Viajar con Gabriela a la escuela-granja
Martha Isabel Leñero Llaca
mar.llaca@gmail.com
En este breve texto, se abordan algunas reflexiones que despiertan y abren la lectura del ensayo escrito por Gabriela Mistral en 1922, “Cómo se ha hecho una escuela-granja en México”, publicado en la recopilación realizada por la Universidad de Valparaíso en 2017 y que lleva por título Gabriela Mistral. Pasión de enseñar. Pensamiento pedagógico. Estas reflexiones giran en torno al estilo de escritura, las ideas educativas de la época y su vigencia, así como de la importancia de ceder e incorporar las palabras de los otros en el relato de la experiencia.
2. Primeras reflexiones
Feliz de haber sido invitada por una colega pedagoga e historiadora chilena muy querida a comentar un texto de Gabriela Mistral, muy pronto dicho texto me invitó también a soltarme del papel, acercando mi lectura a un viaje en el tiempo y el espacio a través de sus palabras, algunas enigmáticas y otras muy familiares, pero al fin y al cabo convirtiéndome en receptora a destiempo de una especie de carta, de esas que se escriben entre amigas, de esas que transmiten justamente una experiencia, una impresión, muchos afectos y múltiples ideas. Doble invitación, por tanto, recibida también como “recado” que, al decir de mi colega Carola Sepúlveda, es un “género de escritura” utilizado por nuestra autora a través del cual “critica, advierte y transmite un poco de su experiencia, en un sentido benjamiano”[1]. Género de escritura al que Mistral recurrió sobre todo en el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, es decir, un poco después del texto que ahora nos ocupa, pero en el que podemos encontrar la intención de construir un estilo.
Transmitir la experiencia mediante el contar del viajero, como decía Walter Benjamin en El narrador, entendiendo que solo así, viajando y contando, se comunica una experiencia y un saber, es lo que nuestra viajera Mistral nos deja cuando cuenta parte de su experiencia en México. Es este un relato en el que pueden verse sus otros viajes —intelectuales y materiales—, que tampoco eran muy comunes para las mujeres en la segunda década del siglo XX y menos común todavía verlas a ellas ocupando puestos diplomáticos o representativos como los desempeñados por Gabriela, lo que las hacía absolutamente singulares y extraordinarias.
En su texto “Cómo se ha hecho una escuela-granja en México”[2], recopilado recientemente por la Universidad de Valparaíso en una edición que reúne varios de sus escritos, encontramos tanto sus impresiones y sentimientos con respecto a la visita de una escuela en particular, como también corroboramos el significado que tiene para ella escribir, que además de alegrarla, como ella misma lo dice, “siempre me suaviza el ánimo y me regala un día ingenuo, tierno, infantil. Es la sensación de haber estado por unas horas en mi patria real, en mi costumbre, en mi suelto antojo, en mi libertad total”[3].
Con su escritura, Mistral nos suaviza la lectura, dándonos esa libertad total de responder y pensar desde el principio, es decir, desde el título mismo: no solo va a “describir” una escuela, sino que, justamente, nos va a contar “cómo se ha hecho”, lo cual nos autoriza a pensar que el “hacer” una escuela además tiene que ver con un oficio, el que puede referirse al “oficio docente”, por ejemplo, o al trabajo simple y complejo de “hacer escuela”. Su relato comienza así:
“Empiezo a dar mis impresiones de la enseñanza en México con la más pobre de todas las escuelas, con la que encontré más desnuda en mi primera visita, y a la que he visto crecer bajo mis ojos, en dos meses, por una de esas maravillas que sólo hace el Espíritu, que no podrá hacer nunca sino el Espíritu”[4].
Señalo este primer párrafo, porque aparece por duplicado una de las primeras palabras enigmáticas, al menos para mi entendimiento y, quizá, para mi época: el Espíritu, con mayúscula. El enigma se resuelve un poco si vemos en el espíritu una referencia a una causa no material, que crece a pesar de la carencia, de la desnudez, de la falta de protección, que está a la intemperie; pero la palabra-enigma nos puede llevar más lejos, para entender el porqué de su uso. Ese más allá puede encontrarse en la historia de la educación en México, en los años veinte del siglo pasado, que se vivía “postrevolucionariamente” y, a escala mundial y regional, remite a los intercambios internacionales, latinoamericanos y trasatlánticos, tanto intelectuales como ideológicos y comerciales. Por ello, este tipo de textos, como el de Gabriela, funcionan de manera muy precisa como fuente para la historia de la educación.
