A Nadia Fuentes C.

 

Autor: Christián Matamoros Fernández

Filiación institucional: Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile.

Correo electrónico: christian.matamoros@usach.cl

ORCID: 0000-0001-6907-6271

 

Lo ocurrido durante la dictadura en el interior del sistema escolar no es una experiencia particularmente fácil de estudiar. Los registros, testimonios y memorias de la escuela tienden a confundirse, solaparse entre ellos, pues son diversas memorias de un espacio donde aspectos tristes y traumáticos pueden convivir con recuerdos alegres y festivos. Si bien hay algunas investigaciones que han develado lo ocurrido durante la dictadura a nivel curricular, respecto al trabajo docente y, especialmente, las transformaciones de las políticas educativas, lo acontecido en relación con las experiencias de profesores, estudiantes u otros integrantes de las comunidades educativas no ha sido tal fácil de pesquisar, en especial, en lo relativo a los posicionamientos sobre la contingencia política del periodo.

Cada escuela y liceo tiene su propia historicidad, y durante los 17 años de la dictadura civil militar chilena (1973-1990) los establecimientos educacionales fueron escenario de trazos de memorias susceptibles de construirse y reconstruirse. La dictadura no afectó a la escuela como una fuerza exógena, más bien la dictadura actuó en el interior mismo de las escuelas. Más que solo un aparato ideológico de la dictadura, los establecimientos fueron parte del engranaje dictatorial, territorio de ejecución de sus políticas y prácticas cotidianas; pero, al mismo tiempo, el espacio escolar, como lo ha sido en diversas épocas, fue escenario predilecto para la emergencia de disidencia, resistencia y oposición, tal vez no explícita, sino velada, por ser un espacio que presentaba condiciones de sociabilidad precaria, pero permitía la complicidad de muchos y muchas.

Hacia 1977-1978 comenzaron a aparecer los primeros reagrupamientos de profesores opositores, los que dieron vida a algunas publicaciones, especialmente bajo la forma de boletines artesanales, clandestinos en la práctica. En torno a estas articulaciones, surgió a fines de 1981 la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH), de claro tinte opositor, la que logró una presencia nacional que alcanzó alrededor de 9.000 profesores asociados. Desde algunas publicaciones vinculadas a la AGECH, especialmente las de alcance regional o comunal, es posible observar los posicionamientos políticos y gremiales del magisterio opositor, como también apreciar algunos elementos internos a los establecimientos, propios de las condiciones políticas en que se ejercía la docencia en dictadura.

Las políticas educacionales neoliberales, implementadas con fuerza desde 1980, afectaron directamente al magisterio al precarizar sus condiciones laborales y económicas, con esto trastocó su estatus social vinculado a las clases medias (Adler Lomnitz y Melnick 1998). Esto llevó a un proceso de proletarización docente, que en gran medida inclinó la balanza política del magisterio hacia la oposición. Una de las medidas más relevantes en este sentido fue el traspaso de los establecimientos públicos desde la administración del Ministerio de Educación hacia los más de 300 municipios existentes en el país. La lógica política que sustentó la municipalización fue la privatización y el neoliberalismo, lo que quedó de manifiesto en que, en varios de los municipios, se crearon corporaciones municipales para administrar las escuelas y otros servicios. Estas corporaciones, como entidades de derecho privado, establecieron relaciones laborales idénticas a las del mundo empresarial, donde el profesorado perdió su carácter de funcionario público con un régimen laboral especial, como existía en el país desde hacía décadas.

La municipalización se vivió en dos periodos. El primero entre 1980 e inicios de 1982, y el segundo durante 1986. La primera fase, de gran rapidez e intensidad, se desarrolló en momentos donde las fuerzas opositoras recién daban sus primeros pasos reorganizativos, en especial en el magisterio; pero, en 1986, cuando se anunció que se retomarían los traspasos de los establecimientos pendientes, se gestó una importante movilización opositora que denunció las consecuencias vividas desde los primeros traspasos (Matamoros y Álvarez 2020, 2146-2177). Todo esto de la mano con un creciente movimiento opositor que desde 1982 venía cobrando fuerzas, cuestión que se materializó en las numerosas jornadas nacionales de protesta convocadas desde 1983.

