Gabriela Mistral. Lectura y escritura para mujeres-niñas indígenas, mestizas, de clase obrera o campesinas (1922-1924)

 

Magda Sepúlveda Eriz, Andrea Casals Hill, Pablo Chiuminatto

Cátedra Gabriela Mistral, Centro de Estudios de Literatura Chilena (CELICH), Pontificia Universidad Católica de Chile

msepulvu@uc.cl|acasals@uc.cl|pchiuminatto@uc.cl

 

Resumen

Gabriela Mistral vivió en México entre 1922 y 1924. Durante su estadía, publicó Lecturas para mujeres, una antología donde recopiló a autoras y autores cuyo mensaje era central para las mujeres pobres, campesinas e indígenas. Esta interseccionalidad de su pensamiento se plasma también en el cuento “La Cenicienta”, cuya versión mistraliana en verso crea a una protagonista amerindia, de piel morena, que es tratada como una sierva de la gleba en la casa criolla mexicana.

 

Palabras claves: Mistral, México, feminismo, indígenas.

 

Gabriela Mistral. Reading and Writing for Indigenous, Mixed-Race, Working Class, or Rural Women-Girls (1922-1924)

 

Abstract

Gabriela Mistral lived in Mexico between 1922 and 1924. During her stay, she published Lecturas para mujeres (Readings for Women), an anthology including authors whose message revolved around underprivileged women, farm girls, and indigenous females. The intersectionality of Mistral’s thought is evident in Mistral’s poetic version of the story “La Cenicienta” (Cinderella), in which the protagonist is a dark-skinned Amerindian girl treated as a servant of the flock —in her own house— by the aristocratic Mexican household.

 

Keywords

Mistral, Mexico, feminism, indigenous people.

 

Gabriela Mistral. Leitura e escrita para mulheres-meninas indígenas, mestiças, de classe operária ou campesinas (1922-1924)

 

Resumo

Gabriela Mistral viveu em México entre 1922 e 1924. Durante sua estadia, publicou Lecturas para mujeres, uma antologia em que recopilou a autoras e autores cuja mensagem era central para as mulheres pobres, campesinas e indígenas. Esta interseccionalidade de seu pensamento se reconhece também no conto “La Cenicienta”, cuja versão mistraliana em verso cria a uma protagonista ameríndia, de pele morena, que é tratada como uma serva da gleba na casa crioula mexicana.

 

Palavras-chave

Mistral, México, feminismo, indígenas.

 

Gabriela Mistral llega a México en 1922, invitada por José Vasconcelos (1882-1959) en su rol de primer secretario de Educación del país. La escritora venía acercándose a México a través del poeta Amado Nervo, con quien mantuvo una relación epistolar desde 1916 hasta la muerte del poeta mexicano en 1919[1]. Este primer viaje fuera de Chile abre una itinerancia para el resto de su vida, la que no estará exenta de la nostalgia que conlleva y la libertad que gana.

El pueblo mexicano, al que Mistral llega, confía en los poetas, tal como ella escribe en sus cuadernos:

 

“Este paisaje del valle de México es cosa tan nueva para mis ojos, que me desconcierto, aunque el desconcierto está lleno de maravillamiento. (…) Hace meses que vivo en un ajetreo del que no puedo dar idea. Cada día es una visita a una escuela o a un pueblecito. Y todo esto significa una clase, muchos discursos, y un oír cosas que me dan vergüenza, vergüenza verdadera. Esta gente mexicana quiere a los poetas, los siente personas decentes hasta seres de selección; pero hacen tantas invitaciones, Dios mío”[2]

 

Al igual que el pueblo, Vasconcelos confía en los intelectuales, los artistas y los profesores para generar una idea de nación que valorice a los indígenas mexicanos. Vasconcelos levanta la figura del indígena y llama a “despojarnos de toda suerte de sumisión, para mirar el mundo como lo mira el indio magnífico, sin arrogancia, pero con serenidad y grandeza”[3]. Esta cita, en la que Mistral antologa a Vasconcelos, es coherente con la opinión que la escritora tiene del líder mexicano:

 

“México me es generosísimo y cordial, pero yo tardo en cobrar confianza y no siento amigos míos sino a aquellos que lo son desde las honduras del alma y el pensamiento. Vasconcelos es mi único amigo de México y sin él me sentiría un poco ‘tolerada’ en el país, pero sin firmeza al caminar. Vasconcelos es el hombre de tipo americano más completo que he conocido; antilibresco, sin odios sociales, con su cultura, hecha corazón y acción. El caso de Vasconcelos es este: un hombre grande, enorme, y que está casi solo”[4].

 

Vasconcelos le encarga a Mistral preparar una selección de textos para su lectura en las escuelas femeninas mexicanas. La escritora titula la recopilación Lecturas para mujeres, dándole un lugar importante a autores del continente como José Martí, Rubén Darío, sor Juana Inés de la Cruz, José Enrique Rodó, Pedro Prado, Juana de Ibarbourou, José Santos Chocano, Juan Tablada, Pablo Neruda, María Monvel, José Vasconcelos y Alfonso Reyes, entre otros. Mistral pensó esta selección para un público mujeril específico. Escuchémosla en “Introducción a estas lecturas para mujeres” y observemos el público pensado por ella:

 

“Recibí hace meses de la Secretaría de Educación de México el encargo de recopilar un libro de lecturas escolares. Comprendí que un texto así corresponde hacerlo a los maestros nacionales y no a una extranjera, y he recopilado esta obra solo para la escuela mexicana que lleva mi nombre. [Se] trata de un colegio casi industrial [donde] las heterogeneidades de las edades de las alumnas —quince a treinta años­— sugiere la heterogeneidad de los trozos”[5].

 

Mistral tiene claro el carácter popular de su público lector: no son las alumnas de la aristocracia ni de las clases medias, sino aquellas que tienen dificultades económicas, las que, como ella, logran avanzar hacia un destino mejor que el de sus familias de origen mediante la educación. 

“Escribo este libro para las mujeres de mi sangre”, declara Mistral en la introducción a Lecturas para mujeres, situando así la palabra “sangre” muy en sintonía con Vasconcelos, quien afirmaba: “por mi raza hablará el espíritu” y lo proponía como lema para la Universidad Nacional de México (UNAM) cuando fue nombrado rector en 1921[6]. Mistral dice “sangre” en símil paradigmático con “raza”, aseveración en la que leemos la búsqueda de un receptor ideal: mujer pobre, rural, indígena. Variables que en la actualidad se concentran en el concepto de interseccionalidad[7] y que la previsión de la poeta integra en las primeras décadas del siglo XX. ¿Qué lecturas seleccionar para que las mujeres se identifiquen con su “sangre”? Mistral toma varias decisiones para lograr esta identificación: reconocimiento en la pobreza, integración a los valores nacionales y comprensión de la madre sin apoyo del marido. 

El libro Lecturas para mujeres se publica en México en 1924, bajo el auspicio de la Secretaría de Educación de México. Con el propósito de que la mujer campesina se valorice a sí misma, Mistral ha elegido textos donde los personajes pobres se reconocen como tales en dignidad. Para ello, selecciona “Los ojos de los pobres”, del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867). Este poema en prosa remite a un café parisino en invierno, pero no trata acerca de los que están adentro, sino de un padre y un hijo pobres que están afuera, mirando a través de la vidriera ese interior refinado. Los ojos del niño dicen: “Qué hermoso, pero es una casa donde solo puede entrar la gente que no es como nosotros”[8]. En diálogo con Baudelaire, Mistral escribe dos textos, “Manitas” y “Piececitos”, que están en Lecturas y, luego, se publicarán en su libro Ternura, que aparecerá en Madrid ese mismo año 1924. 

Las consonancias de “Manitas” con el texto de Baudelaire remiten a la contraposición entre pobreza y opulencia, pero el lugar donde está puesta la riqueza cambia. Mistral sitúa la opulencia en la naturaleza:

 

“Manitas de los niños,

manitas pedigüeñas

de los valles del mundo

sois dueñas.

 

Manitas de los niños

que hasta el árbol se tienden,

por vosotras los frutos

se encienden;

 

Y los panales llenos

se vierten y se hienden.

