginario a partir del análisis de Charles Taylor:
Adopto el término imaginario 1) porque me refiero concretamente a la forma en que las personas corrientes <imaginan> su entorno social, algo que la mayoría de las veces no se expresa en términos teóricos, sino que se manifiesta a través de imágenes, historias y leyendas. Por otro lado, 2) a menudo la teoría es el coto privado de una pequeña minoría, mientras que lo interesante del imaginario social es que lo comparten amplios grupos de personas, si no la sociedad en su conjunto. Todo lo cual nos lleva a una tercera diferencia: 3) el imaginario social es la concepción colectiva que hace posibles las prácticas comunes y un sentimiento ampliamente compartido de legitimidad. (Taylor 2006, 37)
Para el caso chileno, como antecedentes de estos cambios podemos situar la Guerra Fría, el Concilio Vaticano II, el fracaso del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), la influencia de la Revolución cubana, la expansión del electorado y la crisis de la derecha tradicional, así como también una mayor participación de los actores sociales que reconfiguraron el panorama político, social y cultural del país.
El subdesarrollo deja de ser entendido como una etapa previa al desarrollo, y se vuelve algo necesario para sostener economías desarrolladas que se relacionaban con América Latina para extraer sus recursos naturales (Sunkel 1969, 7). Esta no fue solo una problemática política y estatal: la Iglesia católica abre la reflexión sobre la situación económica, cultural y laboral en Latinoamérica (Varios autores 1962, 127-130).
Una de las soluciones se gestó en las universidades (Funes 2016, 11), confiando en el progreso de las ciencias y la tecnocracia. A juicio de este trabajo, fueron los estudiantes de la Universidad de Córdoba quienes establecieron, en 1918, los cimientos de la universidad latinoamericana durante el siglo XX. El malestar ante las condiciones de la universidad y su marcada segregación social visibilizaron la necesidad de una universidad democrática y científica, dejando atrás la tiranía y el derecho divino de los profesores en la toma de decisiones y en la forma de hacer clases. El movimiento estudiantil de Córdoba se expandió, primeramente, en las cinco universidades existentes en Argentina y tuvo repercusiones, a mediano y largo plazo, en las casas de estudios superiores de Latinoamérica, que cambiaron los estatutos universitarios y enfocaron la educación como un método de ascenso social y mejora de la calidad de vida en el continente (Marsiske 2008, 142-143). Este se considera que fue el primer movimiento de origen latinoamericano y antimperialista (Castro 2016).
Los métodos docentes estaban viciados de un estrecho dogmatismo, contribuyendo a mantener a la Universidad apartada de la Ciencia y de las disciplinas modernas. Las lecciones, encerradas en la repetición interminable de viejos textos, amparaban el espíritu de rutina y de sumisión. Los cuerpos universitarios, celosos guardianes de los dogmas, trataban de mantener en clausura a la juventud, creyendo que la conspiración del silencio puede ser ejercitada en contra de la Ciencia. (Castro 2016)
En la siguiente tabla podemos ver cómo durante el siglo XX aumenta, de manera significativa, la matrícula universitaria (tasa bruta). Cabe destacar que, a través de estas cifras, no podemos ejemplificar la cantidad de graduados ni categorizarlos por género o edad.
Tabla 1. Evolución de las tasas brutas de escolarización universitaria
en América Latina, 1950-1960
País |
1950 |
1960 |
1970 |
1980 |
Argentina |
5,2 |
11,3 |
14,2 |
21,2 |
Bolivia |
2 |
3,9 |
10 |
12,8 |
Brasil |
1 |
1,6 |
5,3 |
16,8 |
Colombia |
1 |
1,8 |
4,7 |
10,6 |
Costa Rica |
2 |
4,8 |
10,6 |
20 |
Cuba |
4,2 |
3,2 |
3,7 |
27,6 |
Chile |
1,7 |
4,1 |
9,4 |
11,4 |
Ecuador |
1,5 |
2,5 |
7,9 |
26,7 |
El Salvador |
0,6 |
1,1 |
3,3 |
11,6 |
Guatemala |
0,8 |
1,6 |
3,4 |
3,7 |
Haití |
0,3 |
0,5 |
0,7 |
0,7 |
Honduras |
0,6 |
1 |
2,3 |
8,3 |
México |
1,5 |
2,6 |
6,1 |
11,8 |
Nicaragua |
0,6 |
1,2 |
5,7 |
13,8 |
Panamá |
2,2 |
4,6 |
7,2 |
23,4 |
Paraguay |
1,4 |
2,4 |
4,3 |
10,1 |
Perú |
2,4 |
3,7 |
11,1 |
17,9 |
Rep. Dominicana |
1,1 |
1,3 |
6,5 |
15 |
Uruguay |
6 |
7,8 |
10 |
15,5 |
Venezuela |
1,7 |
4,3 |
11,6 |
23,4 |
Media de la Región |
1,89 |
3,265 |
6,9 |
15,115 |
Fuente: Millán (2018).
Los cambios a nivel universitario aceleraron el proceso de metamorfosis en el imaginario cultural, lo que puso en jaque a las clases gobernantes ante las exigencias sociales. Esto no fue bien visto por las elites, quienes comenzaron a asociar la justicia social con el marxismo y el comunismo. Sostenemos que es difícil vincular de manera tangible las transformaciones dentro de las universidades con estas ideologías políticas; no obstante, las elites, junto a los medios de comunicación, comenzaron una arremetida contra los movimientos sociales, especialmente contra el movimiento reformista universitario.
En el caso chileno, el diario El Mercurio tergiversó información al respecto, sobre todo a lo que sucedía en la Universidad Católica de Santiago, institución vinculada al conservadurismo canónico.
¿Por qué y cómo mintió El Mercurio? Al revisar la prensa en los meses del proceso más radical de la reforma, se observa una marcada postura negativa ante la situación. A través de una estructura escritural intencionada, en la que se entremezclan motivos religiosos y políticos con poca coherencia en su redacción, se intenta a desprestigiar el movimiento. La estrategia repetitiva de conceptos, como “comunismo”, “marxismo” y “guerrillas”, omite la situación política del país, señalando como culpables de las movilizaciones, ante cualquier situación de descontento, a grupos radicales externos.
La reforma en Chile
En 1967, Chile contaba con ocho universidades, de las cuales solo dos eran estatales: la Universidad Técnica del Estado y la Universidad de Chile. Esta última cumplía un rol fiscalizador para con las demás casas de estudio privadas y fue la única facultada para entregar títulos hasta mediados del siglo XX. La Universidad Católica de Santiago, la Universidad Católica de Valparaíso, la Universidad Técnica Federico Santa María, la Universidad de Concepción y la Universidad Austral veían en la Universidad de Chile un monopolio de poder y no tardaron en aparecer las quejas (AHUC 1965-1966a; Allard 1997), sobre todo por parte de la Universidad de Concepción: denunciaron supuestas actitudes poco éticas al momento de evaluar los exámenes de grado (Allard 1997). En este sentido, la Reforma Universitaria tuvo un impacto en las universidades privadas en lo referente a la autonomía (AHUC 1958b)[1].
Los petitorios universitarios eran similares para todos los casos: cogobierno, extensión cultural e involucrar a la universidad en los problemas sociales chilenos.
En la mayoría de las universidades se aceptó la necesidad de cambios, mas no hubo consenso en las formas de lograrlo. Ejemplos de esto, anteriores a la reforma de 1967, fueron los trabajos de verano de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC) (Esquivel 1963). La Universidad de Concepción y la Universidad Técnica Federico Santa María realizaron trabajos vinculados con el medio según las zonas productivas, en este caso, pescadores y recursos mineros (Rosenblitt 2000, 6). Por su parte, la Universidad de Chile creó en 1965 el Departamento de Asuntos Sociales (DASUCH), para potenciar la vinculación de la universidad con la realidad nacional (Rosenblitt 2000, 2).
Sin embargo, las universidades católicas de Chile y Latinoamérica tuvieron un mayor debate en torno a la Reforma Universitaria, redefiniendo la misión ética y social de sus instituciones a partir de las reformas del Concilio Vaticano II (Mensaje 1965).
La reforma en la Universidad Católica según El Mercurio
Durante julio y mediados de agosto de 1967, el diario El Mercurio siguió una polémica cobertura respecto a la movilización estudiantil en la Universidad Católica de Santiago en la que advertía sobre el avance del marxismo y el comunismo en Latinoamérica. Presentaron al comunismo y al marxismo como causantes de las demandas estudiantiles, sin considerar el carácter autónomo del movimiento, que si bien no estuvo exento de apoyo político, era una demanda que, según las fuentes consultadas, venía desde 1959 (AHUC 1959c).
En la siguiente noticia podemos apreciar cómo se menciona el peligro que ejercería el Partido Comunista para el orden jurídico, pero no aclara cuáles son los supuestos efectos que este busca ejercer. Su redacción intenta moldear el pensamiento de quien lee, al resaltar el quiebre democrático y republicano que puede sobrevenir, sin un hilo conductor claro más allá del miedo de un suceso trágico.
Los parlamentarios del FRAP que pertenecen a las OLAS y reconocen su filiación castrocomunista, adhiriendo por tanto a la doctrina de la insurgencia y al concepto cubano de “lucha de masas”, han adoptado una actitud que no se concilia con el orden republicano y democrático y que tenderá a alejar de la combinación marxista a quienes creen en el régimen legal y en la libertad política. (El Mercurio 1967a, 3)
Cabe destacar que el primer acontecimiento que visibilizó el descontento universitario en Chile fue la toma de la Universidad Católica de Valparaíso. La Unión de Federaciones Universitarias de Chile (UFUCH) llamó a un paro nacional por 24 horas en apoyo al conflicto. La falta de legitimidad del alumnado en la toma de decisiones y el excesivo poder jerárquico de los directivos y algunos docentes eran parte de sus quejas (El Mercurio 1967b, 24). Además de las demandas desde el interior de la institución, como la reforma del Consejo Superior y las acusaciones de lucro, había razones ideológicas que se enmarcaban en el contexto universitario (San Francisco 2007, 42).
Para Marjorie Cuello (2018) y Jaime Rosenblitt (2000, 3), este fue el suceso inicial que detonaría la radicalización de la Reforma Universitaria en Chile. Si bien la noticia publicada ese mismo día se redactó con un carácter descriptivo, al día siguiente, se abordó de la siguiente manera:
Esta diversificación y ampliación de los conflictos puede explicarse por el gran despliegue de la demagogia en los últimos tiempos y por la actividad de los agitadores, pero estas causas no parecen justificar enteramente el fenómeno. Se diría que las dificultades estudiantiles, laborales o de cualquier otra orden quedan librados por su propia inercia y que no se resuelven en el momento en que estaban reducidas a un problema específico. Vienen después las ocupaciones de locales, la adhesión de otros grupos, las manifestaciones callejeras y los incidentes de hecho. (El Mercurio 1967c, 8)
Podemos interpretar esta noticia como una descontextualización. La reforma se presenta como un problema político y un ataque relámpago y no como un proceso que llevaba casi 10 años gestándose (UFUCH 1967). La reforma se considera un hecho aislado, dándole un enfoque político con un sesgo de tendencia conservadora según la línea editorial.