En ese escenario, los profesores y demás trabajadores de la educación que habían sido municipalizados comenzaron a buscar formas de organización más locales que las asociaciones gremiales nacionales, como el Colegio de Profesores y la AGECH. Al estar regidos por la normativa privada, idéntica a la de cualquier empresa, los trabajadores de las corporaciones municipales idearon formar sindicatos. Motivados por los dirigentes locales de la AGECH y un grupo de profesores opositores y militantes de izquierda, se constituyó el 28 de agosto de 1985, en la santiaguina comuna de La Florida, el primero de estos sindicatos. Habrían sido cerca de 90 los trabajadores de la educación que llegaron al salón parroquial de la iglesia San Vicente de Paul para dar vida al sindicato comunal[1], cuya directiva quedó compuesta por profesores que militaban en partidos de izquierda.

El sindicato rápidamente logró tener presencia en las 23 escuelas de la comuna, cada una representada por un delegado, los que se reunían en asambleas semanales (Rûpu 1986, nro. 3, 5). Estos delegados sufrieron constantes presiones y, en algunos casos, ocultaban su cargo, debido a que por ley no tenían resguardo alguno, por lo que podían ser despedidos en cualquier momento por el municipio.

En junio de 1986 vio la luz el primer número del periódico sindical Rûpu (1986, nro. 1, 3), cuyo nombre en mapudungún significa “sendero”. Esta publicación apareció en una coyuntura especial, en la que las fuerzas opositoras, mediante la Asamblea de la Civilidad, buscaban profundizar la movilización social que pusiera fin a la dictadura. Al mismo tiempo, el anuncio de la municipalización de las 841 escuelas que aún permanecían bajo administración fiscal concitó durante los meses de mayo, junio y julio una particular agitación opositora de profesores y estudiantes secundarios. Como si fuera poco, durante las conmemoraciones del 1° de mayo de ese año, fueron allanados numerosos locales sindicales, entre estos los de la AGECH de Santiago y Antofagasta, donde fueron detenidos 50 y 28 profesores respectivamente. Entre ellos estaba Orlando Vidal, presidente del sindicato de La Florida, que permaneció detenido durante ocho días, lo que provocó la paralización y la protesta de cientos de estudiantes del liceo Benjamín Vicuña Mackenna de esa comuna.

El año 1986 había sido definido por la izquierda chilena como “el año decisivo” para derrocar a Pinochet. En este plan, la convocatoria a paro del 2 y 3 de julio de ese año representó un momento crucial de las jornadas de protesta, las que, de una u otra forma, se experimentaban desde el espacio escolar, aunque con un importante intento de control por parte de la dictadura, ya sea por sus elementos uniformados o civiles.

Las protestas de mayo y junio contra la municipalización provocaron que la dictadura adelantara las vacaciones de invierno en algunos establecimientos particularmente activos, como los denominados liceos “emblemáticos”. Por esto, en la jornada de paro del 2 y 3 de julio, convocada por la Asamblea de la Civilidad, la asistencia escolar fue bajísima, pues en algunos casos se habían decretado vacaciones y en otros las familias no enviaron a sus hijos e hijas a clases, lo que potenció la paralización docente.

El paro del 2 y 3 de julio se reconoce como la jornada de movilización más importante contra la dictadura de Pinochet (Bravo 2017). La protesta se caracterizó por su masividad, su amplitud política, la combatividad lograda en algunos sectores y por la reiteración de la fuerte represión dictatorial. Este último punto se reflejó en que ocho personas fueron asesinadas por agentes civiles o uniformados, entre ellos Rodrigo Rojas, quien, junto con Carmen Quintana, fue quemado vivo por una patrulla militar. Al mismo tiempo, cuatro radios y dos revistas fueron censuradas, mientras los dirigentes de la Asamblea de la Civilidad, entre ellos el presidente de la AGECH, fueron detenidos por varias semanas.