¡Y los hombres que pasan

no entienden!

 

[M]anitas extendidas,

manos de pobrecitos

benditos los que os colman,

¡benditos!

 

Benditos los que oyendo

que parecéis un grito,

os devuelven el mundo

¡benditos!”[9].

 

La riqueza no está tan solo en el ser humano que puede colmar la mano mendicante, está también en la naturaleza, que posee árboles frutales y colmenares que pueden cambiar la situación de pobreza. Entonces, Mistral connota el tema de la distribución de los productos agrarios en el centro del texto, indicando que la naturaleza es opulencia en sí misma, mientras que el accionar humano egoísta produce pobreza. Así representa al niño mendigo en la escena callejera, al modo de Baudelaire, pero construye al ciudadano caritativo en la misma acera y eso no está en la poesía del francés. Incluso, Mistral hace una reflexión sobre qué es la caridad y dice que el generoso “devuelve al pordiosero al mundo”, anotando la idea de que la humanidad es una condición que se entrega a otro en la forma como lo tratamos. 

En la misma introducción de Lecturas, Mistral comenta que los textos escolares tienden a privilegiar las preferencias lectoras de los estudiantes masculinos en desmedro de los intereses de las niñas. En sintonía con su preocupación por visibilizar textos de interés para niñas o que permitieran la identificación de las niñas indígenas, mestizas, de clase obrera o campesinas con sus protagonistas, Mistral versifica “La Cenicienta” (1926, publicada en El Tiempo de Bogotá), cuya propuesta se vincula con Lecturas. Otros cuentos clásicos de la tradición centroeuropea sobre los cuales Mistral trabaja dan origen, entre 1924 y 1928, a: “Caperucita Roja”, en Ternura (Editorial Calleja, 1924); “Blanca Nieves en la casa de los enanos”, en el diario El Espectador (1925) de Bogotá, y “La Bella Durmiente del bosque”, en El Gráfico, también de Bogotá. Los cuatro cuentos escogidos por Mistral para su versificación tienen en común una protagonista niña y que muestran señas de pertinencia cultural americana. Excepto por “La Bella Durmiente del bosque”, los restantes cuentos en verso también tienen en común que las niñas logran arreglárselas solas y saben tomar decisiones: a través del bosque, para llegar donde la abuela, en el caso de Caperucita Roja; para encontrar una casa, en el caso de Blanca Nieve, o ser resiliente y sobrevivir al abuso laboral, en el caso de Cenicienta.

En el poema-cuento “La Cenicienta”[10], Mistral valoriza a la joven trabajadora indígena de casa particular: “Cenicienta, Cenicienta,/ pegada al fogón se pasa/ y el hollín la va cubriendo/ como penitente saya”[11]. La saya no es solo la túnica que usan los ascetas o los penitentes en cuaresma; para Mistral, tiene un valor profundo. En Los motivos de San Francisco, Mistral dedica una viñeta al sayal del santo y dice:

 

“¿Por qué hiciste tu sayal de ese color de castaña, Francisco? Tal vez te lo dieron las espigas quemadas. Ellas disimulan la harina blanquísima que las hincha. Así tú disimulas tu santidad. […] O tal vez lo elegiste por ser el color de la tierra desnuda, el más desdeñado; pero que es bueno para el servicio cotidiano”[12].

 

De tal modo, podemos interpretar los primeros cuatro versos de “La Cenicienta” como una valorización mistraliana de la joven trabajadora que viste una “penitente saya”; esa niña amerindia, morena (“del color de la tierra desnuda”)[13] como el sayal de San Francisco. En 1923, en una nota de prensa titulada “Silueta de la india mexicana”, Mistral escribe: “Su carne, sin el sonrosado de las conchas, tiene la quemadura de la espiga bien lamida de sol”[14]. La saya habla del color más desdeñado y de la subjetividad indígena y campesina a quien Mistral dedica las Lecturas para mujeres.

En el poema “La Cenicienta”, Mistral no solo celebra a la niña mestiza, sino que denuncia la realidad a la que están expuestas las mujeres sirvientas en América Latina. En “Recado sobre el trabajo de la mujer”, Mistral declara: “Nuestras criadas (…) [a]graviada[s] y dolida[s] de esa paga injusta (…) que le han cicateado desde su tatarabuela”. Y continúa en el siguiente párrafo:

 

“[E]stas siervas de la gleba o la cocina, estas doncellas y mujeres que viven patio adentro, pocas veces con permiso y tiempo para salir (…) estuchadas como en una cárcel sin rejas, reducidas a laborar lo mismo día tras día, mes a mes, con apenas vida propia, vigiladas para que no las galanteen descalabradamente; las muy sumisas y laboriosas son remuneradas con mezquindad escandalosa que para los patrones no es sino la paga natural que siempre se les ha otorgado"[15].

 

Mistral destaca las consecuencias de la injusticia del trabajo de la Cenicienta, especialmente, los efectos físicos: “Con la ardentez de la hoguera/ se quemaron sus pestañas;/ de lavar grandes mosaicos/ quebrada tiene la espalda”[16].

Más adelante, la Encenizada tiene “quemados los dedos”[17] por rizar los cabellos de sus hermanastras. Mistral no esconde el abuso laboral al que está sometida la niña, ni cómo este afecta hasta su integridad física. Los grandes mosaicos que Cenicienta lava aluden también a la incorporación de azulejos y cerámicas Talavera en las casas patronales mexicanas desde la Colonia, los tiempos de la “tatarabuela”, señal que ya había atendido cuando, en una columna de 1923, recupera el tesoro cultural de las cerámicas conocidas como “jícaras de Uruapán”, en las que reconoce:

 

“No tiene esta industria la necesidad de la máquina fea y pesada, llena de frenos y piezas que rinden al obrero con su exceso de fuerza. Por esto ha sido un trabajo de mujeres. Con el guaje en el regazo, como un hijo (…)”[18].

 

Así, el azulejo colonial es mosaico para Mistral, quien tiene sus ojos puestos en la América indígena y mestiza, valorando las prácticas culturales de estos pueblos. La metáfora del mosaico denota la sofisticación intelectual de Mistral, quien busca valorar la piel “color de castaña” del indígena, a la vez que reconoce “las espigas quemadas [que] disimulan la harina blanquísima”[19] del mestizo.

Cuando aparecen la madrastra y sus hermanastras, Mistral las describe como ogresas. Recordemos que el ogro es un ser fantástico y enorme que todo lo engulle, come carne humana, pero también acumula riquezas. Estas ogresas del cuento no comen carne humana, pero consumen la vida de la Encenizada en el trabajo sin fin. Mistral no esconde tampoco que la madrastra, la mujer allegada a la casa de la niña, que podemos asociar a la “doña” de la elite criolla, no considera al pueblo nativo como un igual: “Su madrastra solo quiere/ las hijas de sus entrañas”[20]. Tal como en el cuento clásico, Cenicienta no es considerada una igual, una de su misma sangre o raza, más bien está al nivel de los “esclavos [que] les dan masajes/ y camareras [que] las bañan”[21]. “La pobre Encenizada” debe peinar a sus hermanastras, arrodillarse para calzarlas y verlas bailar[22]. La experiencia que destaca Mistral es compartida por numerosas niñas indígenas o campesinas mexicanas —y en América Latina en general—, que llegan a la ciudad para emplearse como ayuda doméstica, muchas veces en condiciones de injusticia.

En el cuento en verso, el hada madrina aparece como un ser mágico, pero también profundamente ético, en línea con la mirada de la propia Mistral. El hada no solo “ve” a la Encenizada, sino que pone todo su servicio al alivio del sufrimiento de la niña. Recordemos que un hada es una figura que cumple la función de mujer sabia, mentora o protectora, cuando se ausenta el progenitor[23]. En la versión de Mistral, ante la invitación del hada madrina para que la niña desposeída le abra su corazón, ella se define como “la hija del Tizón/ y la ceniza me cubre/ hasta el corazón”[24]. Un tizón es un leño a medio quemar, a medio consumir, como la misma infancia de la niña, agotada en el trabajo forzado al que está sometida. Y la ceniza, para Mistral, como se lee en un poema en prosa de 1941 titulado “La ceniza”, es quien “ayuda a la tierra fecunda, hermana sin hijo que alimenta al de la otra. La ceniza es ligera y callada”[25], valorizando esa devolución que señalábamos en el poema “Manitas”. Callada estuvo la Encenizada, hasta que el hada la acoge y su dolor es reconocido. Ante la declaración de la joven, el hada se pone en movimiento, cristalizando la ética mistraliana. Si en el poema “Piececitos” (Ternura) la poeta se indigna, porque nadie se inmuta con el frío que azula los pies descalzos del niño, a pesar de que los pueden ver, en su apropiación del cuento clásico, Mistral muestra cómo el reconocimiento del sufrimiento de la niña moviliza al hada.

Al igual que en la versión de Perrault, Mistral opta por desplegar dos bailes. De tal modo, la primera noche, Cenicienta recibe los dones del hada Esplendor, y la segunda, la viste Resplandor; cada una fabricándole un atuendo diferente. Luego de mirar a la niña con atención, Esplendor la viste con un velo: “La va mirando, mirando/ y el mirarla es cubrir/ su cuerpo de velo de oro,/ amaranto y carmesí”[26].

El amaranto es un cereal nativo de los Andes, que fue fundamental en la alimentación de las culturas prehispánicas y su flor es, justamente, color amaranto. En su inicio, el carmesí era un color que se obtenía en Europa mediterránea de una cochinilla (Kermes vermilio) que vive en ciertos arbustos (Quercus coccifera); sin embargo, una vez que los europeos llegaron a América, para la producción del color carmín, se comenzó a utilizar la cochinilla americana, que se cría sobre los nopales —emblemáticos en la cultura azteca—, ya que produce un tinte más intenso. De tal forma, sugerimos que, en la confección del vestido para el primer baile, Mistral revela su valorización de la cultura andina y los alimentos nativos. Para la segunda noche, el hada Resplandor viste a la niña con un manto azul estrellado. Haciendo una yuxtaposición entre ambos trajes, Mistral construye la imagen de la Virgen de Guadalupe, tal como se le apareció al niño indígena en 1531 y como quedó estampada en su ayate (como el “sayal penitente” de la Cenicienta)[27]; en la iconografía de la Virgen de Guadalupe, María figura ataviada con vestido rojo, capa azul estrellada y rayos dorados sobre su cabeza, como el “velo de oro” de la Encenizada mistraliana[28].

Sin embargo, la valorización de las culturas andinas[29], a fin de darle pertinencia y pertenencia de acuerdo con las lectoras que Mistral visualiza, va más allá: cuando [AC1] la niña y el príncipe se unen, Mistral dice que esa “misma mañana/ desposó el príncipe Sol/ a María Cenicienta”[30]. Recordemos que las culturas andinas adoraban al Sol y Mistral bien lo sabe. El uso de esos giros sincréticos no son solo parte de la poética de Mistral, sino, si se nos permite, de una retórica que configura, con la velocidad de la metáfora, lo que a los préstamos culturales a veces les ha tomado siglos. Años después, el príncipe Sol va a tener una referencia en el poema “Sol del trópico” (publicado en Tala en 1938), un himno, un poema extenso que reúne a los diversos pueblos indoamericanos en torno al Sol, incluyendo a los incas, mayas, aimaras y quichés. Referirse al príncipe de este cuento como el príncipe Sol subvierte el cuento europeo, apropiándose de él con un solo pase.

Yendo aún más lejos en su osadía, en la estrofa final, Mistral nombra “María Cenicienta” a quien solo unos minutos antes era una encenizada, hija del Tizón, la sirvienta-esclava, huérfana, reforzando así la intención de permitir que las lectoras se identifiquen con la protagonista. De acuerdo con el documental Marías, de Yosoyoho, la mayoría de las jóvenes indígenas empleadas para hacer trabajo doméstico en Ciudad de México serían llamadas “María” por sus empleadores, ignorando sus nombres indígenas. Como sostiene Debora Dudek: “la borradura del nombre constituye un significante de pérdida” [erasure of a name [is]a signifier of loss”][31], lo que constituye, a la vez, un abuso de poder. En tal sentido, sostenemos que, mediante la apropiación de este cuento de hadas, Mistral denuncia de forma oblicua el trabajo infantil y la indolencia hacia las niñas trabajadoras indígenas, visibilizando la incapacidad de nuestra sociedad mestiza de reconocer a las culturas aborígenes o ver su aflicción, y mucho menos movilizarnos para defender sus derechos. Cuando Mistral llama a la niña “desnudita hija de Dios”[32], la bendice, dignificando y empoderando a las lectoras y a todas las niñas abandonadas y maltratadas por la sociedad. En esta secuencia, Mistral invierte y feminiza el Evangelio: ya no es el hijo amado, sino que invoca a una hija amada, estableciendo una comunidad entre todas las Marías, que se convierten en las bendecidas de las bienaventuranzas.

               La figura de “María Cenicienta” puede ser leída en, al menos, tres niveles, revelando la complejidad de la obra mistraliana. Por una parte, como planteamos en este ensayo, resume a la mujer-niña indígena, campesina y trabajadora, a la vez que denuncia la borradura del nombre aborigen y el trabajo forzado mal pagado. Así, Mistral se escapa del racismo y clasismo de su época. Por otra parte, la poetisa reconoce el sincretismo presente en el pueblo mexicano y su herencia cristiana, a 400 años de la aparición de Guadalupe ante Juan Diego en 1531.

Concluimos este ensayo con una cita de Mistral a una columna escrita en 1932, en que señala la urgencia de la valoración de los pueblos indígenas:

 

“Debía haberse enseñado a los niños nuestros la belleza diferenciada y también opuesta de las razas (…) Imaginémonos una Venus maya, o mejor imaginemos el tipo del caballero Águila del Museo de México como el de un Apolo Tolteca, que eso es”[33].

 

Mistral logra visualizar a las nuevas lectoras de su época, esas mujeres sin patrimonio que comenzaron a asistir a las escuelas y liceos de niñas, a esas “María Nadie” que se reconocieron en su obra.

 

Referencias

Casals Hill, Andrea. “Gabriela Mistral recrea a Caperucita, Blanca Nieve, Cenicienta y Bella Durmiente: una poética americanista y feminista basada en la ética del cuidado”. Literatura y Lingüística 42 (2020): 173-195.

Dudek, Debra. “Seeing the Human Face: Refugee and Asylum Seeker Narratives and an Ethics of Care in Recent Australian Picture Books”, Children’s Literature Association Quarterly 43, nro. 4 (invierno, 2018): 363-76.

Mistral, Gabriela. Lecturas para mujeres. México: Secretaría de Educación Mexicana, 1924.

Mistral, Gabriela. Gabriela anda por el mundo, ed. Roque Esteban Scarpa. Santiago: Editorial Andrés Bello, 1978.

Mistral, Gabriela. Materias, ed. Alfonso Calderón. Santiago: Editorial Universitaria, 1978.

Mistral, Gabriela. Los motivos de San Francisco, ed. Jaime Quezada. Santiago: Ediciones Andrés Bello, 2008.

Mistral, Gabriela. “Recado sobre el trabajo de la mujer”. En Caminando se siembra, ed. Jaime Quezada. Lumen, 2013, 129-136.

Mistral, Gabriela. La Cenicienta, ilustraciones de Bernardita Ojeda. Santiago: Amanuta, 2014.

Mistral, Gabriela. Bendita mi lengua sea: diario íntimo, ed. Jaime Quezada. Santiago: Catalonia, 2019.

Moraga-Valle, Fabio. “Educación, exilio y diplomacia: Vasconcelos, Mistral, Torres Bodet y la            proyección internacional de sus ideas educativas, 1921-1964”. Revista de Historia de          América 156 (2019): 61-94.

Moraga-Valle, Fabio. “Por mi raza hablará el espíritu, el despertar de una larga noche de opresión: Vasconcelos”. Boletín UNAM–DGC nro. 35 (26 de febrero, 2019). https://www. dgc.unam.mx.

Sepúlveda, Magda. Gabriela Mistral: Somos los andinos que fuimos. Santiago: Cuarto Propio, 2018.Vigoya, Mara. “La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación”. Debate Feminista 52 (2016): 1-17.

Yosoyoho. “Marías”. Facebook, 2017. https://www.facebook.com/watch/?v=860117457496417.



[1] Fabio Moraga-Valle, “Educación, exilio y diplomacia: Vasconcelos, Mistral, Torres Bodet y la               proyección internacional de sus ideas educativas, 1921-1964”, Revista de Historia de América 156 (2019): 61-94.

[2] Gabriela Mistral, Bendita mi lengua sea: diario íntimo, ed. Jaime Quezada (Santiago: Catalonia, 2019), 113-114.

[3] Gabriela Mistral, Lecturas para mujeres (México: Secretaría de Educación Mexicana, 1924), 117.

[4] Mistral, Bendita, 115.

[5] Mistral, Lecturas, 7.

[6] Fabio Moraga-Valle, “Por mi raza hablará el espíritu, el despertar de una larga noche de opresión: Vasconcelos”, Boletín UNAM–DGC nro. 35 (26 de febrero, 2019).

[7] Mara Viveros Vigoya, “La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación”, Debate Feminista 52 (2016): 1-17.

[8] Mistral, Lecturas, 223.

[9] Mistral, Lecturas, 225.

[10] Para un análisis comparativo de los otros poemas-cuentos, recomendamos el artículo de Casals Hill, “Gabriela Mistral recrea a Caperucita, Blanca Nieves, Cenicienta y Bella Durmiente: una poética americanista y feminista basada en la ética del cuidado”, Lingüística y Literatura nro. 42 (2020).

[11] Gabriela Mistral, La Cenicienta, ilustraciones de Bernardita Ojeda (Santiago: Amanuta, 2014), 4.

[12] Gabriela Mistral, Los motivos de San Francisco, ed. Jaime Quezada (Santiago: Ediciones Andrés Bello, 2008), 42.

[13] Mistral, Los motivos, 42.

[14] Gabriela Mistral, Gabriela anda por el mundo, ed. Roque Esteban Scarpa (Santiago: Ediciones Andrés Bello, 1978), 99.

[15] Gabriela Mistral, “Recado sobre el trabajo de la mujer”, en Caminando se siembra, ed. Jaime Quezada (Lumen, 2013), 135.

[16] Mistral, La Cenicienta, 4.

[17] Mistral, La Cenicienta, 9.

[18] Gabriela Mistral, Materias, ed. Alfonso Calderón (Santiago: Editorial Universitaria, 1978), 143.

[19] Mistral, Los motivos, 42.

[20] Mistral, La Cenicienta, 6.

[21] Mistral, La Cenicienta, 6.

[22] Mistral, La Cenicienta, 6.

[23] En “La niña de las cenizas” (Aschenputtel) de los hermanos Grimm, no figura el hada madrina, sino que la magia proviene del árbol encantado que la misma niña plantó sobre la tumba de su madre.

[24] Mistral, La Cenicienta, 13.

[25] Mistral, Materias, 112.

[26] Mistral, La Cenicienta, 13.

[27] La creencia en la Virgen de Guadalupe es central en la identidad cultural mexicana. La Virgen de Guadalupe se apareció cuatro veces ante el joven indígena Juan Diego en 1531. Su imagen quedó estampada en su tilma o ayate, cuando el joven se presentó ante el obispo para informarle de la aparición. Esta imagen obtuvo la coronación canónica del papa León XIII en 1895.

[28] Mistral, La Cenicienta, 13.

[29] Utilizamos aquí el concepto de cultura andina como lo hace Sepúlveda, en Somos los andinos que fuimos, para referirnos a la megarregión cultural.

[30] Mistral, La Cenicienta, 28.

[31] Debra Dudek, “Seeing the Human Face: Refugee and Asylum Seeker Narratives and an Ethics of Care in Recent Australian Picture Books”, Children’s Literature Association Quarterly 43, nro. 4 (invierno, 2018): 366. La traducción es nuestra.

[32] Mistral, La Cenicienta, 28.

[33] Mistral, Gabriela anda, 179-180.


 [AC1]Mantener el “cuando” o reemplazar por “el momento en que”