Al día siguiente, en la revista semanal de El Mercurio, la educadora Amanda Labarca se refiere al movimiento universitario:
Pues bien: los objetivos son los mismos, háganse guerrillas en las selvas o insubordinaciones totalmente ilegales y violentas dentro de la civilidad. Ni siquiera necesitan irse al monte y dejarse crecer las barbas. Oí decir que había cerca de mil quinientos pliegos de peticiones ante el Ministerio del Trabajo. Huelgas haciendo cola, esperando el momento neurálgico para asestar el bien preparado golpe. Guerrillas en los campos, en los sindicatos, en las universidades. (Labarca 1967, 8)
Las demandas universitarias suponían ser un riesgo para la democracia a nivel institucional, al volver a mencionar la guerrilla, el comunismo y la insubordinación como único fin del movimiento.
Si bien la génesis del anticomunismo no se da durante la década de 1960, es en este tiempo en el que se agudiza. La prensa fue clave en este proceso, masificando ideas anticomunistas y apuntando a la necesidad de combatirlo de manera cohesionada, a través de intereses y objetivos en común (Casals 2016, 17). El uso del lenguaje fue la herramienta para la creación de una percepción común negativa hacia el comunismo, extrapolándolo a cualquier manifestación de descontento social. La escritura como un arma de lucha, utilizando un lenguaje agresivo que infunde miedo por la situación.
Del concepto de revolución, tan caro a las nuevas generaciones se ha pasado al de la revulsión, que equivale a una inflamación social que desata todos los agentes del desorden. En estos episodios, que siguen presentándose como universitarios, están ocurriendo hechos que tocan el límite del descontrol, como es que acudan a los recintos del Arzobispado representantes de la CUT a discutir la acción que puede ejercer la autoridad eclesiástica para modificar los rumbos que siguen las casas de estudios de fundación pontificia. (El Mercurio 1967d, 3)
Asistimos a una nueva y audaz maniobra del marxismo entorno a la democracia. Así como en nombre de ella se han derribado innumerables gobiernos representativos y de libre elección, para implantar dictaduras, ahora se barre con las jerarquías de la enseñanza superior. (El Mercurio 1967e, 3)
Según Marcelo Casals, hay una diversidad de anticomunismos. Para el caso chileno, hay tres pilares fundamentales: el nacionalismo, el liberalismo económico y la religión católica (Casals 2016, 29). Sostenemos que el catolicismo tuvo una transformación no exenta de debates dentro de sí, en su ala más conservadora y también liberal (MIEC 1963).
Para la FEUC, el Concilio Vaticano II proponía un equilibrio entre la doctrina religiosa y los avances progresistas de carácter social en un contexto de reformismo católico a nivel latinoamericano. La autocrítica, sobre todo de parte de miembros de instituciones universitarias, fue clave en este proceso[2]. Al revisar el discurso de monseñor Alfredo Silva Santiago referente al Concilio, hay también un apoyo sobre la necesidad de reforzar la educación cristiana, dentro de los márgenes del catolicismo (AHUC 1959d).
Podemos deducir que la línea editorial de El Mercurio intentaba universalizar una percepción negativa a estos cambios a través del uso de conceptos anticomunistas descontextualizados, distorsionando, incluso, el propio conflicto al interior de la Universidad Católica.
Las noticias sobre la movilización prosiguen el mismo curso, a lo que se suma una nueva problemática: la propuesta de secularización de la universidad. La vinculación de la institución con el medio se presentó como un ataque a los pilares fundamentales de la casa de estudios y su creación al alero del cristianismo occidental.
La Iglesia Católica, que fue madre de las universidades de Occidente, abandonó su tuición a lo largo de los siglos y se refugió entonces en universidades confesionales, puestas bajo el mando directo de la autoridad eclesiástica y sometidas a la tutela pontificia: Las universidades católicas. Entre tanto, se produjo el cese de las querellas religiosas.
Con motivo del último Concilio, en que la Iglesia Católica parece revisar su relación con el mundo y aceptar la mayoría de edad de los laicos, en el propio medio eclesiástico se incuba una tendencia a secularizar las universidades católicas. Lo curioso es que el movimiento no proviene de los seglares, sino que los mismos clérigos promueven esta nueva emancipación de los institutos católicos de enseñanza superior respecto de la iglesia que los creó.
Los propugnadores de esta secularización reconocen que el saber y la cultura son valores en sí y que deben desarrollarse de acuerdo a sus reglas propias. “La justa autonomía de las realidades terrestres”, que afirma el Concilio Ecuménico encuentra su expresión en este respeto a la búsqueda de la verdad con instrumentos y métodos científicos. (El Mercurio 1967f, 6)
La noticia anterior puede ser interpretada como una crítica al Concilio Vaticano II y el rol que cumplió el cardenal Raúl Silva Henríquez como autoridad clerical favorable a la reforma[3].