Donde la protesta adquirió mayores grados de masividad y combatividad fue en las poblaciones. Allí también fueron los escenarios principales de la represión, como en la población Los Copihues, en la comuna de La Florida. En esta población, la protesta fue masiva: familias completas se sumaban desde los pasajes y calles en que vivían, mientras que los sectores más organizados y fogueados salían a levantar la protesta a las avenidas La Florida y Departamental. En el cruce de ambas arterias, la rotonda Departamental, el enfrentamiento era más agudo. Cuando las fuerzas represivas ocupaban dicho lugar, las protestas se trasladaban a las calles interiores. Cerca de las 9:30 horas del 2 de julio, patrullas de uniformados coparon la rotonda y comenzaron a disparar hacia el interior de las poblaciones. Luego, avanzaron hacia el sur, llegando al cruce entre avenida La Florida y avenida El Parque, desde donde dispararon en dirección a las barricadas levantadas en las esquinas de los diversos pasajes de la población Los Copihues y asesinaron a Nadia del Carmen Fuentes Concha, de 13 años, que falleció cerca de las 10 de la mañana. Como veremos, este asesinato no pasó desapercibido para el magisterio opositor de la comuna, especialmente el que ejercía la docencia en el colegio al que asistía Nadia, quienes se expresaron mediante una carta aparecida en el periódico Rûpu.

Nadia Fuentes nació el 7 de abril de 1973 y el día en que perdió su vida había salido de su hogar a comprar pan junto con dos hermanos menores, en momentos en que pobladores realizaban manifestaciones y barricadas en la esquina del pasaje Los Retamos y avenida El Parque. En el periódico de la Vicaría de la Solidaridad se recogió el testimonio de Jacqueline, amiga de Nadia:

 

Veníamos juntas cuando empezaron los disparos, de una patrulla militar que estaba en la rotonda. Nos apuramos y cuando me doy vuelta la Nadia se está doblando, como abrazando el bolso de pan y mirándome con los ojos muy grandes, muy abiertos. Yo le decía: Nadia, qué te pasa, contéstame y se caía. Yo me asusté… (Solidaridad 1986, 21)

 

La familia de Nadia formaba parte de los sectores populares que pagaban las peores consecuencias del modelo económico implementado por la dictadura. Al momento de fallecer, un vecino comentó con sus ojos llenos de lágrima a Solidaridad: “Si usted le hubiera visto su cuerpecito y la carita. Si no tienen qué comer con el marido en el POJH. Están todos desnutridos y el 80 por ciento de los que vivimos aquí ya no tenemos qué comer” (Solidaridad 1986, 21). Por su parte, la madre de Nadia, María Concha Escobar, que tenía otros cinco hijos, declaró que los militares “cuando vieron que cayó al suelo, ellos, que le habían disparado, se arrancaron. Ni siquiera la socorrieron. La dejaron ahí nomás…” (APSI Extra 1986, 3).

Unas horas más tarde, oficiales de Carabineros llegaron al lugar e intentaron retirar el cuerpo, pero un sacerdote, la familia y pobladores lo impidieron al no existir aún una orden judicial. Recién al anochecer, Carabineros logró su objetivo mediante el lanzamiento de gases lacrimógenos y disparos de armas de fuego. Pobladores de Los Copihues solicitaron un ministro en visita para que se individualice a los autores de los disparos que dieron muerte a Nadia. El 4 de julio, cerca de las 16 horas, su cuerpo fue sepultado en el Cementerio General.

En la edición del mes de julio de Rûpu se publicó una carta póstuma para ella, firmada por “tus profesores” y fechada el mismo día de su muerte. En la carta, manifiestan que tras la noticia de su muerte los embargó un profundo pesar, por no haber expresado antes, “en las clases de nuestra sencillísima escuela de población”, numerosos sentimientos de amor hacia ella. Al mismo tiempo, manifiestan una fuerte sensibilidad hacia las condiciones de vida de los sectores populares más precarizados, como los de la población Los Copihues. La desnutrición, la cesantía, la drogadicción, el alcoholismo, etcétera, eran males que no dejaban indiferente al profesorado que educaba en las escuelas de estos sectores. Si bien no mencionan explícitamente a qué escuela se refieren, sí se indica que era una del sector. Los Copihues era una población originada tras una toma de terreno en enero de 1970, la que adoptó rápidamente el nombre de Campamento Unidad Popular, en explícito respaldo a la coalición de izquierda que unos meses después triunfaría, llevando a Salvador Allende a la presidencia de la nación. Durante la dictadura, se dividió el campamento y, al igual que numerosas poblaciones y villas del país, se modificó su nombre. Así, el sector hacia el norte del canal (Zanjón de la Aguada) se bautizó como población Las Araucarias, mientras que el ubicado hacia el sur se denominó como Los Copihues.

