“Estuvimos, Votoya, a punto de no encontrarnos en este mundo”[1].

Las cartas de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo y la exigencia del tratamiento de la dimensión latinoamericana, 1926-1939

 

María Soledad Gonzáles

Instituto de Estudios Histórico-Sociales (IEHS), Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

mgonzales@live.com.ar

 

El presente artículo analiza el intercambio intelectual entre Gabriela Mistral y Victoria Ocampo en el periodo comprendido entre 1926 y 1939. Lo hace poniendo el eje en el abordaje de la exigencia de Mistral sobre Ocampo en pos de que recuperara la dimensión latinoamericana en su obra.

Su articulación se llevará a cabo a partir del tratamiento de la correspondencia enviada por Mistral a Ocampo para el periodo ya mencionado, la conferencia de Ocampo “Gabriela Mistral en sus cartas” de 1957, presente luego en Testimonios de 1963, y algunas intervenciones más de la autora, donde reflexiona sobre el tema americano.

Dicha indagación pretende dar luz sobre una zona de inquietudes mayor en torno a los intercambios intelectuales entre mujeres con base en la búsqueda sobre el vínculo epistolar y la relectura que Victoria Ocampo realizó del mismo, luego de la muerte de Mistral.

Como hipótesis sostenemos que la necesidad de vincularse, tanto de Ocampo como de Mistral, se correspondió con la urgencia de crear redes intelectuales entre mujeres y de construir espacios de intercambio y debate que desafiaran los estrechos marcos androcéntricos de la época.

 

Palabras claves

Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, mujeres intelectuales, dimensión latinoamericana.

 

"We, Votoya, Came Close to Not Meeting in This World". Gabriela Mistral's Letters to Victoria Ocampo and the Demand for the Treatment of the Latin American Dimension, 1926-1939.

 

Abstract

This article analyzes the intellectual exchange between Gabriela Mistral and Victoria Ocampo between 1926 and 1939. It does so by focusing on Mistral's demand to Ocampo to recover the Latin American dimension in her work.

The intellectual exchange and its analysis will be based on the correspondence sent by Mistral to Ocampo in the aforementioned period, Ocampo's 1957’s conference "Gabriela Mistral in her letters", presented later in Testimonios (1963), and some other interventions where she reflects on the American theme.

This research attempts to shed light on a greater area of concern: the intellectual exchanges between women based on the search for the correspondence relationship and the review that Victoria Ocampo made of it, after Mistral's death.

As a hypothesis we argue that the need to relate between Ocampo and Mistral coincided with the urgency to create intellectual networks among women and to build spaces for exchange and debate that challenged the narrow androcentric frameworks of the time.

 

Keywords

Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, intellectual women, Latin American dimension.

 

“Estuvimos, Votoya, a punto de no encontrarnos en este mundo”. As cartas de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo e a exigência do tratamento da dimensão latino-americana, 1926-1939

 

Resumo

O presente artigo analisa o intercâmbio intelectual entre Gabriela Mistral e Victoria Ocampo no período compreendido entre 1926 e 1939. O faz colocando o eixo na abordagem da exigência de Mistral sobre Ocampo para que recuperasse a dimensão latino-americana em sua obra.

Sua articulação se levará a cabo a partir do tratamento da correspondência enviada por Mistral a Ocampo para o período já mencionado, a conferência de Ocampo “Gabriela Mistral en sus cartas”, de 1957, que consta em Testimonios de 1963, e outras intervenções da autora, em que reflete sobre o tema americano.

Dita indagação pretende dar luz sobre uma zona de inquietudes maiores em torno aos intercâmbios intelectuais entre mulheres com base na busca sobre o vínculo epistolar e a releitura que Victoria Ocampo realizou do mesmo, logo após a morte de Mistral.

Como hipótese sustentamos que a necessidade de se vincular, tanto de Ocampo como de Mistral, se correspondeu com a urgência de criar redes intelectuais entre mulheres e de construir espações de intercâmbio e de debate que desafiaram os estreitos marcos androcêntricos da época.

 

Palavras-chave

Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, mulheres intelectuais, dimensão latino-americana.

 

1. Introducción

Con la llegada a la Biblioteca Nacional de Chile[2] del archivo personal de Gabriela Mistral en 2007, por medio de la donación de Doris Atkinson y, concretamente, del acceso a la correspondencia entre Gabriela Mistral y Victoria Ocampo, se comenzó a reconstruir en profundidad el vínculo intelectual entre ambas escritoras latinoamericanas.

Tanto Mistral como Ocampo fueron referentes ineludibles como escritoras y gestoras culturales, Gabriela alcanzando el galardón máximo, el Premio Nobel de Literatura en 1945, y Victoria llevando a cabo uno de los proyectos editoriales más importantes de América Latina, Sur. A pesar de sus diferencias sociales y culturales y de las múltiples distancias, mantuvieron una interesante relación durante décadas. Tal como expresaron las compiladoras de su correspondencia:

 

“Ambas mujeres, por sobre todo, sentían con intensidad determinados aspectos de la condición americana, que percibían esencialmente desde una perspectiva transnacional, latinoamericana. Sin embargo, sus prioridades no siempre coincidieron: la defensa de Gabriela Mistral de la América indígena le parecía excesiva a Victoria Ocampo, y la predilección de Victoria por la cultura europea impresionaba a Gabriela como mal encaminada. Compartieron también la pasión por el género epistolar”[3].

 

Del fragmento anterior se desprenden dos puntos sustanciales: la reflexión sobre la dimensión latinoamericana y la importancia de la correspondencia. Por ello, en este artículo, nos proponemos trabajar sobre la primera parte de las cartas compiladas, que van de 1926 a 1939, a fin de recuperar la insistencia de Mistral sobre Ocampo para que abordara la cuestión americana. Entendemos que hacerlo merece antes reflexionar sobre dicho vínculo epistolar y el archivo que primero dio a conocer desde su selección Victoria Ocampo en una conferencia sobre Mistral en 1957, posteriormente publicada en Testimonios en 1963.

 

2. Pensar (un) archivo

Mucho antes de que accediéramos a la correspondencia entre Mistral y Ocampo, fue la propia Victoria quien comenzó a presentar algunos pasajes de dicho intercambio en una conferencia sobre Gabriela desarrollada en junio de 1957, es decir, luego de la muerte de su amiga. En ella, expresaba sobre la ganadora del Premio Nobel de Literatura: “Gabriela Mistral es la más representativa, la más importante de las mujeres de Hispanoamérica, en nuestra época”[4].

Pero no se detuvo solo en apreciaciones enaltecedoras, sino que se dio a la ardua tarea de reconstrucción y periodización sobre el tránsito de una vida y un vínculo de amistad cimentado fundamentalmente sobre la base de la correspondencia. Aquí es preciso recobrar el aporte de María Celia Vázquez, quien planteó, hace ya unos años, que los Testimonios de Victoria Ocampo pueden entenderse en su complejidad como “una suerte de archivo”[5]. Por ello, nos proponemos seguir esta potente contribución para reflexionar sobre el incansable trabajo realizado por Victoria Ocampo, que puede percibirse en relación con la correspondencia, pero que no se circunscribe solo a esta. En nuestro trabajo de 2018[6], expresamos que Victoria puede entenderse como guardiana de la memoria familiar; hoy, con el aporte de Vázquez, es posible pensar en un diálogo, en términos más amplios, tomando a Ocampo como una constructora de archivos. Como ha desarrollado Jacques Derrida: “Así es como los archivos tienen lugar: en esta domicialización, en esta asignación de residencia. La residencia, el lugar donde residen de modo permanente, marca el paso institucional de lo privado a lo público (…)”[7].