En este sentido, la reforma no apuntaba a desmoronar los pilares de la Iglesia católica, sino que apelaba al equilibrio entre ambas partes, respetando los principios y acuerdos de la Iglesia:
En el encuentro Episcopal Latinoamericano, sobre la presencia de la Iglesia en el mundo universitario de América Latina se señalaba que, debido a la etapa que vivían nuestros países, las tareas en referencia a la educación “convergen en la liberación de las energías creadoras de toda la persona humana, de un pueblo que, en su mayoría, está aún en situación de dependencia económica, política y cultural sometida a la arbitrariedad de grupos de intereses. (AHUC 1967e, 7)
Ello será posible siempre que se establezcan los medios institucionales que permitan un diálogo incesante entre la verdad revelada y el producto de la elaboración humana: entre la ciencia y la fe. (Solar 1967, 6)
Años antes del momento más álgido del conflicto, la FEUC se enfocó en la necesidad de una universidad científica, la extensión cultural (AHUC 1965f) y la vinculación de la universidad con la realidad nacional (Rubio 2007, 3):
La universidad quiere cambiar y caminar decididamente hacia la encarnación de un nuevo espíritu, esencialmente diferente, en que sea realmente creadora, formadora de hombres verdaderamente cultos, auténticamente comunitaria, propiamente católica e íntimamente ligada al desarrollo del país. (AHUC 1967g, 2)
La nueva formación universitaria debe apoyarse en una sólida base científica, consistente no solo en un conjunto de conocimientos de una determinada disciplina, sino especialmente en el desarrollo de un método de pensamiento, de un “saber pensar”. (AHUC 1967g, 6)
Una de las formas como puede la universidad actuar en la que llamaremos “extensión cultural indirecta”, que se realiza mediante el contacto que tiene el profesional con la sociedad, dando en su esfera de acción los valores recibidos en los años universitarios. (AHUC 1965h, 1)[4]
Desde 1959, la FEUC estuvo al mando de la Democracia Cristiana Universitaria (San Francisco 2007, 51). En 1967, su presidente era Miguel Ángel Solar, estudiante de Medicina, quien lideró el proceso de la reforma haciendo hincapié en la necesidad de cambiar el modo de elegir al rector y logrando un claustro con el 20 % de participación del estudiantado.
En la Universidad Católica, el grupo más conservador, católico y de tendencia política de derecha se opuso a estos cambios, sobre todo al cogobierno, apelando al origen canónico y a la estructura jerárquica de las universidades católicas (Vial 2017, 32). Esto generó un quiebre con la organización estudiantil, lo que dio origen al Movimiento Gremialista, liderado por el entonces estudiante de Derecho Jaime Guzmán Errázuriz:
Solo la íntima convicción de que se acercan momentos graves y decisivos para el futuro de nuestra universidad ha sido suficientemente fuerte, como para inducirnos a molestar tan largamente la atención de V.E.R. Para este momento, reuniremos a todos los estudiantes que estén dispuestos a defender la universidad y lucharemos sin desmayos ni capitulaciones por la integridad de nuestros valores esenciales. Que Dios nuestro señor ayude a cada cual a acertar en el cumplimiento de su misión. Con los sentimientos de nuestra más profunda consideración, saludos a V.E.R muy respetuosa y cordialmente. (AHUC 1967i)
La postura del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Católica, quienes formaron el Movimiento Gremial, fue la única que se dio a conocer en el diario El Mercurio previo a la toma de agosto:
La campaña de FEUC, más que a móviles académicos —que pudieran ser aceptables— obedece a razones extrauniversitarias de carácter político. En efecto, FEUC afirma que “los nuevos hombres que pretende instalar en la Dirección de la ‘nueva universidad’ deben ser hombres de ‘avanzada, conscientes del proceso histórico revolucionario y del cambio social’”. No se requiere tener un espíritu particularmente agudo para desprender que ese lenguaje —en boca de dirigentes de una Federación que reconoce subordinación a la ideología democratacristiana y papel “coordinador” al partido Demócrata Cristiano— significa, en la práctica, la exigencia de hombres democratacristianos para una universidad democratacristiana. (El Mercurio 1967e, 5)
Anteriormente, el Movimiento Gremial llevaba por nombre El Comando de Defensa de la Universidad y no proponía una solución a la crisis, solo se oponía, interpretando la situación como una destrucción de los cimientos de la Universidad Católica y considerando los petitorios como motivos extrauniversitarios con fines políticos revolucionarios, “Una injuria a esa Sede Apostólica y carece de todo valor jurídico” (El Mercurio, 1967, 5). Lo que sí proponía el Movimiento Gremial era la despolitización universitaria y defendía el carácter católico conservador contrario a las reformas, con una crítica a los cambios sociales como temas ideológicos antagónicos a la labor científica y la búsqueda de la verdad (Vial 2017, 27).
Al analizar la obra de Ricardo Krebs, simpatizante de la derecha más conservadora y consejero de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica, quien renunció a su cargo en agosto de 1967, consideraba que las peticiones estudiantiles no apuntaban a un verdadero progreso y solo rompían el legado de la universidad:
En el conflicto provocado por los estudiantes estaba en juego la existencia misma de la universidad. El Rector [monseñor Silva Santiago] se sintió dolido en lo más profundo de su ser. La obra de su vida, la obra de don Carlos Casanueva, la obra de muchas generaciones de legales y abnegados católicos había quedado cuestionada. (Krebs 1988, 673)
El 11 de agosto de 1967 se produjo la “toma” de la Universidad Católica de Santiago, liderada por Miguel Ángel Solar, la que no estuvo exenta de violencia, sobre todo por parte de los detractores del Movimiento Gremial. El diario El Mercurio omite esto, pero aparece en otros medios de prensa nacionales.
A fin de boicotear la toma de la Universidad, grupos contrarios a la FEUC intentaron romper las barreras de alambres de púas, cadenas, travesaños y otros implementos. El principal foco de los disturbios fue la entrada al Hospital, ubicada en la calle Marcoleta. Un grupo de aproximadamente cien estudiantes, armados con palos, cortaron las barreras de acceso, provocando una reacción de defensa de los universitarios que la custodiaban. (La Segunda 1697, 3)
Un grupo de ocho muchachos armados de gruesos bastones metálicos y de la herramienta llamada napoleón rompieron los cristales de la puerta y cortaron los candados que la mantenían firmemente clausuradas. Al fracasar su propósito de entrar al interior del plantel, huyeron en un auto estacionado en la misma avenida. (La Segunda 1697, 3)
El Mercurio confirmó que los manifestantes pertenecían al Movimiento Gremial: “Alumnos de Derecho y Economía, capitaneados por Jaime Guzmán, trataron de escalar siendo repelidos desde el interior. Llueven insultos y proyectiles. Después, en el patio posterior de la sede universitaria, se inició una batalla campal que duraría dos horas” (El Mercurio 1967g, 23).
El objetivo del Movimiento Gremial era detener el avance del “marxismo” y el “comunismo” en la universidad, entendiendo estos como cualquier tipo de manifestación y cambio del statu quo. El sustento teórico de los detractores de la reforma es algo confuso, debido a la filiación política los líderes de la FEUC: la Democracia Cristiana. Según los principios democráticos del partido, la idea de reforma no tenía un origen marxista totalitario ni sus partidarios eran miembros de grupos revolucionarios ni guerrilleros; sus convicciones se insertaban dentro de los límites de la democracia. Por otra parte, se buscaba el cambio de autoridad, ya que el rector Silva Santiago era considerado intransigente ante las propuestas formuladas por la FEUC.
Figura 1. Afiche de la FEUC
Fuente: AHUC, Fondo institucional, sin archivar (Santiago, 4 de julio de 1967).
El 13 de agosto, El Mercurio recalca la relación directa entre el comunismo y la reforma universitaria:
Es sabido que las universidades constituyen un objetivo político de primera importancia para el Comunismo en América Latina. Las fuerzas subversivas han aprendido a ocultarse detrás de los valores más respetables y a gozar de los fueros y privilegios que tales valores brindan a los que los representan genuinamente. (El Mercurio 1967h, 3)
Sin embargo, es patente la inspiración comunista de estos movimientos, y hay prueba documental de ello.
Esto no puede negarse por nadie que esté medianamente informado sobre lo que sucede en nuestro ambiente universitario y sobre la propaganda marxista-leninista que allí prolifera. Por lo demás, ya es ostensible la coincidencia de fines y procedimientos entre los comunistas que actúan con el nombre de tales y aquellos otros que operan en grupos, partidos o confesiones oficialmente no comunistas.
El propósito comunista de utilizar la autonomía universitaria como caballo de Troya para la subversión ha obligado a la fuerza pública a intervenir los recintos de educación superior. (El Mercurio 1967i, 3)
Sin mayores fuentes o evidencias que dejen de manifiesto estas acusaciones, podemos observar el miedo al enemigo externo, el comunismo, como causante de los males sociales. En los tres párrafos se intenta demostrar una conexión, poco clara, entre el comunismo y la universidad. El discurso cambia de dirección: el problema ya no sería la Democracia Cristiana, partido al que adherían los líderes de la FEUC.
Por otra parte, el diario pareciera validar, a través de una amplia cobertura periodística, la contraparte del movimiento liderado por Jaime Guzmán y el rechazo a la huelga y la toma:
El Comando no se opone, pues, a todos los cambios. Pero rechaza los cambios propuestos por FEUC, que tienden a destruir la autonomía de la universidad respecto al Estado y el carácter católico de ella. Tal finalidad se desprende claramente de las declaraciones del presidente de FEUC, Miguel Ángel Solar, a la revista comunista “Cuadernos universitarios”. (Kleck 1967a, 23)
Esto es hecho por los comunistas, ¿por qué? Porque los comunistas sacaron la revista en junio, ahora, hace dos meses, en que decían que se debían democratizar las universidades. Pero los cristianos venimos luchando por hacerlo hace cuatro años. Y hoy día en junio los comunistas lo dicen. ¿Qué pasó simplemente? Que los comunistas llegaron atrasados. Que los cristianos hace tiempo que luchábamos por ello. Y hoy día porque los comunistas lo dicen “El Mercurio” lo cree. Y si “El Mercurio” cree eso, de los cuadernos comunistas. (Kleck 1967b, 3)
En el último párrafo podemos observar que se menciona cinco veces la palabra comunismo/comunista, en una secuencia de palabras que estructuran el párrafo, lo que trasmite un mensaje negativo y con poca coherencia al intentar, nuevamente, ligar el movimiento universitario con intervenciones comunistas, obviando el carácter autónomo de la reforma universitaria.
Estas publicaciones con carácter tendencioso no tardaron en llegar al movimiento estudiantil de la Universidad Católica. La mañana del 11 de agosto, colgaron un lienzo con la frase “El Mercurio miente”, aludiendo al constante desprestigio del movimiento estudiantil por parte del diario. La línea editorial de El Mercurio, a cargo del periodista René Silva Espejo, calificó este hecho como un ataque marxista de un grupo de universitarios:
El Mercurio miente dicen algunos apresurados por el hecho de que este diario haya descrito la visible inspiración comunista de las guerrillas universitarias instauradas en el primer plantel católico de educación superior.
Por otra parte, las tácticas de ocupación clandestina de recintos universitarios corresponden universalmente a elementos comunistas cuando demuestran la disciplina y sincronización de este caso.
“El Mercurio miente” pero la agitación universitaria a que asistimos es la misma que vienen moviendo los comunistas en diversos países
¿Se trata de una simple coincidencia? ¿Están los “cristianos” influyendo sobre la propaganda y la actividad comunista en las universidades? O al revés, ¿son los comunistas los que controlan a los cristianos? (Kleck 1967a, 21)
Si bien los adherentes de René Silva Espejo los presentaban como un defensor de las libertades personales (Valenzuela 2017, 100), sus publicaciones tenían un sesgo nacionalista y contrario a los cambios de la sociedad tradicional (Silva 1975). El anticomunismo en el pensamiento de Silva Espejo data de inicios de la década de 1930. Fue partidario de la Ley de Defensa Permanente del Estado de 1947, señalándola como “un obstáculo oficial de la secta staliniana” (Silva 1975, 14). Según su pensamiento, una fórmula utilizada por los comunistas era entrometerse en la elite intelectual liberal, de la que provenían algunos docentes de universidades públicas y destacados intelectuales nacionales (Silva 1975, 16). Su aversión ideológica al comunismo puede ligarse a su militancia en el Partido Nacionalsocialista chileno (Valenzuela 2017, 55), como también a su simpatía por el proyecto económico neoliberal de la década de 1950. Su opinión sobre la educación era que la secularización y la educación pública eran planes de concientización marxista, que pondrían fin a la libertad de enseñanza (Silva 1975, 55). Para él, el lenguaje era un agente renovador y protector de las libertades civiles. En algunos de sus discursos podemos ver analogías de situaciones sociales con luchas militares y mártires (Silva 1963).
Con el pasar de los días, El Mercurio pareció suavizar sus dichos, al cambiar el uso del lenguaje y presentarse como víctimas de censura, afectando la libertad de opinión de su línea editorial en los medios de comunicación audiovisual, dándose un acalorado debate entre René Silva Espejo y Miguel Ángel Solar:
Frente a los dicterios que las asambleas dirigen en contra de nuestras columnas y al enjuiciamiento demagógico y parcial que la televisión de la Universidad Católica ha hecho de la campaña de este diario, el juicio de personalidades como las que indicamos constituye un aliento para perseverar en la posición que creemos justa y noble para el porvenir de las nuevas generaciones de dirigentes de nuestro país.
La imposición de la FEUC a la vicepresidencia del Canal 13, gracias a la cual ha estado funcionando este último desde que los alumnos en huelga tomaron los edificios universitarios, constituye la violación más grave de la ética periodística que se haya conocido hasta ahora en la historia de la actividad noticiosa en Chile. (El Mercurio 1967j, 25)
A fines de agosto, la cuestión universitaria no tiene la misma cobertura. Al referirse al conflicto dentro de la Universidad Católica se utiliza un lenguaje neutral, sin mencionar el concepto “comunismo” ni palabras alusivas a la insurrección. Suponemos que esto se da porque, con la toma, la reforma ya no es considerada como una idea fuerza, sino que tiene repercusiones reales en las universidades y la sociedad chilena (San Francisco 2007, 36).
Sostenemos que la campaña de El Mercurio no logró el objetivo de desprestigiar y dar mayor fuerza al movimiento detractor.
Mientras tanto, el recinto de la Universidad Católica de Santiago continúa ocupado por los alumnos, que han levantado barricadas para impedir la entrada de personas no autorizadas por los huelguistas. Estudiantes destacados como centinelas en las puertas que dan a la Alameda Bernardo O´Higgins y calle Marcoleta exigen presentaciones de salvoconductos para ingresar o salir del edificio. El interior del recinto universitario se encuentra profusamente tapizado con letreros y figuras alusivas con expresiones ofensivas contra las autoridades de la universidad y la prensa. (El Mercurio 1967k, 1)
No hay registros de columnas de opinión en El Mercurio respecto a la renuncia masiva de consejeros por las presiones de la FEUC, solo la noticia descriptiva del nombramiento de Fernando Castillo Velasco como prorrector y del cardenal Raúl Silva Henríquez como interventor y mediador (El Mercurio 1967i, 3, 18). La renuncia de monseñor Alfredo Silva Santiago fue, en un principio, repudiada por varias casas de estudios superiores (AHUC 1967j) y escuelas normales a nivel nacional, como también por la Universidad Católica de Perú (AHUC 1967k) y la Oficina Iberoamericana de Educación (AHUC 1967l), quienes brindaron apoyo al exrector y evidenciaron el reformismo católico latinoamericano.
La mayoría de las noticias referentes a educación se enfocan en la toma de la Universidad Técnica del Estado, la Universidad de Chile y la Universidad de Concepción, haciendo hincapié en el cogobierno, la demanda más polémica y de carácter político del movimiento, con noticias de carácter descriptivo, sin emitir juicios de valor en torno al conflicto universitario y sin mencionar a la Universidad Católica.
El 30 de agosto se publican las entrevistas de Eduardo Cruz Coke, militante del Partido Conservador, Alejandro Garretón, ministro de Salud de Jorge Alessandri, y Juvenal Hernández Jaque, militante del Partido Radical, con sus opiniones sobre el cogobierno universitario. Los entrevistados coinciden en la necesidad de mantener el orden de una manera bastante conservadora, haciendo un llamado a cuidarse del comunismo que entra en las universidades y la necesidad de tener jerarquías claras.
Sin peligros personales los marxistas criollos le entregarían a Moscú o a Cuba los destinos de esta república lejana. Negocio fácil y barato. El rector de la Universidad de Chile, socialista al estilo de la Europa occidental, que repudia mordazas políticas y servidumbres espirituales, está con el ministro en las declaraciones aludidas. (Hernández Jaque 1967, 3)
Chile ha escapado por un sentido de cordura de adoptar alguna modalidad de cogobierno en sus universidades. Es de esperar que esta cordura se sobreponga en el momento actual. (Garretón 1967, 4)
Las ideas de la reforma consideraban diferentes aristas; sin embargo, junto con suavizar el lenguaje en la redacción de notas referentes al tema, se reduce la importancia de las demás demandas a un conflicto por el cogobierno universitario.
En el imaginario conservador, la situación de la Universidad Católica suponía un quiebre en la sociedad, tanto en lo institucional como en lo social, a partir de estereotipos y representaciones colectivas que afectarán directamente el diario vivir y la toma de decisiones, desde una visión en la que el ideal era la defensa de la sociedad tradicional (San Francisco 2007, 42).
Por su parte, la juventud deja de concebirse como una etapa previa a la adultez, al crear sus propios símbolos culturales, artísticos y sociales y presentarse como un opuesto radical a lo que había sido la sociedad chilena (Casals 2016, 23).
En septiembre, se extrapola la movilización estudiantil como gatillante de una serie de marchas de pobladores, estudiantes secundarios, de la Central Unificada de Trabajadores y organizaciones sindicalistas que ponen en peligro la seguridad pública, haciendo alusión a los resguardos legales para mantener el orden. Esta vez, la vinculación con las guerrillas y movimientos de extrema izquierda vuelven a surgir, y se aconseja un mayor control policial:
Para nadie es un misterio que tras todas las marchas ilegales del último tiempo se encuentra una colectividad política de extrema izquierda especializada en lograr acogida para sus propósitos mediante escenificaciones llamadas a encontrar eco en los órganos de opinión.
La prohibición emanada del Gobierno se funda en disposiciones legales explícitas como lo son la Ordenanza General del Tránsito, que prohíbe el tránsito de peatones por las calzadas urbanas y los caminos rurales, y el decreto número 2.868 de 1936 del Ministerio del Interior, que faculta expresamente a Intendentes, Gobernadores y Subdelegados para impedir la ejecución de manifestaciones en calles o caminos de circulación intensa y en aquellos en que se perturbe el tránsito público. (El Mercurio 1967m 3)
El 8 de septiembre, al informar sobre el acuerdo entre la FEUC y el Consejo Superior, se utiliza un lenguaje moderado y descriptivo, que destaca la labor conciliadora de la Iglesia católica, sin tildarla de ser una institución al servicio del comunismo. Esta vez, se le da un carácter positivo a la reforma de la Iglesia emanada del Concilio Vaticano II; no se utiliza la palabra “reforma”, sino el concepto de “nueva configuración” y cambia el discurso de los principios de la Iglesia.
Los acontecimientos últimamente observados en las Universidades Católicas del país han significado una nueva configuración de la fuerza joven universitaria concorde a principios ya juzgados y analizados por la iglesia. No ha de verse en esto un apoyo a la ocupación de los edificios, táctica reprobada en general en el medio universitario por ir contra el espíritu que se desea crear en una universidad. (El Mercurio 1967n, 22)
La materialización de la reforma en la Universidad Católica, posterior a 1967, fue un acto plausible. Se creó el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN), “una unidad académica de la Universidad Católica dedicada a desarrollar la investigación interdisciplinaria, la docente y la extensión en torno al análisis e interpretación crítica de la sociedad chilena y latinoamericana consideradas como totalidad” (AHUC 1967m). Se creó, además, el Centro de Estudios Agrarios (CEA) y el Programa de Estudios y Capacitación Laboral (PRESCLA). En 1968, se inaugura el Departamento Universitario Obrero y Campesino (DUOC), institución de educación superior enfocada en labores técnicas, siendo una opción para quienes no podían acceder a la universidad tradicional, logrando así la inserción de la Universidad Católica en el medio social (Scherz 1988). Dentro de la universidad, el énfasis estuvo en el perfeccionamiento docente (AHUC 1969n) y la institucionalización del claustro universitario, facultándolo para formular recomendaciones de política universitaria, las cuales podrán ser hechas con motivo de la rendición de cuentas del rector o en relación con otras materias (AHUC 1971 o). El primer claustro con un cogobierno efectivo se realizó en noviembre de 1970, durante la Unidad Popular, ratificándose la elección de Fernando Castillo Velasco como rector, elegido de manera democrática (AHUC 1971 o). Participaron 299 representantes de la comunidad universitaria, 12 representantes del Episcopado Nacional, el rector y el gran canciller (AHUC 1971 o). Todos tenían derecho a voz y voto.
En cuanto al cogobierno y la participación estudiantil se llegó al acuerdo de que sería de un 25 % de la totalidad de los miembros y tendría derecho a voz y voto (AHUC 1971 o).
Otro de los cambios al interior de la organización administrativa de la Universidad Católica de Santiago fue la departamentalización de las facultades (AHUC 1971 o), herencia que sigue hasta hoy. Además, el 75 % de los profesores fue contratado de planta y con horario completo con enfoque en la docencia y la investigación (Scherz 1988).