En 1971, en el Campamento Unidad Popular se instaló la primera escuela, que fue parte de una iniciativa de reciclaje de buses fiscales que se refaccionaron para ser transformados en aulas. Esta sería una de las denominadas “escuelas-buses”, que se ubicó en la calle Reina Luisa, entre Las Nobelias y Los Poncianos. Con el tiempo, se construyeron salas de madera que remplazaron a los buses y se le asignó a la escuela el nro. 452. A inicios de la década de 1980, la escuela pasó a ser administrada por el municipio, adquiriendo el nombre de escuela básica Las Araucarias y con un nuevo director designado. Lo más probable es que Nadia haya estudiado en esta escuela municipal.

En la carta, el grupo de profesores identifica que la educación es la única herramienta que tienen los sectores populares para superar las pésimas condiciones sociales y de vida en que se encuentran. Esta mirada, que le asignaba a la escuela un rol de ascenso social, convivía con algunos posicionamientos tradicionalistas respecto a capacidades de aprendizaje diferentes o la opción de la homosexualidad.

Al mismo tiempo, se manifiestan críticamente sobre el ejercicio de la violencia en que se había sumido el país, cuestión ejemplificada en algunos juegos de estudiantes más pequeños que Nadia, que

 

con sus caritas pintadas de tiza jugaban a la represión y al resentimiento. Unos eran aprehensores y otros aprehendidos, las sillas simulaban un microbús, las imaginarias piedras chocaban contra los inexistentes vidrios y los imaginarios palos se estrechaban contra los débiles cuerpecitos que luchaban encarnizadamente con el vital impulso de la libertad. (Rûpu 1986, nro. 2)

 

En ese sentido, pareciera ser que el grupo de profesores que redactó la carta defendía una escuela que se mantuviese ajena a la adopción de las formas de lucha política de esos años. No obstante, el grupo finalizaba con un llamado a la esperanza y a la construcción de memoria:

 

No te hemos perdido Nadia, seguiremos teniéndote a través de otros niños como tú, a quienes seguiremos entregando lo mejor de nosotros, como a nuestros hijos o más que a ellos, para que sean capaces de labrar su propio futuro y el de su patria, de América y del mundo. (Rûpu 1986, nro. 2)

 

Testimonios como los recogidos en esta carta permiten dar cuenta del sentir del profesorado ante la situación del país bajo la dictadura, de las protestas contra esta y de la represión. Expresiones de este tipo no son fáciles de encontrar, pues las fuentes provenientes del sistema escolar, por lo general, responden al funcionamiento más formal y normativo, no representando canales de expresión de los sujetos que integran las comunidades educativas.

 

Referencias

Adler Lomnitz, Larissa y Ana Melnick. 1998. Neoliberalismo y clase media: el caso de los profesores de Chile. Santiago: DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.

APSI Extra. 1986. “2 y 3 de julio: Así fue”. APSI Extra (7 de julio).

Bravo, Viviana. 2017. Piedras, barricadas y cacerolas: las jornadas nacionales de protesta, Chile 1983-1986. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado.

Matamoros, Christián y Rolando Álvarez. 2020. “‘No + Municipalización’. La resistencia docente a los traspasos de escuelas públicas. Chile, 1986”. Izquierdas nro. 49 (marzo): 2146-2177.

Sindicato COMUDEF. 1986. “Página editorial”. Rûpu, año 1, nro. 1 (junio).

Sindicato COMUDEF. 1986. Rûpu, año 1, nro. 2 (julio).

Sindicato COMUDEF. 1986. Rûpu, año 1, nro. 3 (agosto).

Solidaridad. 1986. “En las poblaciones. Así murieron”. Solidaridad nro. 227 (18-31 de julio).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DOCUMENTO N° 1

 

A Nadia Fuentes C.