En esa historia mexicana hay muchos “señores” y personajes, la mayoría varones, como José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet, por nombrar a los más importantes en el ámbito educativo, quienes estuvieron al frente de la Secretaría de Educación Pública, recientemente creada en 1921, como secretario el primero y subsecretario el segundo, y quienes estuvieron directamente involucrados en la invitación a Gabriela Mistral a México.
En las múltiples “historias” y trabajos de análisis sobre esta época, llama la atención la mención del espiritualismo, señalado como “una de las principales tendencias educativas en el México posrevolucionario”[5]. Sin profundizar aquí en las tramas y redes que hacían posible la existencia de esas “comunidades interpretativas” compartidas, de las que se han ocupado muchas investigadoras e investigadores, solo me importa señalar cómo ya desde el primer párrafo del texto de Gabriela Mistral podemos preguntarnos por ciertos significados y transitar hacia una historia densa, donde se entrecruzan ideas pedagógicas, existenciales y diversos ideales que ponen en movimiento proyectos educativos amplios y “nuevos”. Podemos pensar que esto funciona para todas las épocas, pero adquiere especial importancia en un momento en que estaba todo por hacerse frente al inmenso porcentaje de analfabetismo, tanto en México como en, prácticamente, toda la región latinoamericana.
Así, en México, bajo la inspiración de experiencias educativas exitosas en otras partes del mundo, se instauran las misiones culturales, las escuelas rurales, las normales, las bibliotecas públicas; se multiplican las ediciones y sus distribuciones a lo largo y ancho del país, así como las revistas que difunden pensamientos pedagógicos que van desde las experiencias educativas de Tolstoi, de Tagore, mencionados en el texto de Gabriela[6], hasta los debates sobre la "escuela nueva”, que retoman las ideas de Pestalozzi o Froebel, entre algunos de los referentes “intelectuales” y pedagógicos de la época. Todo ello nos habla, me parece, de una búsqueda nunca acabada hasta hoy por mejorar la escuela, para convertirla en una experiencia vital. De este modo, el texto de Mistral se vuelve vigente en tanto nos recuerda que los proyectos educativos de una nación o de una comunidad, de antes y de ahora, se acompañan de ideales, ideologías, utopías, controversias, desacuerdos, debates públicos y privados, descubrimientos de diversas ciencias sobre la infancia o la adolescencia, lo cual, en resumen, hacen de la escuela y su institucionalización un acto político por excelencia, o como diría Rancière, “una poética del saber”[7].
3. Voces recuperadas
En su visita a la escuela-granja, localizada en los márgenes de la ciudad de México, además de contar cómo llega ahí, de preguntarse por qué la llevan a ver una de las escuelas más pobres y, luego, de “maravillarse” por lo que ve cuando descubre a los alumnos sembrando parcelas, llama la atención la centralidad que otorga en su texto a la voz del maestro, voz que ingresa cuando Gabriela le pregunta:
“—¿Cómo hizo usted esta escuela, compañero? —fui preguntándole. Estábamos sentados delante de una mesa rústica y yo compartía la comida frugal del hombre tolstoyano. Y fue contándome, con la sencillez con que nuestros campesinos cuentan la poda de sus árboles”[8].
La narración del maestro Arturo Oropeza sobre el inicio, la ampliación y el crecimiento de la escuela Francisco I. Madero y sus actividades es extensa y se intercala con breves “comentarios” de Mistral, como su crítica, entre otras muchas, a la “congestión libresca”, la “vanidad intelectual”, “la injuria que siente el normalista chileno si se le da un nombramiento de escuela rural”[9]. Además de la enorme lista que podría hacerse de frases contundentes y palabras clave, como “sencillez”, “humildad”, “el hombre humilde”, “apostolado”, “pasta racial”, “dulzura del pueblo mexicano”, “redención”, “éxito moral”, “modo objetivo”, “racional escuela”, “compañero”, quisiera destacar, en esta parte del texto que cede por completo el lugar de enunciación al maestro, el enorme parecido que este modo de escritura guarda con lo que ahora conocemos como investigación etnográfica en educación, en la que leemos, literal y textualmente, a las y los protagonistas y actores de nuestros trabajos de investigación. Es así como Gabriela inserta un estilo que se convertirá en uno de los requisitos de nuestra forma de investigar en, desde y para la escuela. Pionera, entonces, en múltiples sentidos.