Durante la segunda quincena de septiembre, vuelven los comentarios alusivos al marxismo y el terrorismo con un lenguaje mucho más combativo, pero esta vez enfocados en la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado (El Mercurio 1967p, 3, 31), ambas instituciones de carácter estatal. Dentro de la polarización política, la educación estatal se asocia a regímenes totalitarios y la educación privada con la democracia y la libertad (Ponce de León 2018, 116-120).
A diferencia de las reformas universitarias en Argentina y México, que son vistas como un fracaso político (Rubiano 2018), para el caso chileno sostenemos que no fue así. El movimiento estudiantil y las reformas calaron en la institucionalidad política, al punto de llegar a crear comisiones que colaboraron con el Ministerio de Educación para resolver el conflicto universitario, como el Comité de Coordinación y Planeamiento de la Educación Superior, creado a través del Decreto 886, dictado por la Contraloría General de la República (El Mercurio 1967 o, 18).
Conclusiones
Al realizar un análisis lexicométrico de las 78 noticias referentes a la Reforma Universitaria en El Mercurio, se mencionan 58 veces las palabras “comunismo/comunistas”, 25 veces las palabras “marxismo/marxista”, 26 veces el concepto “reforma universitaria” y 59 veces palabras alusivas (“anarquía”, “insurrección”, “agitadores”, “guerrillas”, “Cuba”, “Fidel Castro”, “Rusia” y “Moscú”).
Podemos concluir que El Mercurio intentó moldear el pensamiento de sus consumidores y el pensamiento político del país creando su propio mensaje. A través de la línea editorial, el anticomunismo se presentó en el imaginario social chileno, mediante la creación de conceptos, símbolos y estereotipos que operaron en las representaciones sociales y de creencias colectivas que incidieron directamente en la toma de decisiones y el habitus (Casals 2016, 42).
Según las fuentes consultadas, no es posible encontrar atisbos de una intervención de corte guerrillero, subversivo ni comunista en la Universidad Católica de Santiago. En este contexto, se refuerza la idea de asociar libertad de enseñanza privada con democracia, y educación estatal con regímenes totalitarios. Además, la aplicación de la reforma tenía fundamentos anteriores, un plan de ejecución y las justificaciones necesarias que permitieron su desarrollo hasta 1973, cuando sucedió el golpe de Estado.
Junto a lo anterior, la parcialidad de este medio de comunicación presenta una contradicción: solo se da espacio a la opinión de la FEUC al asumir Fernando Castillo Velasco como rector, cuando la reforma comienza a ser discutida y aplicada. Previamente, durante lo más álgido del conflicto, solo se entrevista a El Comando, posteriormente llamado Movimiento Gremial.
Siguiendo los postulados para la creación de un vocabulario técnico específico para el análisis historiográfico (Geschichtliche Grundbegriffe), se podría considerar que “comunismo”, como concepto, toma una connotación distinta, más allá de su definición semántica, y adopta una definición extralingüística. Este proceso es conocido como la ideologización conceptual (Ideologisierbarkeit), mediante el cual se forman distintas interpretaciones de un mismo concepto, que pierde su significación universal y logra una definición particular según los intereses de los grupos sociales (Abellán 1991, 55).
El miedo al comunismo fue un factor relevante, necesario de estudiarse en mayor profundidad y en sus diferentes aristas. La Revolución cubana y las guerrillas pusieron en jaque el control oligárquico y, en algunos casos, monopólico de sectores más conservadores en lo social y liberales en lo económico. Si bien es innegable el ascenso de la izquierda, este ascenso se vio contrarrestado por una seguidilla de golpes de Estado a cargo de militares educados en la Escuela de Las Américas, que utilizaron la represión estatal militar como única medida, más allá de una solución política a través de la democracia desde el ala derechista.
No hay un plan claro y propositivo por parte de la derecha política para la contingencia, solo una resistencia a los cambios amparada en el miedo al enemigo externo como justificación para, posteriormente, cometer crímenes de lesa humanidad, violar los derechos humanos e implantar el orden neoliberal como política económica estatal mixta, con el apoyo de los grupos económicos, los medios de comunicación y Estados Unidos.
Creemos necesario destacar que la Reforma Universitaria nace a partir de la interpelación de la sociedad, donde los actores cobran mayor protagonismo. Durante la década de 1960, el imaginario social latinoamericano cambió, incluso antes de la primavera francesa de 1968, por motivos propios, como la lucha contra el antiimperialismo y la confianza en el progreso científico para sacar al continente del subdesarrollo económico, educacional y cultural (Cuello 2018).
Referencias
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[1]AHUC, Fondo institucional, folio 06r1004 (Valparaíso, Reforma Universitaria: artículo de Jorge González Föster, "Las universidades particulares y los títulos universitarios”, publicado en revista Mensaje, 1958).
[2] Hernán Larraín Acuña, exrector de la Universidad Católica de Valparaíso, hizo una autocrítica al rol de las universidades católicas con hincapié en la poca reflexión que había en las instituciones, que se amparaban en el quietismo para evitar conflictos, como también en el poco sustento teórico para mantener cursos de doctrina católica que no se entrelazaban con los cursos ofrecidos, la falta de relación con el mundo social y el exceso de poder del Consejo Superior (Larraín 1964).
[3] Para ahondar en este tema, se sugiere leer a Pablo Rubio (2007) y Ascanio Cavallo (1994).
[4] Para ahondar en este tema, se sugiere leer “La reforma universitaria” (1964), en que se plantean siete puntos necesarios para implementar la reforma en la Universidad Católica. Las fuentes consultadas datan de antes de 1967.