Ahora bien, en ese “hacer pública” la correspondencia de Mistral por una conferencia primero y, luego, con su publicación en Testimonios, Victoria parece desordenar en parte la lógica patriarcal en torno a la construcción de los archivos. En su recuperación de las cartas de una mujer y el diálogo entre mujeres, si bien sería exagerado pensar en una operación totalmente disruptiva, al menos permite ver un corrimiento interesante.

En torno a esa labor que Ocampo efectuó en relación con las cartas de Mistral enfatizaría, en su conferencia de 1957, que daría a conocer el extenso recorrido a partir de: “(…) las cartas de Gabriela. Desde luego, las que me dirigió a mí”[8]. Es cuando presenta públicamente una suerte de archivo”introducir comillas, donde pone en el centro de la escena a Mistral destacando, para ello, sus cartas.

En contraste con su par chilena, Victoria Ocampo, que dedicó buena parte de su vida a preservarse de las ruinas del tiempo y a dejar sus huellas para la posteridad[9], expresaría que Gabriela Mistral no había escrito esas cartas buscando la trascendencia: “Yo me quejaba del lápiz, que formaba, con la letra, un conjunto verdaderamente desesperante. Gabriela prometía enmendarse. Yo le decía: ‘Por lo menos tinta, mujer…’”[10].

En esa articulación, Victoria operaría resguardando el archivo mediante el rescate de un vínculo de amistad, pero, sobre todo, de un intercambio intelectual entre mujeres, señalando que esas cartas eran como las de Virginia Woolf, “cartas habladas” e “instantáneas”[11].

Afortunadamente, junto a la conferencia de Ocampo, en la actualidad contamos con la compilación realizada en 2007 por Elizabeth Horan y Doris Meyer, donde podemos seguir el intercambio epistolar de Mistral y Ocampo para el periodo 1926-1956. En el presente artículo tomaremos estas cartas, puestas en diálogo con la conferencia, como los indicios a través de los cuales acercarnos al tratamiento de la exigencia de Mistral hacia Ocampo en pos de que abordara la dimensión latinoamericana en su obra.

En línea con lo anterior, abriremos la periodización en 1926, a partir de la primera carta enviada por Gabriela Mistral a Victoria Ocampo. Dicha obertura marca el inicio de una amistad que se extendió hasta la muerte de Mistral en 1957. El cierre de este trabajo, en 1939, se corresponde con el escenario de la Segunda Guerra Mundial, donde Horan y Meyer realizan una primera delimitación en esa correspondencia y que, además, tiene relación con el contexto en el que entendemos se resignificaron los intercambios y tópicos de indagación entre ambas intelectuales.

Si bien no desconocemos que trabajos como los de Doris Meyer[12] o la misma compilación de Meyer y Horan repararon sobre dicha correspondencia y las reflexiones sobre la identidad americana, nuestro interés se focaliza en cómo Gabriela Mistral “educó” a Victoria Ocampo a partir de la exigencia del tratamiento de la dimensión latinoamericana.

En consonancia con lo anterior, siguiendo a Alicia Salomone, es importante recordar que este diálogo entre Mistral y Ocampo nos permite vislumbrar: “(…) la constitución de un circuito de comunicación intelectual entre mujeres, por el cual fluyen nuevas miradas acerca de la cultura, que desplazan los límites impuestos a lo femenino por las visiones dominantes”[13]. Y, con Nelly Richard, es relevante señalar que estas dos mujeres, en tanto sujetos, desafiaron los códigos dominantes desde sus lugares de enunciación “situados”, produciendo identidad y diferencia, desde una movilidad que responde a los escenarios de poder[14].

 

3. Una amistad a ritmo epistolar

Tanto Gabriela Mistral[15] como Victoria Ocampo[16] nacieron un 7 de abril, la primera de 1899, la segunda un año después. Mientras que Mistral perteneció a una familia de escasos recursos de Vicuña, Valle de Elqui, Chile, Ocampo fue parte de la elite porteña en Argentina. Sin embargo, las diferencias sociales y culturales no fueron un impedimento para que comenzaran a construir un vínculo de amistad que se extendería por décadas.

Ahora bien, ¿desde cuándo es posible emplazar dicho contacto? Como ya se ha puntualizado en varios trabajos, ambas intelectuales se relacionaron a partir de la correspondencia desde los años veinte. Entonces, ¿qué elementos de dicho contexto son sustanciales para entender esa conexión inicial? Desde nuestra perspectiva de análisis entendemos que no fue casual que ambas mujeres se contactaran en ese marco, ya que los años veinte significaron para las dos un fuerte posicionamiento en la esfera pública. En ese escenario, Gabriela Mistral contaba ya con reconocimiento como escritora y educadora, habiendo iniciado su “autoexilio” a partir de la experiencia en México[17] como asesora del ministro Vasconcelos, para luego adentrarse en el terreno diplomático. Paralelamente, Victoria Ocampo había iniciado su labor como escritora y gestora artística y cultural[18]. De manera que los comienzos del intercambio epistolar tuvieron como escenario sus fuertes presencias en el espacio público y —desde dos aristas por momentos cercanas, por otros más bien alejadas— que el eje de sus tratamientos ubicó a la dimensión latinoamericana como cuestión crucial.

Siguiendo a Elizabeth Horan y Doris Meyer, consideramos central tener en cuenta que: “Un imperativo constante de sus cartas fue la voluntad de definir la identidad americana más allá de las fronteras nacionales o sociales. Ambas veían esta labor como una misión civilizadora”[19].

Sin embargo, el objetivo medular de este artículo es indagar la insistencia de Mistral por “educar” a Ocampo, cuya tradición, más ligada al influjo europeo, entendía Mistral que debía nutrirse del tratamiento sobre América Latina. A partir de allí, nos enfocaremos en las variadas formas a partir de las cuales Mistral buscó interpelar a Ocampo en un fructífero diálogo intelectual entre mujeres. El intercambio epistolar es un espacio central para recuperar dichas cuestiones. En este sentido, es preciso recordar que el contacto inicial de estas mujeres fue vía correspondencia y que, como ya ha expresado Doris Meyer, “su amistad se sostuvo más a través de sus cartas que de sus encuentros personales, los cuales fueron muy raros a pesar de (o tal vez debido a) sus vidas peripatéticas”[20]. Dicho lo anterior, en este artículo recuperamos a Oresta López Pérez para pensar ese vínculo más en profundidad como “una amistad a ritmo epistolar, que se comunica y se piensa en formato epistolar”[21]. Por ello, nos detenemos en el tratamiento de las cartas enviadas por Mistral a Ocampo entre 1926 y 1939 y, dado que para ese periodo no se encuentran en la compilación las cartas enviadas por Ocampo a Mistral, complementaremos el análisis a partir del tratamiento minucioso que Victoria Ocampo realizó en “Gabriela Mistral en sus cartas”, su conferencia de junio de 1957 publicada en Testimonios.


4. Los años veinte, otro comienzo posible

“La señora Dalloway dijo que compraría ella misma las flores”.

Virginia Woolf, La señora Dalloway (1925)

Según la reconstrucción realizada por Victoria Ocampo en 1957, el intercambio epistolar con Gabriela Mistral comenzó:

 

“(…) sin empezar de veras, con dos encuentros frustrados: uno en Buenos Aires, en 1925[22]; otro en París en 1929. (…) Su primera carta, de enero, es breve. Me escribe la víspera de su partida para Europa, agradeciendo por unas flores que le mandé al saber que estaba de paso por Buenos Aires. No nos pudimos ver”[23].  Van los corchetes. No me queda claro si los suprimieron.

 

En este punto, es preciso notar la tarea de periodización realizada por Ocampo para enmarcar esos documentos en el archivo y darlos a su publicidad, primero, mediante la conferencia y, luego, desde su escritura testimonial. Así, es posible ubicar estos primeros registros en los que fueron sus comienzos como escritora y gestora artística y cultural en los años veinte. Efectivamente, la primera carta enviada por Mistral a Ocampo ilustra el primer acercamiento de Victoria que, como haría con otra de sus admiradas escritoras —Virginia Woolf en los treinta—, envía flores. En una carta manuscrita, Gabriela Mistral le agradece por el gesto:

 

“Victoria Ocampo:

Gracias por sus lindas flores.

Salgo mañana temprano. La Europa.

He preguntado por Ud. a varias personas. Habría sido para mí honra y alegría conocerla. Ya no es tiempo.

Saludo en Ud. una sensibilidad extraordinaria dentro de nuestra raza y me digo su serv(IDORA).

Gabrielamistral”[24].

Ese inicio “sin empezar de veras”, al decir de Ocampo, o notas breves de “encuentros malogrados”[25], en palabras de Doris Meyer, se convierten en puntos nodales a tener en cuenta en el tratamiento de dos mujeres situadas en un contexto que abre la posibilidad de detenernos sobre otro inicio posible, precisamente, desde el “desencuentro” que impregnó la fase inicial de contacto entre estas dos intelectuales latinoamericanas.

En este punto, es importante reflexionar sobre el posicionamiento de ambas en los años veinte y, en ese escenario, enmarcar el envío de las flores por parte de Victoria y la respuesta de Gabriela.

Por esos años, Ocampo comenzaba a ser, aunque se negaba a reconocerlo, una escritora, luego de publicar De Francesca a Beatrice en 1924, por Revista de Occidente, con el epílogo y la legitimidad dada por José Ortega y Gasset, y una figura de peso como gestora artística y cultural en Argentina, a partir de la Asociación Amigos del Arte y la Asociación del Profesorado Orquestal (APO). Mistral tampoco era una desconocida, ya que contaba con una importante experiencia como escritora y educadora, adentrándose, luego de su experiencia mexicana, en lo que posteriormente sería su labor diplomática[26]. En este sentido, es oportuno recordar que estableció redes de colaboración con educadores, políticos e intelectuales a nivel transnacional, emplazándose como una intelectual latinoamericana con una relación compleja con Chile[27].

Expresado todo esto, entendemos que las búsquedas y los desencuentros iniciales entre ambas mujeres se corresponden con el marco de sus tránsitos por el mundo y de sus fuertes incursiones en la esfera pública a través de sus labores culturales e intelectuales. Pero, y esto es lo que consideramos más importante, que la necesidad de vincularse, tanto de Ocampo como de Mistral, se correspondió con la urgencia de crear redes intelectuales entre mujeres y de construir espacios de intercambio y debate que desafiaran los estrechos marcos androcéntricos.

La segunda carta tiene con la primera más de tres años de diferencia[28]. Gabriela transitaba su experiencia europea con su labor en el Instituto de Cooperación Intelectual y le escribía a Victoria, quien se encontraba en París:

 

“Admirada Victoria Ocampo:

La saludo-sólo ayer supe que Ud. está aquí. Y me es muy penoso irme sin verla. Me voy el lunes. ¿Podría Ud. hacernos la gracia de una visita al Instituto de Cooper(ACIÓN) Int(ELECTUAL), 2 rue Montpensier? El Sr. Levingson está avisado para el caso de que Ud. nos dispensara esta honra y esta fineza.

Yo estoy llena de papeles y no tengo un rato libre.

La admiro y la quiero a Ud. desde hace años. Reciba estas palabras sin sonrisa. Siempre el afecto es una bella cosa, venga de quien venga.

Con M (ARÍA DE) Maetzu la recordamos mucho este año en Madrid.

Serv.,

Gabrielamistral

Hoy, 22 marzo”[29].

 

En el racconto que Victoria realiza en 1957, habla de esta segunda carta, ubicándola, nuevamente, en el marco de un “desencuentro”, donde realiza un “mea culpa” por no haber acudido: “Nos alejamos una de otra sin saber siquiera qué cara teníamos”[30].

El avance de los años veinte las encontró en franca transformación y movilidad: Gabriela en su experiencia europea, adentrándose en lo que, luego, sería el terreno diplomático, y Victoria cercana a la idea de fundar una revista. Es más que interesante reparar en esos desencuentros como los encuentros posibles entre dos mujeres “situadas” que, siguiendo a Donna Haraway, no venían sin un mundo detrás[31].

En este segundo intercambio, la figura de la educadora española María de Maetzu se ubica como una potente articuladora, ya que concertaría el primer encuentro en persona de Ocampo y Mistral en Madrid en 1930. María Esther Vázquez expresó en la biografía de Ocampo lo que la misma Victoria había señalado de aquel encuentro:

 

“Se conocieron en Madrid en 1930; las presentó María de Maeztu y la Mistral aprovechó la ocasión para reprocharles tres cosas: haber nacido en la sociedad más cosmopolita del sur, su afrancesamiento y no haber buscado un acercamiento con Alfonsina Storni, ‘haberla descuidado’”[32].

 

Aquí, el nexo entre mujeres nos lleva a detenernos sobre las “educadoras” y la figura de la ronda, utilizada por Mistral en sus poemas, noción analizada metafóricamente por Carola Sepúlveda Vásquez: “Esa lectura me permite entender que en ese círculo de la ronda se unen varios participantes, lo que convierte a los cantos mistralianos en un coro polifónico”[33]. Desde esa interesante contribución, Sepúlveda Vásquez comprende a las rondas como espacios de resistencia, unión y trabajo colectivo[34], de esa manera, une a Mistral con otras mujeres.

Ese aporte nos permite leer el dialogo de Mistral con Ocampo a partir de la correspondencia, más allá de los intentos frustrados por encontrarse en persona, y el nexo que mantendrían durante décadas ligado al intercambio epistolar. Volviendo la mirada sobre ese vínculo, puede verse la presencia de muchas otras mujeres ligadas al mundo cultural y, en algunos casos, al diplomático. Estas mujeres, que bien pueden comprenderse por su misión “civilizatoria” como “educadoras”, oficiaron de articuladoras sociales y mediadoras culturales, posicionándose así como figuras claves. Si bien sus trayectorias fueron diversas, como así lo fueron sus vínculos con otros actores e instituciones, todas se enfocaron en el armado de redes culturales e intelectuales. Es crucial aquí tener en cuenta, en diálogo con la historia cultural y de la educación, el espacio de las agencias de estas mujeres para abordarlas como gestoras culturales, intelectuales y escritoras[35].

 

5. La dimensión latinoamericana

En relación con el tratamiento de la dimensión latinoamericana, presente en la obra de una intelectual como Mistral, “que abarcó los temas fundamentales de nuestra identidad más crítica”[36], este puede recuperarse en la correspondencia enviada a Ocampo a mediados de los treinta, es decir, cuando Victoria ya había creado la revista Sur en 1931 y la editorial del mismo nombre en 1933. Dicho espacio de indagación tampoco parece haber sido una novedad para Ocampo, ya que en “Quiromancia de la Pampa” de 1929, como bien ha presentado María Celia Vázquez, recupera buena parte de sus primeras inquietudes respecto de “los designios de la nación y de la nacionalidad”[37]. En esa nota, a propósito de la llegada a sus manos del libro de Henri Michaux, Ecuador, Victoria entrelaza el comienzo de una carta a un amigo parisiense, que no termina ni envía, pero que sí da a conocer a Waldo Frank. Allí expresa sobre las apreciaciones de Michaux sobre América como el “continente monótono”, “(…) y por lo que ve en la monotonía, en la repetición, demuestra que comprende a fondo esas cosas, de las cuales me gustaría que alguien de los nuestros escribiera un día el elogio”[38]. Aunque recupera a Ortega y sus percepciones sobre el paisaje, es sugerente la apuesta que realiza en pos de la reflexión sobre la dimensión americana y su intervención en dicho debate intelectual. Esto no se reservaría solo a este episodio, sino que en continuidad puede apreciarse en 1931, en el primer número de la revista Sur, otra potente intervención intelectual en torno al tema americano a partir de su “Carta a Waldo Frank”:

 

“Cada uno, según las fuerzas respectivas, nos pondremos a la búsqueda de América, de esa América del oculto tesoro (…). Lo que desde ya sabemos afirmar de América es que estamos enamorados extrañamente de ella. Y ese amor, como todo gran amor, es una prueba. Prueba que arroja sobre nuestras incapacidades e imperfecciones una luz resplandeciente y cruel (…)”[39]. No entiendo si suprimieron los puntos suspensivos entre paréntesis, deberían estar.

 

A este respecto, las nociones esbozadas en los comienzos de Sur[40] se relacionan con una América por descubrir y por “educar”. Este rol civilizatorio[41] puede percibirse desde los orígenes de la revista. Escritas en el contexto de los años treinta, donde el rol de las elites[42] había sufrido una herida de muerte en la Argentina, las palabras de Ocampo no hacen más que expresar la intención de retomar un espacio que creía suyo en tanto representante de una elite intelectual.

El nacimiento de Sur, frente a la crisis de los ideales liberales y, luego, del desplazamiento del que fueron objeto las elites en Argentina, permite leer el posicionamiento de Ocampo en una clave histórica que atiende a la continuidad con el papel que venía desarrollando desde los años veinte, durante la presidencia de su amigo personal Marcelo Torcuato de Alvear. Ocampo comenzó a hacerse un lugar destacado, articulando escritura y gestión en los años veinte, dado el especial peso del capital simbólico y social que poseía, este último entendido en el sentido atribuido por Pierre Bourdieu como: “(…) la suma de los recursos, reales o virtuales, de la que se hace acreedor un individuo o grupo en virtud de poseer una red perdurable de relaciones más o menos institucionalizadas de mutua familiaridad y reconocimiento”[43]. En ese contexto, Victoria no solo encaró gestiones artísticas y culturales en Amigos del Arte[44], institución privada que recibía apoyo económico del Estado, sino también en la Asociación del Profesorado Orquestal (APO)[45]. Así, ocupó un lugar relevante durante el gobierno de Alvear, presidente radical de la Argentina entre 1922 y 1928[46]. Ese marco se correspondió, en lo político, con la llegada al poder de la parte más refinada de la elite del radicalismo y, en lo social y cultural, con los comienzos de una sociedad de masas.

En el contexto de la modernización de Buenos Aires y de la crisis de las elites en Argentina, el proyecto Sur se iniciaría en 1929; sin embargo, Victoria ya era para esa época una mujer con una extensa experiencia, llena de conflictos, aciertos, sinsabores y también éxitos. El mismo año de la creación de Sur, en el mes de agosto, Victoria Ocampo haría frente a las acusaciones de Max Daireaux, quien le atribuía elementos de “coquetería” por escribir en francés y hacerse traducir al español. Desde una potente intervención intelectual, Ocampo expresaba: “Lo que toman por una comedia es más bien un drama. Y este drama tiene un carácter violentamente americano”[47].

En ese interesante escrito, Victoria le respondió a Daireaux, quien además la había calificado como “escritora”, diciéndole que no lo era y que se posicionaba como “un ser humano en busca de expresión”[48]. Así, a partir de las tretas “de la débil”, siguiendo a Josefina Ludmer[49], es posible apreciar cómo Ocampo realiza una flexión sobre ese mundo intelectual monopolizado por varones: “Esta circunstancia ha producido extraños efectos. Temo que si consiguiese arrancar de mi memoria todas las palabras francesas, arrancaría también, adheridas a ellas, las imágenes más queridas, más auténticas, más americanas que posee”[50].

Es aquí sumamente relevante recuperar el aporte de María Celia Vázquez, quien expresó a propósito de la negativa de Ocampo a considerarse una escritora[51]: “Si Victoria Ocampo se niega a considerarse a sí misma escritora y tampoco quiere asumirse como periodista, entonces ¿qué fue? (…) fue escritora y periodista; cronista podría decirse más sintéticamente”[52].

En esas intervenciones, consideramos, siguiendo a Vázquez, que Ocampo buscó agenciarse, por medio de la intervención en el debate público, un nombre y un espacio más allá del campo literario, en el marco de la modernización cultural que experimentó Buenos Aires en las primeras décadas del siglo XX[53]. En ese derrotero, como hemos presentado en trabajos anteriores, no fue menor que desarrollara, de manera conjunta, una intensa labor como gestora artística y cultural en los años veinte.

Con lo anterior queremos acentuar que el entorno de los años veinte fue central tanto para Ocampo como para Mistral y que tal conexión puede leerse a partir del avance que las mujeres iban adquiriendo en el mundo intelectual, donde el vínculo potenciaba la visibilidad y la presencia de ambas, incluso a escala transnacional.

Junto a las acusaciones que recibía, Victoria tuvo también que lidiar con la insistencia de Gabriela:

 

“(…) algunas gentes a quienes preocupa el hecho americano como unidad, la necesitamos y solemos sentir que Ud. nos falta. ¿Qué cómo nos falta y en qué? Es un poco ingenuo detallar y concretar: comienza faltándonos en la lengua, continúa faltándonos en una especie de europeísmo mayor que… el europeo, acaba faltándonos en la preferencia de los temas exóticos cuando escribe”[54].

 

La descripción que aparece en la escritura de Mistral es la de una Victoria en falta, pero asimismo es quien le otorga el rango de escritora, en el marco en que Ocampo se encontraba en plena búsqueda y construcción de su voz autoral. Aunque la postura de Mistral es notoriamente diferente a la de Daireaux, los dos coinciden en llamarla escritora; pero solo ante Mistral parece que Ocampo recoge el guante:

 

“A mí no me importaría mucho su caso, si tuviese la deshonestidad de los y las literatoides que le niegan a Ud. categoría de escritora. Pero desde que leí su primer libro (De Francesca a Beatrice) yo supe que Ud. entraba en la escritura literaria con cuerpo entero”[55].

 

La calificación como “escritora” que Mistral le asigna a Ocampo la ubica a distancia de quienes la acusaban de esnobismo o tan solo la consideraban como la directora de Sur. En este sentido, Mistral no solo parece tomarla en serio en un universo monopolizado por varones, sino que la insta a que se vuelque hacia las cuestiones americanas. Ese punto es trascendente en el intercambio intelectual entre las autoras, ya que Ocampo no azarosamente consideró en su conferencia de 1957 a esa como “su primera verdadera carta”[56]. Entonces, Victoria parece periodizar el inicio a partir de dos cuestiones nodales: una, la ya referida al tema americano y, otra, ligada a la legitimidad que Mistral le otorga como escritora, no solo reconociéndola como tal, sino invitándola al diálogo y al intercambio:

 

“Si yo creyese, con los mismos envidiositos, que su radio de influencia no es sino el de un grupo de señores snobs, no perdería mi tiempo escribiéndole. La casta de los snobs me importa menos que el gremio de los filatélicos. Pero yo sé que, a través de SUR principalmente, Ud. llega y obra sobre nuestros mozos sudamericanos. La revista no puede virar sin que vire Ud. misma desde las entrañas”[57].

 

La convocatoria de Mistral a Ocampo no es un llamado insignificante, ni desde quien imprime el pedido ni mucho menos desde el lugar que lo hace, ordenándole qué hacer:

 

“No le pedimos sino una presencia lo más cabal posible dentro del movimiento americano. Me temo mucho, como se lo dije, que esa presencia no sea posible quedándosenos Ud. afincada en lengua francesa, y me temo que Ud. se engañe a sí misma creyendo que con sólo tratar temas americanos Ud. cumple con nosotros.

Perdone Ud. mi exigencia impertinente.

Algunos de su raza, que Ud. debe querer, Sarmiento, por ejemplo, le diría a Ud. más o menos lo que se está diciendo esta maestra de escuela.

Seguiré en otra carta, Victoria. El tema es grandote y me importa todo lo que Ud. sabe”[58].

 

Es desde el lugar de educadora donde la obstinación de Mistral para con Ocampo volvería una y otra vez a lo largo de sus cartas. Tal es así que la propia Victoria profundizaría sobre el tema en su conferencia:

 

 “Su búsqueda de lo americano había encontrado en mí un curioso campo de experimentación. Y durante nuestros 23 años de amistad (no cuento los primeros) condimentada de discusiones y sin peleas de ninguna índole, creo que no cesó de mirarme como miraba las piedras, los pastos, los animalitos de nuestro Continente… e incluso las malas hierbas y plagas nacionales: con infinita ternura e incasable curiosidad. Digamos que yo fui, en el reino animal, su curro predilecto. Y que todo cuanto va dicho de mí quede bajo esa etiqueta de jardín botánico. Yo representaba pues para Gabriela ‘el estilo americano más de intemperie que darse pueda’”[59].

 

Ya en marzo de 1935, Mistral le insiste desde Madrid:

 

“Afirma y mantiene Ud. con… la americanidad que le negué tantas veces, una americanidad más física que literaria. Pero como existe terriblemente el cuerpo, Victoria, las otras americanidades vendrán, acarreadas, silbadas, o hincadas por él tarde o temprano (…)”[60].

 

Una arista para destacar, que puede recuperarse del intercambio epistolar entre las autoras, es que Mistral era considerada por Ocampo una lectora crucial de su obra. Un recorrido por las cartas permite precisar cómo Victoria le enviaba sus escritos y recibía los comentarios de Gabriela:

 

“Vino su libro, que mucho le agradezco. Y ahora no faltan sino esas págs. de Infancia para garrapatear a mi Victoria, a la mía, que no es necesariamente la de los otros. Creo recordar que María me habló de esta publicación como cosa inmediata. No le hablo de los bellos y nobles Testimonios, por no hacerle leer lo mismo dos veces, aquí y en mi artículo”[61].

 

Las lecturas, comentarios y consejos de Gabriela a Victoria fueron muchos y variados a lo largo del intercambio y, en ese fructífero diálogo, Mistral la iba moldeando y “educando”, a veces, reprendiéndola:

 

 “Aquí me la quisiera y conversaríamos sin pasaportes y… sin cóleras castellanas, sobre los temas que con Ud. tientan y que son los nuestrísimos americanos, Victoria nuestra, al fin clara en mí, definida y recortada como piña o manzana nuestra, después de tanto voltearla, averiguarla, y retarla también”[62].

 

En esa misma carta, más allá de reconocer que iba delimitándola de alguna manera, hace un comentario sobre el haberse enterado de que Palma Guillén había leído también sus Testimonios, a quien la misma Victoria se los había facilitado. Lo interesante de este dato es que no solo permite ver el intercambio y la circulación de la obra de Ocampo a escala transnacional, sino además que Gabriela aprovecha para volver a marcarle el camino en torno a la dimensión latinoamericana: “Ahí tiene Ud. otra americana afrancesada, para bien de ella, como Ud. Se las ha arreglado modo de resultar a la postre siempre mexicana, y tremendamente mexicana. Otro tanto pasará con Ud. y yo veré la fiesta…”[63].

Ahora bien, ¿recogió Victoria Ocampo alguna de esas cuestiones planteadas desde la exigencia por Mistral? Si nos detenemos tan solo en el segundo volumen de sus Testimonios, publicado en 1941 —el primero se había publicado en 1935—, podemos encontrar indicios potentes de esa presencia ya en su introducción, pero puntualmente en un apartado denominado “América”, donde rescata tres escritos de su autoría: el primero, “Supremacía del alma y de la sangre”, conferencia de 1934 pronunciada en la Italia fascista; el segundo, de noviembre de 1935, es decir, el más cercano al pedido de Gabriela, “Sobre un mal de esta ciudad”, y el tercero, dedicado a “Sarmiento”, de agosto de 1938. Y este tema es notable, dado que no solo responde al pedido de Gabriela Mistral, sino que se ubica posiblemente, aunque Victoria no lo exprese así, en torno al encuentro en Argentina de ambas mujeres.

Por medio de la correspondencia, también es posible ver la cantidad de pedidos que Mistral le hace a Ocampo. Entre ellos y ya desde Portugal, en el escenario de la Guerra Civil española: “Le ruego hacerme mandar SUR. En Madrid lo hallaba en las librerías; aquí no lo tengo”[64].

En la misma carta, Gabriela le pregunta a Victoria qué está escribiendo y le promete terminar su comentario sobre Testimonios, de manera que es sumamente importante reflexionar sobre el fructífero marco de intercambio de obras y lecturas entre mujeres. Para agosto de 1936, Gabriela recibe el pedido que le había hecho a Ocampo:

 

“Vino la colección de SUR, que me ha parecido magnífica, así magnífica, digna de usted. La primera vez que a mí me llega un alegato feminista es en la lectura de ese trabajo de V. Woolf. Habría mucho que decirle a este respecto. Otro día. Le agradezco, como un servicio personal, el que usted lo haya hecho traducir y me lo haya hecho llegar”[65].

 

Es curioso cómo, frente a los embates de Mistral sobre el tema americano, Ocampo le responde con una interesante interpelación feminista desde la obra de su admirada Virginia Woolf. Aunque no es el objetivo de este trabajo, pero si pensamos ahondar en futuras indagaciones, es capital considerar que la intención de “educar” a la otra no era unidireccional, sino más bien una retroalimentación desde una apuesta dialógica. En tal sentido, se percibe cómo Gabriela parece resistirse sutilmente en un principio, esquivando en esa ocasión el tema, para abordar la problemática en el futuro. Téngase en cuenta que ya en su escrito “Organización de las mujeres” de 1925, publicado en El Mercurio, Mistral había manifestado su desconfianza hacia el feminismo[66].

 

6. Antesala y encuentro en Argentina

Lo que Ocampo consolidó en los treinta en Sur tiene sus bases en sus experiencias y destrezas como gestora artística y cultural en los veinte, que distaban de ser solo económicas para inscribirse en el plano de lo relacional en una alternancia continua entre la hospitalidad y las tramas institucionales. El encuentro con Mistral en 1938 y las redes que ambas potenciaron están en sintonía con dichas agencias.

Quizás el momento de la coronación de la amistad entre Gabriela y Victoria se produjo en el encuentro que mantuvieron en Argentina en 1938, mientras Mistral estuvo en Buenos Aires, estableciéndose luego, durante una temporada, en la casa de Victoria en Mar del Plata. Sobre la invitación de Victoria, Mistral le expresaba a su amigo Carlos Errázuriz Ovalle:

 

“Me ha invitado a ir a la Argentina y a hospedarme en su casa la escritora doña Victoria Ocampo. Ella es, don Carlos, la editora de la revista Sur, la primera de la América Latina, y de la editorial del mismo nombre, que está imprimiendo mi libro ‘Tala’. Es, además, una gran señora argentina por linaje y por fortuna, toda una dama”[67].

 

Ese año, la editorial Sur publicó Tala, dedicado a Palma Guillén, cuyas ganancias fueron consignadas a las instituciones catalanas destinadas a asistir a los niños afectados por la Guerra Civil española. Como ha contextualizado Alexandra Pita, Mistral se había trasladado a Brasil en 1937, donde residió seis meses:

 

“(…) Luego viajó a Montevideo[68], donde se quedó un mes, y desde allí a Argentina y Chile. Antes de embarcar, la sacudió la noticia del arribo a México de quinientos niños españoles exiliados. Escribió a su amiga Victoria Ocampo, para proponerle que la editorial Sur publicara un libro suyo para donar el dinero de su venta a estos niños. Ocampo aceptó y en agradecimiento, Mistral promovió la revista y editorial en el tour que realizó visitando varios países del continente (…)”[69].

 

La forma en que Pita sitúa a ambas autoras es esencial, ya que nos permite dimensionar la reciprocidad entre mujeres para la difusión de sus obras y trazar redes intelectuales a escala transnacional. A la publicación de Tala por parte de Ocampo, Mistral le responde con la promoción de Sur. Esa camaradería entre mujeres permite pensar nuevamente en los intensos intercambios y redes intelectuales delineadas por estas escritoras en Latinoamérica y el mundo, volver sobre la figura de la ronda presentada por Sepúlveda Vásquez y, también, sobre el punto en que señala que es necesario relativizar las supuestas exclusiones y aislamientos que Gabriela manifestó sufrir, tomando en consideración sus epistolarios, donde lo que se observa es la colaboración y la presencia de muchas personas junto a ella[70]. En carta a Ocampo, Mistral expresaba desde París en 1937:

 

“Un libro mío-versos de doce años- está acabado y pronto. Lo he dado a los niños vascos refugiados en la Residencia de Pedralbes, Barc[ELONA], donde yo viví unos meses. Como los pobres catalanes apenas tienen papel y quieren a toda costa hacer una edición, parece que el libro tendrá dos o tres, por esa y otra razón. Una sería la catalana, que haría la Fac. de Filosof. por su cuenta. Otra la hace, para Méx. y EE. UU. —solamente— el Estado de Pachuca, México, donde el Gobernador también costea la edic. Y la tercera debería ser la de Calpe, en B. A. Pero Palma Guillén piensa que muy poco daría para los niños y se trata —esta vez sí— de sacar dinero de un libro por su finalidad. Ella ha querido que yo le proponga a Ud. hacer por los niños españoles, Ud. sola o Ud. con ella, esta tercera edic. destinada a la Argentina y que tal vez podría ser de 2.000 ejemplares. Hacerla en SUR, aunque la reparta Calpe, a fin de que Ud. la vigile y se evite la evaporación de los dineros…”[71].

 

Un tema a considerar es cómo Mistral le adjudica la sugerencia de dicha edición a su entrañable amiga Palma Guillén, para así ganarse la edición de Ocampo; incluso habla de la posibilidad de que trabajen juntas. Sin embargo, a partir de la correspondencia con Alfonso Reyes, puede observarse que esa solicitud ya era dada por hecho por la propia Gabriela[72].

Finalmente, el libro dedicado a Palma Guillén salió publicado por Sur. Algunas de las pruebas de edición se realizaron en la residencia de Gabriela en Mar del Plata y contó con la ayuda en las correcciones de María Rosa Oliver, escritora comunista y amiga de Ocampo, quien se alojaba en dicha casa, mientras Victoria atravesaba por una fuerte gripe:

 

“Cara Vict.:

Llegaron las segundas pruebas. Pera falta buena parte. ¿Vendrán luego o las olvidarían?

Falta, en los ‘Nocturnos’, el suyo, que no debe ir en otra parte sino en la sección de los Nocturnos. ¿No se pudo ya incorporarlo al libro? Es el último Nocturno de la sección”[73].

 

Cuando el libro se publicó, en la sección Recados aparecía el “Recado a Victoria Ocampo en la Argentina”, donde Mistral volvía sobre Ocampo expresando su experiencia en la casa de Mar del Plata:

 

“Victoria, la costa a que me trajiste,

tiene dulces los pastos y salobre el viento,

el mar Atlántico como crin de potros

y los ganados como el mar Atlántico.

 

Y tu casa, Victoria, tiene alhucema,

y verídicos tiene hierro y maderas,

conversación, lealtad y muros (…)”[74].

 

Regresando sobre el tema americano no dejaba de decirle:

 

“Te digo adiós y aquí te dejo,

como te hallé, sentada en dunas.

Te encargo tierras de la América,

¡a ti tan ceiba y tan flamenco,

y tan andina y tan fluvial

y tan cascada cegadora

y relámpago de la Pampa! (…)”[75].

 

En un universo patriarcal como aquel en el que se movían Mistral y Ocampo, aún con las diferencias sociales y culturales que reinaban entre ambas, el imperativo de Gabriela pareció ser escuchado por la propia Victoria, ¿quizás por el reconocimiento que otra mujer hacía sobre su tarea como intelectual latinoamericana?

 

7. Desencuentros/encuentros, un cierre posible

A lo largo de este trabajo, buscamos indagar sobre el vínculo intelectual entre Gabriela Mistral y Victoria Ocampo a partir de su correspondencia, que comprende el periodo 1926-1939. Sostuvimos la hipótesis de que la necesidad de vincularse, tanto de Ocampo como de Mistral, se correspondía con la urgencia de crear redes intelectuales entre mujeres y de construir espacios de intercambio y debate que desafiaran los estrechos marcos androcéntricos de la época. De esta manera, pudimos precisar cómo, junto a los encuentros frustrados de los comienzos del intercambio y las diferencias sobre la dimensión latinoamericana, quizás puede pensarse el vínculo intelectual entre ambas a partir de los desencuentros/encuentros.

Así lo decía la propia Gabriela en una de las cartas a Victoria, la que da título a este artículo: “Estuvimos, Votoya, a punto de no encontrarnos en este mundo”. Y prosigue: “Ud. no habría perdido nada con ello, excepto una mordida más de maíz americano. Pero Ud. me ha hecho a mí muchos bienes: yo necesitaba saber, saber, que el blanco completo puede ser americano genuino[76].

En el fondo, la exigencia de Gabriela para con Victoria parecía, a finales de los años treinta, haber dado sus frutos, además de las interesantes redes e intercambios que ambas plasmaron por el mundo.

Los puentes que construyeron a escala transnacional nos hacen pensar en la reciprocidad de dos mujeres latinoamericanas que se posicionaron fuertemente en la arena pública desde la década del veinte del siglo pasado, alcanzando por dos vías diversas una estatura intelectual, que su intercambio epistolar no hace más que comprobar con creces.

Lejos de agotarse sus agencias en las gestiones culturales, altamente significativas, la potencia de la reflexión intelectual sobre América Latina en ambas autoras nos anima a seguir investigando y a otorgarles con justicia el nombre que tanto Mistral como Ocampo merecen. Así sería posible ubicarlas desafiando los parámetros androcéntricos e inmersas en un clima de ideas que para nada les era ajeno y sobre el cual dejaron, con lápiz o tinta, su huella para la posteridad.

 

Referencias

Fuentes primarias

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Fuentes secundarias

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[1] Elizabeth Horan y Doris Meyer (comps.), Esta América nuestra. Correspondencia 1926-1956. Gabriela Mistral y Victoria Ocampo (Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2007), 104. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Francia, principios de abril de 1939.

[2] En Memoria Chilena pueden consultarse imágenes, documentos, bibliografía y material audiovisual sobre Gabriela Mistral. http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3429.html (febrero, 2022).

[3] Horan y Meyer, Esta América, 12.

[4] Victoria Ocampo, “Gabriela Mistral en sus cartas”, conferencia leída en el Círculo Militar, 28 de junio de 1957, en Testimonios. Sexta serie (1957-1962) (Buenos Aires: Ediciones Sur, 1963), 59.

[5] María Celia Vázquez, Victoria Ocampo, cronista outsider (Rosario-Buenos Aires: Beatriz Viterbo Editora, Fundación Sur, 2019), 19.

[6] María Soledad González, Victoria Ocampo: escritura, poder y representaciones (Rosario: Prohistoria, 2018).

[7] Jacques Derrida, Mal de archivo. Una impresión freudiana (Madrid: Editorial Trotta, 1997), 10.

[8] Ocampo, “Gabriela Mistral”, 60.

[9] Además de los 10 volúmenes de Testimonios, publicados en vida entre mediados de los años treinta y llegando casi al final de su vida, Victoria Ocampo escribió su Autobiografía desde comienzos de los años cincuenta, cuyos seis volúmenes se publicaron luego de su muerte, ocurrida en 1979. Sobre la idea de trascendencia en Victoria Ocampo, hemos seguido a Hannah Arendt en González, Victoria Ocampo, 44.

[10] Ocampo, “Gabriela Mistral”, 64.

[11] Ocampo, “Gabriela Mistral”, 64-65.

[12] Doris Meyer, “La correspondencia entre Gabriela Mistral y Victoria Ocampo: reflexiones sobre la identidad americana”, Taller de Letras nro. 24 (1996): 87-100.

[13] Alicia Salomone, “Conversando sobre las identidades. Diálogos entre Gabriela Mistral y Victoria Ocampo”, CELEHIS IX, nro. 12 (2000): 329.

[14] Nelly Richard, “Experiencia, teoría y representación en lo femenino-latinoamericano”, en Feminismo, género y diferencia(s) (Santiago: Palinodia, 2018), 31.

[15] Fue bautizada como Lucila de María Godoy Alcayaga. Véase “Gabriela Mistral (1889-1957)”, Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile. http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3429.html. (febrero, 2022).

[16] Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo Aguirre. Al respecto, véase María Esther Vázquez, Victoria Ocampo (Buenos Aires: Planeta, 1991), 18.

[17] En 1923, daría su impresión sobre la enseñanza en México en “Cómo se ha hecho una escuela-granja en México”, publicada en Revista de Educación Primaria de México. Dicho texto puede consultarse en Por la humanidad futura. Antología política de Gabriela Mistral (Santiago: La Pollera Ediciones, 2016), 25-38.

[18] Algunas cuestiones preliminares pueden recuperarse en María Soledad González, “Una ‘heredera infiel’ en los inicios de la sociedad de masas, Victoria Ocampo, Argentina, años veinte”, Estudos Históricos vol. 33, nro. 70 (2020): 383-402, y María Soledad González, “‘Entonces, Victoria, plante su cruz ahora, la cruz de los suyos’. Los inicios de Ocampo como gestora artística y cultural en Argentina durante el gobierno de Marcelo T de Alvear”, Faces de Clio 7, nro. 13 (2021): 325-347.

[19] Horan y Meyer, Esta América, 24.

[20] Meyer, “La correspondencia”, 89.

[21] Oresta López Pérez, “Cartas sororales entre dos mujeres intelectuales: Palma Guillén y Gabriela Mistral", Revista de Educación Pública vol. 28, nro. 67 (2019): 166. Si bien dicha autora indagó en torno a la relación de amistad entre Gabriela Mistral y Palma Guillén, su aporte es iluminador para reflexionar sobre el nexo mantenido en el tiempo por Mistral y Ocampo, más si se tiene en cuenta que dichas intelectuales solo se encontraron en persona en muy pocas oportunidades.

[22] Ocampo dice 1925 pero, como expresan Horan y Meyer, el contacto inicia en 1926. Seguramente, al haber comenzado en enero de ese año, Mistral cometió el error de escribir 1925.

[23] Ocampo, “Gabriela Mistral”, 65.

[24] Horan y Meyer, Esta América, 43. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, 20 de enero de 1925 (en el original). Sin embargo, Horan y Meyer expresan que corresponde a 1926 y que el error pudo deberse al reciente cambio de año. Es probable que Mistral haya escrito esa carta en su paso por Buenos Aires, siguiendo camino a Europa. La firma de Mistral en una sola palabra es, según las compiladoras, habitual antes de 1930.

[25] Meyer, “La correspondencia”, 89.

[26] Un excelente trabajo que recupera dicha faceta en Mistral es el de Alexandra Pita, “Gabriela Mistral, Palma Guillén y Concha Romero. Entre amistades, redes intelectuales y organismos de cooperación”, en Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960, eds. Paula Bruno, Alexandra Pita y Marina Alvarado (Rosario: Prohistoria, 2021), 143.

[27] Sobre este punto puede consultarse el trabajo de Carola Sepúlveda Vásquez, “Gabriela Mistral: tácticas de una maestra viajera”, Revista Colombiana de Educación nro. 61 (2011): 282.

[28] Victoria expresa en su conferencia de 1957 que habían pasado cuatro años, quizás por la fecha que Gabriela había puesto erróneamente en la carta.

[29] Horan y Meyer, Esta América, 43-44. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, París, 22 de marzo de 1929.

[30] Ocampo, “Gabriela Mistral”, 65.

[31] Donna Haraway, Testigo_Modesto@Segundo_Milenio.HombreHembra©_Conoce_Oncoratón®. Feminismo y tecnociencia (Barcelona: UOC, 2004), en Nadie viene sin un mundo. Ensayos sobre la sujeción e invención de unx mismx, comp. Virginia Cano (Buenos Aires: Madreselva, 2018), 5.

[32] Vázquez, “Victoria Ocampo”, 151.

[33] Carola Sepúlveda Vásquez, “Gabriela Mistral: autoexílio, danças de roda, recados e experiências, postas em circulação como forma de educação”, Revista História da Educação vol. 25 (2021): 15. La traducción es nuestra.

[34] Sepúlveda Vásquez, “Gabriela Mistral: autoexílio”, 16.

[35] En Argentina existe un nutrido espacio de investigación donde se destacan trabajos como los de Sandra Fernández y Paula Caldo, La maestra y el museo. Gestión cultural y espacio público, 1939-1942 (Rosario: El Ombú Bonsái, 2013); Paula Caldo, “No parecían mujeres, pero lo eran. La educación femenina de las maestras, Argentina 1920-1930”, Historia y Sociedad nro. 26 (2014): 237-265, y Marina Becerra, “Un cuarto propio: relaciones de género, amor y magisterio en la Argentina de inicios del siglo XX”, Propuesta Educativa vol. 1, nro. 51 (2019): 42-60, entre muchos otros.

[36] Diego del Pozo, “Por la humanidad presente”, en Por la humanidad futura. Antología política de Gabriela Mistral (Santiago: La Pollera Ediciones, 2016), 8.

[37] Vázquez, Victoria Ocampo, 33. La autora realiza una excelente lectura del aporte de Ocampo a fines de los años veinte.

[38] Victoria Ocampo, “Quiromancia de la Pampa”, en Testimonios. Primera serie (1920-1934) (Buenos Aires: Ediciones Fundación Sur, 1981), 109.

[39] Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Victoria Ocampo, “Carta a Waldo Frank”, Sur año I (verano, 1931): 17-18.

[40] Beatriz Sarlo, “La perspectiva americana en los primeros años de Sur”, Punto de Vista nro. 17 (1983): 10-12.

[41] Varios autores ubicaron a Victoria Ocampo y a la revista Sur como continuadores del proyecto de la generación del ochenta, entre ellos, Juan José Sebrelli y Ricardo Piglia. Véase María Luisa Bastos, “Escrituras ajenas, expresión propia: Sur y los Testimonios de Victoria Ocampo”, Revista Iberoamericana vol. XLVI, nro. 110-111 (1980): 126-127.

[42] Leandro Losada, Historia de las elites en Argentina. De la conquista al surgimiento del peronismo (Buenos Aires: Sudamericana, 2009).

[43] Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant, “El propósito de la sociología reflexiva”, seminario de Chicago, en Una invitación a la sociología reflexiva, eds. Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant (Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2014), 159.

[44] La Asociación Amigos del Arte funcionó entre 1924 y 1942. Se enmarcaba en la renovación artística que se produjo en los años veinte en Argentina, cuyo foco en este caso era la ciudad de Buenos Aires. Allí, destacaron el desarrollo de las artes plásticas, la difusión del arte moderno y de artistas del siglo XIX. Asimismo, fue el espacio donde se llevaron a cabo conferencias, conciertos, espectáculos de danzas, teatro y cine. Su primera presidenta fue Elena Sansinena de Elizalde, perteneciente a la alta sociedad de la época. Un trabajo de referencia es el de Verónica Meo Laos, Vanguardia y renovación estética. Asociación Amigos del Arte (1924-1942) (Buenos Aires: Fundación Centro Integral Comunicación, Cultura y Sociedad-CICCUS, 2007).

[45] A fines del siglo XIX se había creado la Sociedad Musical de Mutua Protección que, a partir de 1919, se denominó APO, al obtener su personería jurídica. Fue el primer gremio de profesionales, pero, además, tuvo una impronta notable en el desarrollo musical de Argentina. Su periodo de esplendor se ubicó alrededor de 1922, llegando hasta mediados de los años treinta. Véase Rodolfo Arizaga, Enciclopedia de la música argentina (Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes, 1971). Durante 1924-1926, destacó la figura de Ernest Ansermet, a quien introdujo la propia Ocampo. Sobre esa experiencia y los conflictos ligados a la APO, Victoria Ocampo se expresó en el cuarto volumen de su Autobiografía, “Viraje” y en algunos pasajes de Testimonios.

[46] Acerca del contraste entre la figura de Alvear e Yrigoyen (presidente radical en los periodos 1916-1922 y 1928-1930) véase Losada, Historia de las elites, 218.

[47] Ocampo, “Palabras francesas”, en Testimonios. Primera serie, 18.

[48] Ocampo, “Palabras francesas”, 22.

[49] Josefina Ludmer, “Tretas del débil”, en Representaciones, emergencias y resistencias de la crítica cultural. Mujeres intelectuales en América Latina y el Caribe, eds. Nelly Prigorian y Carmen Díaz Orozco (Buenos Aires: CLACSO, 2017).

[50] Ocampo, “Palabras francesas”, 25.

[51] En este punto cabe destacarse que Mariano Oliveto plantea la hipótesis de que Ocampo se negaba a reconocerse escritora, porque eso habría implicado darle al español una altura literaria que solo guardaba para el francés. Véase Mariano Oliveto, “Las polémicas en torno al lenguaje en los años veinte: El caso de
Victoria Ocampo”, VII Congreso Internacional Orbis Tertius de Teoría y Crítica Literaria (18, 19 y 20 de mayo, 2009). http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.3582/ev.3582.pdf.

[52] Vázquez, Victoria Ocampo, 13.

[53] Vázquez, Victoria Ocampo, 14.

[54] Horan y Meyer, Esta América, 44. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Barcelona, 9 de enero de 1935.

[55] Horan y Meyer, Esta América, 45. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Barcelona, 9 de enero de 1935.

[56] Ocampo, “Gabriela Mistral”, 69.

[57] Horan y Meyer, Esta América, 45. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Barcelona, 9 de enero de 1935.

 

[58] Horan y Meyer, Esta América, 46. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Barcelona, 9 de enero de 1935.

[59] Ocampo, “Gabriela Mistral”, 72.

[60] Horan y Meyer, Esta América, 47. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Madrid, 14 de marzo de 1935.

[61] Horan y Meyer, Esta América, 47. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Madrid, 14 de marzo de 1935.

[62] Horan y Meyer, Esta América, 49. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Lisboa, 7 de abril de 1936.

[63] Horan y Meyer, Esta América, 50. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Lisboa, 7 de abril de 1936.

[64] Horan y Meyer, Esta América, 51. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Lisboa, 7 de abril de 1936.

[65] Horan y Meyer, Esta América, 57. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Lisboa, 21 de agosto de 1936.

[66] Aunque el tema amerita una reflexión que excede estas páginas, y los postulados de Mistral bien pueden leerse desde una impronta feminista, en la década del veinte sus escritos la encuentran manifestando una postura crítica. En 1927, también en El Mercurio, publicó “Feminismo: una nueva organización del trabajo”. Al respecto, véase Por la humanidad futura. Antología política de Gabriela Mistral (Santiago: La Pollera Ediciones, 2016) que compila los escritos que forman parte del legado de Mistral a partir de 2007 y se encuentran en la página web de Memoria Chilena y DIBAM.

[67] Biblioteca Nacional de Chile, Gabriela Mistral. Obra reunida, tomo VIII, “Cartas” (Santiago: Ediciones Biblioteca Nacional, 2020), 244. Carta de Gabriela Mistral a Carlos Errázuriz Ovalle, San Pablo, Brasil, diciembre de 1937. https://www.bpdigital.cl/info/obra-reunida-viii-descarga-libre-00207577 (febrero, 2022).

[68] De ese viaje data el encuentro con Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou, en el curso de verano organizado por el Ministerio de Educación de Uruguay.

[69] Pita, “Gabriela Mistral”, 143.

[70] Sepúlveda Vásquez, “Gabriela Mistral: tácticas”, 290. En nuestro trabajo, ponemos el foco en la colaboración de Ocampo, pero el trabajo de Sepúlveda Vásquez permite ver la amplia gama de contactos que Mistral tenía en diversos países. De igual forma, el trabajo de Alexandra Pita, ya citado, indaga sobre dichos nexos en la vida diplomática.

[71] Horan y Meyer, Esta América, 61. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, París, 4 de agosto de 1937.

[72] Horan y Meyer, Esta América, 62.

[73] Horan y Meyer, Esta América, 68. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Mar del Plata, principios de abril de 1938.

[74] Gabriela Mistral, “Recado a Victoria Ocampo en la Argentina”, en Tala (Buenos Aires: Editorial Sur, 1938), 265. Biblioteca Nacional de Chile, Memoria Chilena. http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-7914.html (febrero, 2022).

[75] Mistral, “Recado a Victoria Ocampo”, 267.

[76] Horan y Meyer, Esta América, 104. Carta de Gabriela Mistral a Victoria Ocampo, Francia, principios de abril de 1939.