Cierro el presente texto con ella y con una pregunta pedagógica y humana de todos los tiempos. Gabriela se interroga: ¿Qué serán estos niños en diez años más? ¿Qué los diferenciará de los otros, formados en las escuelas primarias? Después de enunciar todo lo que no serán, escribe:
“Serán hombres de la tierra, sensatos, sobrios y serenos, por el contacto con aquella que es la perenne verdad. Harán una democracia menos convulsionada y menos discurseadora que la que nos ha nacido en la América Latina, porque, hay que decir mil veces este lugar común: la pequeña propiedad (que ellos exigirán y que conseguirán en México) aplaca las rebeldías, la dignidad a la vida humana y hace el corazón del hombre propicio a las suavidades del espíritu. La pequeña república agraria que estos niños han creado les irá revelando el régimen económico y los caminos por donde se busca la prosperidad de un país; no tendrán el odio de la riqueza, que sólo cuaja cuando el hombre no tiene nada que defender ni amar bajo el sol porque sea suyo”[10].
Referencias
Benjamin, Walter. El narrador, traducción de Roberto Blatt. Madrid: Taurus, 1991.
Mistral, Gabriela. “Cómo se ha hecho una escuela-granja en México”. En Gabriela Mistral. Pasión de enseñar. Pensamiento pedagógico, 259-266. Valparaíso: Editorial de la Universidad de Valparaíso, colección Pensamiento, 2017.
Moraga Valle, Fabio. “Las ideas pedagógicas de Tolstoi y Tagore en el proyecto vasconcelista de educación, 1921-1964”. Historia Mexicana lxv, nro. 3 (2016): 1341-1404.
Moraga Valle, Fabio. “Jaime Torres Bodet y la permanencia del ‘espiritualismo’ en el sistema educativo mexicano, 1921-1964”. Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación nro. 10 (diciembre, 2018): 144-173.
Rancière, Jacques. El desacuerdo. Política y filosofía. Traducción de Horacio Pons. Buenos Aires: Nueva Visión, 1996.
Sepúlveda Vásquez, Carola. “Una madrina en época de guerra: Gabriela Mistral y sus recados”. Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación, nro. 2 (enero, 2014): 47-68.
[1] Carola Sepúlveda Vásquez, “Una madrina en época de guerra: Gabriela Mistral y sus recados”, Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación, nro. 2 (enero, 2014): 47.
[2] Gabriela Mistral, “Cómo se ha hecho una escuela-granja en México” [México, diciembre de 1922], en Gabriela Mistral. Pasión de enseñar. Pensamiento pedagógico (Valparaíso: Editorial de la Universidad de Valparaíso, colección Pensamiento, 2017), 259-266.
[3] Gabriela Mistral citada en Carola Sepúlveda Vásquez, “Una madrina…”, (enero, 2014): 49.
[4] Mistral, “Cómo se ha hecho”, 259.
[5] Fabio Moraga Valle, “Jaime Torres Bodet y la permanencia del ‘espiritualismo’ en el sistema educativo mexicano, 1921-1964”, Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación, nro. 10 (diciembre, 2018): 147.
[6] Para una profundización de las ideas educativas o pedagógicas de Tolstoi y Tagore y su vinculación con Gabriela Mistral, véase Fabio Moraga Valle, “Las ideas pedagógicas de Tolstoi y Tagore en el proyecto vasconcelista de educación, 1921-1964”, Historia Mexicana lxv, nro. 3 (2016): 1341-1404.
[7] Jacques Rancière, El desacuerdo. Política y filosofía (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1996), 54. La nota 5 de este libro refiere a su libro Los nombres de la historia. Una poética del saber (Buenos Aires: Nueva Visión, 1993).
[8] Mistral, “Cómo se ha hecho”, 260.
[9] Mistral, “Cómo se ha hecho”, 260.
[10] Mistral, “Cómo se ha hecho”, 265.