“Educación popular”.
Una interesante conferencia de la señorita Lucila Godoy.
La noche de las proletarias
Eduardo Mancini
Escuela de Portugués, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario
xemancini@yahoo.com.ar
Gabriela Mistral arribó a Punta Arenas en 1918 para dirigir el Liceo de Señoritas local. Desde ese espacio interpeló a todos los sectores de la sociedad, buscando mejorar las condiciones de sus alumnas. Proyectó arreglos para el local escolar, propuso vacaciones de invierno, procuró brindarles desayunos y atención odontológica, y decidió abrir una escuela nocturna para obreras, tema de su conferencia de septiembre de 1918, que publicó El Magallanes bajo el título “Educación popular”. Esta pieza pertenece al nutrido y disperso corpus de escritos que revelan su pensamiento social. Entre las varias líneas que allí desarrolla nos interesa poner el foco en el cruce entre las condiciones de género y de clase de sus alumnas, donde la maestra elquina anticipa lo, que un siglo después, las teorías feministas definirán como “interseccionalidad”.
Asomémonos al escenario del extremo sur magallánico que, en 1918, recibió a Gabriela. Punta Arenas, con sus 20 mil habitantes de las más diversas procedencias, constituye una pequeña urbe industrial con establecimientos ganaderos, frigoríficos, puerto, talleres, comercios y escuelas. El que sierra la madera y el que empuña las tijeras en la esquila, el rompedor de piedras y el que descarga fardos en los malecones, el que va a la mina o a la pesca y el que atiende la taberna, comienzan a reconocerse como clase a partir del yugo común en una extensa jornada laboral, el hambre siempre amenazante, los cuerpos cansados y las sombrías moradas donde se precipitan por las noches a recuperar las fuerzas perdidas. Ya han erigido la Federación Obrera, realizado huelgas memorables y obtenido un convenio que establece las ocho horas de trabajo. Revelan estos proletarios una inquietud por su instrucción, el deseo de discernir la palabra escrita para mejor comprender la nueva realidad, para aprehender la novedad científica que los torne más capaces, para intercambiar cada voz con la de sus iguales. Como las horas de sol corresponden al patrón, deciden robar al sueño nocturno el tiempo para instruirse: nace la Escuela Nocturna Popular. En esa noche de los proletarios “se prepara, se sueña, se vive ya lo imposible: la suspensión de la ancestral jerarquía que subordina a quienes se dedican a trabajar con sus manos a aquellos que han recibido el privilegio del pensamiento”[1].
Es tal la afición de los obreros por su escuela que en sus desfiles callejeros suelen detenerse ante su sede y saludar a sus cófrades aprendientes. El alumno Antonio Martínez pone en versos ese sentimiento:
“Oh escuela propagadora
de luz al proletariado,
tu ambiente está embalsamado
por la ciencia bienhechora.
Das cariñosa instrucción,
al que en el día a ganar,
va el sustento de su hogar
sin dejar su obligación”[2].
¿Y las obreras? Ellas también se han sumado al paisaje industrial: lavanderas, planchadoras, costureras, domésticas, maestras, conforman casi un tercio de la fuerza laboral. En 1912, las obreras de la Lavandería Modelo van al paro después de tres meses sin percibir salario, protagonizando “la huelga de las pizarras”, a la que se unen otras mujeres del pueblo, en protesta por los precios de los alimentos. Desde 1906, funciona el Liceo de Señoritas, pero las que trabajan no pueden asistir. Entonces, llega Gabriela Mistral, con su ofrenda educativa para la noche de las proletarias.
En su discurso, Mistral reprende la inacción estatal y los privilegios patriarcales:
“[L]a inmensa cantidad de mujeres que no recibieron los beneficios de la obligación escolar, queda al margen de esta era nueva. El Estado, al no abrir para ellas clases nocturnas, las declara tácitamente condenadas a no incorporarse jamás en las actividades humanas más nobles. Es una fatalidad monstruosa”.
Destaca, en contrapartida, el esfuerzo de la población local, cuya Sociedad de Instrucción Popular proporciona el salón para la escuela nocturna. Mistral propone crear una biblioteca, con una sección infantil y otra popular: “La primera servirá a las alumnas del liceo mismo y la segunda a las obreras que asisten a los cursos nocturnos”[3].
El pensamiento social de Mistral se venía forjando desde antaño. Pese a su renuencia a proclamarse feminista, compartía con estas tanto su maternalismo como el reclamo de instrucción femenina, tal como se manifiesta en “La instrucción de la mujer”, texto que publicó a los 17 años en La Voz de Elqui:
“Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla. Abrirle un campo más vasto de porvenir, es arrancar a la degradación muchas de sus víctimas. (…) habrá así menos sombra en esa mitad de la humanidad. Y más dignidad en el hogar”[4].
Su identificación con los humildes se remonta a la infancia, a la casa de adobe con “su madre inclinada horas y horas sobre la costura para ganar el pan” y su hermana Emelina, que “debía trasladarse a caballo” varios kilómetros para ejercer como maestra[5]. Alrededor, entre los cerros y el río, humildes familias campesinas laboraban las viñas, higuerales y duraznales.
La mirada “interseccional” de Gabriela la hizo poner distancia del feminismo chileno de esos años. En su artículo “Organización de las mujeres”, publicado en El Mercurio en 1925, refiere su respuesta a Amanda Labarca ante la invitación a formar parte del Consejo Nacional de Mujeres:
“[lo haría] con mucho gusto, cuando en el Consejo tomen parte las sociedades de obreras, y sea así, verdaderamente nacional, es decir, muestre en su relieve las tres clases sociales de Chile. (…) La clase trabajadora no puede alcanzar menos de la mitad de representantes en una asamblea cualquiera; cubre la mitad de nuestro territorio, forma nuestras entrañas y nuestros huesos. Las otras clases son una especie de piel dorada que la cubre. (…) Si la clase alta se siente extraña al pueblo por sus costumbres, la media no lo siente menos extraño por su ignorancia. (…) Santa ronda nacional de mujeres sería esa en que la mano pulida coja la mano prieta, y la aparadora de zapatos escuche, de igual a igual, a la maestra, y la costurera diga a la patrona cómo van viviendo ella y sus tres hijos con su salario de tres pesos”[6].
Dos años más tarde, desde Fontainebleau, Francia, en una carta al maestro argentino Julio Barcos, critica a ciertas maestras:
“Yo conozco en ellas especialmente el renegamiento de su clase, la vergüenza de venir del pueblo, el olvido de toda solidaridad con su carne, el ningún sentido de clase, la indiferencia absoluta para los problemas obreros que tienen tanta relación con la escuela”[7].
Su estadía en México la llevará a incorporar un nuevo sujeto a su discurso social: los pueblos indígenas de Nuestra América. Una vez más, la escuela nocturna será el medio adecuado para su instrucción:
“Allí tuve yo la alegría de aprender que ha sido una vieja y malhadada superstición aquello de que el indio americano padece de una incapacidad intelectual irredimible. (…) Vi sobre todo la sed de leer, de escribir, recitar, danzar y cantar, que posee el pueblo indígena. La alfabetización iba de mes en mes liquidando centenares de analfabetos. Esas escuelas nocturnas (…) eran también el desagravio a una raza entera, la indígena, y eran además una escuela de civilidad. El analfabetismo retrocedía a ojos vistas de zona a zona rural: un segundo México nacía”[8].
Gabriela Mistral dirigió el Liceo de Señoritas de Punta Arenas y sus cursos nocturnos para obreras apenas un par de años: en abril de 1920 dejó la tierra que no tiene primavera para seguir nuevos rumbos. Estancia corta, pero prolífica: si los versos de su libro Desolación nos acercan los requiebros que anidan en su recóndito ser, textos como “Educación popular” nos ayudan a introducirnos en su complejo pensamiento social. Nos alejamos así, una vez más, de la versión edulcorada e inocua que se quiso dar de esta maestra, para encontrarnos con su claro compromiso pedagógico con los sectores humillados de la sociedad.
Referencias
Barcos, Julio R. Cómo educa el Estado a tu hijo y otros escritos. Gonnet: Universidad Pedagógica Nacional, Editorial Universitaria, 2013.
Mistral, Gabriela. “Organización de las mujeres”. Diario El Mercurio (1925). https://lapollera.cl/organizacion-mujeres-gabriela-mistral/.
Mistral, Gabriela. Lucila Gabriela: La voz de la maestra, comps. María Isabel Orellana Rivera y Pedro Pablo Zegers Blachet. Santiago: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Museo de la Educación, 2008.
Rancière, Jacques. La noche de los proletarios. Archivos del sueño obrero. Buenos Aires: Tinta Limón Ediciones, 2010.
Rodríguez, Manuel Luis. Colonos, gañanes y peones. Historia del trabajo y los trabajadores en Magallanes y la Patagonia. Punta Arenas, 2004.
Samatán, Marta Elena. Gabriela Mistral. Campesina del Valle del Elqui. Buenos Aires: Instituto del Libro Argentino, 1969.
Sepúlveda Vásquez, Carola. “‘La tierra a la que vine no tiene primavera’. Gabriela Mistral en la Patagonia chilena”. Revista Mexicana de Historia de la Educación II, nro. 3 (2014).
[1] Jacques Rancière, La noche de los proletarios. Archivos del sueño obrero (Buenos Aires: Tinta Limón Ediciones, 2010), 20.
[2] Manuel Luis Rodríguez, Colonos, gañanes y peones. Historia del trabajo y los trabajadores en Magallanes y la Patagonia (Punta Arenas, 2004), 430.
[3] Carola Sepúlveda Vásquez, “‘La tierra a la que vine no tiene primavera’. Gabriela Mistral en la Patagonia chilena”, Revista Mexicana de Historia de la Educación II, nro. 3 (2014).
[4] Gabriela Mistral, Lucila Gabriela: La voz de la maestra, comps. María Isabel Orellana Rivera y Pedro Pablo Zegers Blachet (Santiago: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Museo de la Educación, 2008), 56.
[5] Marta Elena Samatán, Gabriela Mistral. Campesina del Valle del Elqui (Buenos Aires: Instituto del Libro Argentino, 1969), 69, 79.
[6] Gabriela Mistral, “Organización de las mujeres”, diario El Mercurio (1925). https://lapollera.cl/organizacion-mujeres-gabriela-mistral/.
[7] Julio R. Barcos, Cómo educa el Estado a tu hijo y otros escritos (Gonnet: Universidad Pedagógica Nacional, Editorial Universitaria, 2013), 266.
[8] Mistral, Lucila Gabriela, 172.