Querida niña, pequeña mártir de “Los Copihues”… Muchos de nosotros, los profesores, tenemos nuestras vidas tan atochadas de contenidos, papeles, niños y problemas, que rara vez hacemos un alto en el camino para descubrir ante Uds. nuestro pensamiento, nuestra alma y nuestro corazón, ¡Hay tantas cosas que hubiéramos querido decirte cuando vivías, cuando eras un delgado rostro y cuerpecito más, en las clases de nuestra sencillísima escuela de población! Decirte a ti y a todos tus compañeros, por ejemplo ¡Cuánto les amamos y cómo nos duelen los pocos años que van viviendo! El polvo que les ahoga en el verano y el barro hasta las desnudas canillas en el invierno ¡Cómo nos duelen los precoces drogadictos, homosexuales y prostitutas que ya desde tan pequeños se vislumbran, sus hogares, deshechos por la cesantía, el alcoholismo y la incomunicación! ¡Cómo nos duele la niña madre que ya lava pañales y llora responsabilidades, el niño obrero o vendedor de calugas, cuando en otras latitudes para los de su misma edad, la vida recién como una flor se abre! ¡Cómo nos duele el delincuente que pasó por nuestras aulas y que a pesar de nuestro tesón y esfuerzo, se dejó ganar por la deshumanización y hoy roba, hiere y mata a sus compañeros, en su propia población!

Nadia, tal vez muchas veces, tú y tus compañeros te resentiste con nosotros ¡qué viejos más exigentes! Y el devenir nos obligó a posponer siempre, el momento de explicarles ¡Claro que somos exigentes! porque les amamos, porque queremos ayudarles, para que por lo menos, a través del conocimiento, puedan remontarse tan alto como quieran en las cumbres del saber y del pensamiento, porque queremos darles algunos elementos que les ayuden a conocerse y comprenderse, para que sean capaces de traspasar las barreras de su pobre villa y buscar las posibilidades de desarrollo a que tienen derecho, para que no se conformen con ser parte del getho ¡Es que no podemos quedarnos con la explicación de que tal vez son enfermos deficientes, hijos de alcohólicos o producto de cualquier otra lacra de las que afectan a los niños de poblaciones como la nuestra! por lo menos, en nuestras aulas, tratamos de buscar los mejores métodos para quitarles de la cabeza que “no dan más”, para que se valoren en lo que realmente son, seres humanos con muchas potencialidades, ¿Cómo sabemos si acicateando sus decisiones de ser y de vencer podrían el día de mañana estar entre los mejores? y ¿Por qué no también, ayudar a administrar y gobernar este país?

Nos duele querida niña los juguetes que tal vez no tuviste, los manjares que tal vez apeteciste y nunca comiste, los sueños que en vez de colores fueron grises, las oportunidades que no tuviste ¡la misma vida que tan cruelmente te quitaron!...

¡Cómo nos duele la ausencia de cantos y rondas infantiles en los patios de nuestras escuelas, los juegos de los niños reemplazados por actos suicidas, por dramatizaciones de crueles vivires! Cómo ahogar la pena por ejemplo, por las imágenes de aquella tarde de lluvia, en que un grupo de tus compañeros, de cursos más pequeños con sus caritas pintadas de tiza jugaban a la represión y al resentimiento. Unos eran aprehensores y otros aprehendidos, las sillas simulaban un microbús, las imaginarias piedras chocaban contra los inexistentes vidrios y los imaginarios palos se estrechaban contra los débiles cuerpecitos que luchaban encarnizadamente con el vital impulso de la libertad ¿Cómo hablarles entonces de aquellas hermosas historias infantiles, de príncipes, hadas y cenicientas? ¿de niños de hermosas fantasías, de la valentía y virtudes recompensadas? Y ahora, ¿Cómo explicarles tu corta vida masacrada por humanos como nosotros? ¿La diferencia entre el bien y el mal? ¿Cuáles los humanos buenos y cuáles los malos? si además, todos los días escuchamos; que todos somos hermanos…

Tal vez te conocimos poco, tal vez, poco nos conociste; pero no te hemos perdido Nadia, seguiremos teniéndote a través de otros niños como tú, a quienes seguiremos entregando lo mejor de nosotros, como a nuestros hijos o más que a ellos, para que sean capaces de labrar su propio futuro y el de su patria, de América y del mundo!

Tendrá que llegar el día en que los niños vuelvan a ser niños, en que nuestras escuelas se cubran de luces y colores, en que vuelvan a sonar en nuestros corazones, las risas, cantos y juegos infantiles, ¡entonces vivirás en cada generación de niños de saludables mejillas, sanos de piojos, sarnas y gusanos, vivirás en cada generación de nuevos niños, con todas las posibilidades para desarrollar al máximo sus capacidades!

Entonces vivirás Nadia, y nosotros… nosotros también entonces, viviremos.

 

Tus profesores

Santiago, julio 2 de 1986.

 

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[1] Entrevista a Bernardo Medel, 15 de marzo de 2016.