Nicolás Dip (2023). Movimientos estudiantiles en América Latina: interrogantes para su historia, presente y futuro. Buenos Aires: CLACSO, IEC-CONADU, 88 pp.

 

Autor: Andrés Donoso Romo

Filiación institucional: Instituto de Estudios Avanzados en Educación (CIAE), Universidad de Chile.

Correo electrónico: andres.donoso@ie.uchile.cl

 

Movimientos estudiantiles en América Latina, el último libro del sociólogo e historiador Nicolás Dip, ofrece una imagen de conjunto sobre este fenómeno social a partir de una perspectiva sociohistórica. Una panorámica que se ve enriquecida con la presentación de las principales discusiones que dinamizan el campo de los estudios sobre la materia. En lo fundamental, la obra responde ocho grandes preguntas que transitan desde lo teórico-conceptual hasta lo histórico-contextual. Preguntas como, por ejemplo, ¿qué son los movimientos estudiantiles? ¿Qué fue la Reforma de 1918? ¿Existió un Mayo del 68 latinoamericano?

Para abordar estas interrogantes, el libro propone una reflexión de alcance latinoamericano que se ancla en una escala temporal de larga duración. El entendimiento de que se vale el autor para realizar esta tarea es que los movimientos estudiantiles serían ecos de experiencias precedentes (Dip 2023, 65); lo que sugiere, por un lado, que cada nuevo movimiento reproduciría, en algún grado, a los movimientos que le antecedieron, e insinúa, por otro lado, que ellos también tendrían una dimensión creativa. Con base en esta presunción, el libro bosqueja las principales coordenadas del fenómeno, abarcando desde sus expresiones más tempranas, que se remontan hasta principios del siglo XX, hasta sus manifestaciones más recientes, que se proyectan hasta bien entrado el siglo XXI (15). Una empresa que no debe evaluarse por su exhaustividad, sino por su capacidad de servir de aliciente para discutir “sobre la historia de los movimientos estudiantiles y sus actuales derroteros” (16).

Un aspecto notable de la obra comentada es que sus análisis descansan en las fuentes más actualizadas sobre el fenómeno. Una cualidad que no debe sorprender en la medida que Nicolás Dip ha sido, en el último lustro, uno de los principales animadores de los espacios de encuentro y formación sobre los movimientos estudiantiles a nivel latinoamericano. Este corpus fue el que le permitió entrelazar los principales hitos de la historia moderna de América Latina con los más de 20 movimientos a los que se alude. Aunque estos movimientos no se tratan con la misma profundidad, en todos ellos se destaca uno u otro aspecto sustantivo; por ejemplo, al referirse a las protestas que ocurrieron en México hace casi diez años se apunta:

 

El 11 de mayo de 2012, Enrique Peña Nieto se presentó en un acto en la Universidad Iberoamericana y los estudiantes cuestionaron su papel en la represión en San Salvador Atenco y el pasado autoritario del PRI. En medio de las protestas, Peña Nieto huyó del auditorio. Varios políticos declararon a los medios que quienes participaron no eran estudiantes, sino infiltrados instigados por el candidato de oposición. Indignados, los estudiantes difundieron una convocatoria en Facebook para que sus compañeros subieran videos mostrando su credencial universitaria, como parte de una campaña llamada “131 estudiantes de la Ibero responden”. La mayoría de las universidades públicas del país se unieron al movimiento con la consigna #YoSoy132. (Dip 2023, 47)

 

En el libro se identifican, a su vez, varios focos de controversias en la literatura especializada. Uno de ellos, con rasgos fundacionales, refiere al lugar que tuvo el movimiento argentino de 1918 en el escenario estudiantil latinoamericano de la primera mitad del siglo XX. Dip sostiene, tomando posición, que la Reforma Universitaria tuvo una notoria influencia en los posteriores activismos estudiantiles del continente. Pero también afirma, a renglón seguido, que sería un error entenderla como el punto de partida de este fenómeno en la región (29). El texto da a entender que las protestas argentinas habrían sido la cristalización de procesos y descontentos presentes en distintos países latinoamericanos; es decir, que habría sido una de sus primeras manifestaciones, pero no necesariamente la primera.

El texto repara, a su vez, en que las demandas estudiantiles tienen más de una dimensión. Una aseveración que cuenta con ilustres exponentes, pero también con múltiples oponentes. A diferencia de las voces que sostienen que las banderas políticas predominarían sin contrapeso en este tipo de fenómenos, una aseveración usual en especialistas que investigan el movimiento estudiantil mexicano de 1968, Dip sostiene que las exigencias suelen tener dos aristas, una política y otra educacional. Al respecto, el autor señala:

 

La dimensión política no debe hacer perder de vista que todo movimiento estudiantil también está dado por su anclaje educacional. Si bien los estudiantes no implican necesariamente movimientos estudiantiles, sin estudiantes y sin instituciones educativas no pueden existir estos últimos. Así, la política y la educación son las dos dimensiones centrales y constitutivas de los movimientos estudiantiles. Esta doble cara explica que sus problemáticas y demandas conjuguen reivindicaciones de tipo gremial y educacional con otras de fuerte carga política y social. Desde la exigencia de condiciones y becas para poder estudiar, reformar los planes de estudio, participar en el gobierno y en la orientación de las instituciones, hasta el debate de cuestiones que implican al conjunto de la sociedad, como el tipo de regímenes políticos, los modelos económicos u otros proyectos sociales y culturales más amplios. (Dip 2023, 18-19)

 

El último punto que se quiere subrayar es que el texto identifica, ajustadamente, algunas tendencias en la literatura especializada que conspiran contra el objetivo de lograr una adecuada comprensión de los movimientos estudiantiles. La primera es la invisibilización que afecta a las mujeres en los estudios sobre el fenómeno, cualidad que obedecería al machismo que impregna nuestras sociedades y, sobre todo, a sus desdoblamientos en la academia. La segunda, en tanto, es la concentración de las investigaciones en unos pocos casos, en general, los más dramáticos, espectaculares y/o masivos (54). Focalización que tiende a dejar afuera infinidad de movimientos que podrían ayudar a complejizar y, por lo mismo, a mejorar nuestras comprensiones.

Para concluir esta invitación a adentrarse en los Movimientos estudiantiles en América Latina se repara en que su autor se inscribe en una tradición con profundas raíces e ilustres exponentes, una tradición que combina historia y sociología para proponer relatos que nos ayuden a pensar los movimientos estudiantiles y, sobre todo, que contribuyan a preguntarnos por su historia, por su presente, por su futuro.

 

 

Andrés Donoso Romo es doctor en integración en América Latina por la Universidad de São Paulo. Actualmente se desempeña como investigador del Instituto de Estudios Avanzados en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile.