Implementación de la educación femenina en el barrio Matta Sur:

la escuela Santa Isabel de Hungría del Patronato de San Antonio

(1872-1935)

Nelson Manuel Alvarado Sánchez*

Universidad de los Andes (Chile)

nemasofm@gmail.com

https://orcid.org/0000-0003-1127-3736

Resumen

En el presente artículo se analiza la Escuela de Niñas Santa Isabel de Hungría del Patronato de San Antonio, vinculándola con las condiciones sociales del territorio y con otras obras sociales. En dicho análisis se detalla su estructura e institucionalidad y se compara su plan de estudios con el de la escuela de varones de la misma institución, para determinar sus diferencias y acercarnos a la visión sobre la mujer. Las principales fuentes se recopilaron en el Archivo Franciscano de Santiago y la Biblioteca Nacional, y a partir de ellas fue posible catalogar las noticias de la institución. El material se organizó en torno a su fundación, planes de estudios, matrícula y administración, el cual se relacionó, primero, con el proyecto del Patronato y su escuela de varones; seguidamente, con la información asociada a otras obras y las características del sector de Matta Sur y, para finalizar, con la investigación sobre la historia urbana de Santiago, el catolicismo social y la cuestión social chilena. El artículo presenta a esta escuela en su barrio, su impacto, las diferencias con la educación de los niños y las valoraciones sobre las mujeres populares y las de familias de elite que se relacionaban en ella.

Palabras clave

Educación de niñas, barrios de Santiago de Chile, acción social católica, obras sociales.

Implementation of Female Education in the Matta Sur Neighborhood: The Santa Isabel de Hungría School of the Patronato de San Antonio (1872-1935)

Abstract

This article analyzes the Santa Isabel de Hungría School for Girls of the Patronato de San Antonio, linking it to the territory's social conditions and other social works. It details its structure and institutionality and compares its curriculum with that of the boys' school of the same institution to determine their differences and approach women's vision. The main sources were compiled in the Franciscan Archives of Santiago and the National Library, and from them it was possible to catalog the news of the institution. The material was organized from the aspects referred to its foundation, study plans, enrollment and administration, which was, first, related to the project of the Patronato and its boys' school; then, with the information related to other works and the characteristics of the Matta Sur sector; and, finally, with the research on the urban history of Santiago, the social Catholicism and the Chilean social question. The article presents this school in its neighborhood, its impact, the differences with the education of the children and the valuations on the popular women and those of elite families that were related in it.

Keywords

Girls' education, Santiago de Chile neighborhoods, catholic social action, social works.

Implementação da educação feminina no bairro Matta Sur:  a escola Santa Isabel de Hungria do Patronato de San Antonio (1872-1935)

Resumo

Este artigo analisa a Escola para Meninas Santa Isabel de Hungria do Patronato de San Antonio, relacionando-a com as condições sociais do território e com outras obras sociais. Essa análise detalha sua estrutura e estrutura institucional e compara seu currículo com o da escola masculina da mesma instituição, a fim de determinar suas diferenças e abordar a visão das mulheres. As principais fontes foram compiladas no Arquivo Franciscano de Santiago e na Biblioteca Nacional, de onde foi possível catalogar as notícias da instituição. O material foi organizado em torno de sua fundação, currículos, matrículas e administração, primeiramente relacionados ao projeto Patronato e sua escola para meninos, depois a informações associadas a outros trabalhos e às características do setor Matta Sur e, finalmente, a pesquisas sobre a história urbana de Santiago, o catolicismo social e a questão social chilena. Este artigo apresenta essa escola em seu bairro, seu impacto, as diferenças em relação à educação das crianças e as avaliações das mulheres populares e das famílias de elite que a frequentavam.

Palavras-chave

Educação de meninas, bairros de Santiago do Chile, ação social católica, obras sociais.

 

Introducción

Los 100 años del primer liceo fiscal femenino en Chile, fundado en Valparaíso, son el marco para reflexionar sobre la historia de la educación femenina y, en particular, sobre una escuela de niñas inserta en un barrio obrero y popular de Santiago. Con ello se pretende aportar a la disciplina vinculando la fundación y consolidación de una escuela con las condiciones sociales de su entorno, con las intervenciones de organizaciones públicas y privadas en un territorio y con las transformaciones en el mismo.

En el presente artículo se analiza la fundación y consolidación de la Escuela de Niñas Santa Isabel de Hungría del Patronato de San Antonio en relación con las condiciones sociales de los habitantes del barrio Matta Sur, en Santiago de Chile, y con otras obras estatales, filantrópicas y del catolicismo social que buscaban cooperar en la superación de las malas condiciones económicas y morales de las familias obreras del sector. Se detalla el objetivo, administración y desarrollo de esta escuela, vinculándola al proyecto social del Patronato, y se compara su plan de estudios con el de la escuela de varones de dicha institución para determinar sus diferencias y acercarnos a la visión sobre la mujer.

El artículo, por tanto, se centra geográficamente en el sector al sur de la avenida Matta, en la comuna de Santiago, y, en especial, en la zona donde desarrolla su acción social el Patronato de San Antonio. El periodo de estudio comprende desde 1872 —año de implementación de las políticas urbanas de Benjamín Vicuña Mackenna, que será cercano a la instalación de las primeras obras educacionales, sanitarias y habitacionales en el área— hasta 1935 —año en que el Patronato de San Antonio ya había construido y consolidado su presencia social y pastoral—.

Esta investigación conlleva vincular el catolicismo social y la historia social. El primero se entiende desde el permanente desafío de concretar el amor al prójimo, que atraviesa toda la enseñanza cristiana. La acción social acompaña la labor evangelizadora y pastoral, pues la esencia misma de la fe católica es la búsqueda del bien común de la sociedad. En el siglo XIX, hubo una reflexión y reacción por parte de laicos y clérigos católicos, inicialmente en Europa, a las consecuencias de la implementación de políticas económicas liberales y su desarrollo posterior en la sociedad industrial capitalista. Esta reflexión fue refrendada por el papa León XIII en la carta encíclica Rerum novarum, con la cual se inicia el magisterio social de la Iglesia, y con la creación de una serie de obras sociales lideradas por asociaciones católicas o laicos en forma particular (Berríos, 2009, 101; Cubas Ramacciotti, 2018, pp. 10-12). El influjo de los católicos sociales generó una tradición clave en la renovación eclesial del siglo XX (Silva, 2008, p. 617). La historia social, por su parte, permite detectar los grupos clasificándolos por tipologías diversas, como la edad, género o linaje, y preguntarse cómo se forman y traspasan los límites de clase; describir las relaciones como redes que permiten el intercambio de ideas, bienes e influencias; interesarse, mayoritariamente, por los factores o variables culturales, como los medios de transmisión y recepción, formas de percepción, estructura de los relatos y rituales, y dar importancia semejante a modos de pensamiento o acción (Zemon David, 1991).

La zona al sur de la avenida Matta, en Santiago, considerada en riesgo social y moral, fue el lugar en el cual asociaciones católicas y filantrópicas fueron estableciendo viviendas sociales, centros de salud y colegios, siendo estos últimos el principal instrumento para adentrarse en el territorio. Una de esas asociaciones era el Patronato y Habitaciones para Obreros de San Antonio, creado por la Venerable Orden Tercera (VOT) del Convento de San Francisco de la Alameda en las primeras décadas del siglo XX. Como institución católica, el Patronato era una expresión del catolicismo social de la época; por tanto, buscaba responder a las hostilidades del liberalismo y al socialismo, a través de la defensa de la presencia social de la Iglesia, particularmente, con su derecho a participar en la educación y renovar la constante evangélica de la ayuda fraterna con los grupos sociales vulnerables. El Patronato instaló sus obras buscando integrar lo pastoral y lo social para el bien de sus beneficiarios, uno de los cuales eran las niñas de las familias obreras, para quienes fundó una escuela. En ella, la educación impartida no difería con la del colegio de varones, pero había algunas consideraciones sobre el rol social de la mujer.

Para comprender la conformación de la ciudad de Santiago y su lógica segregadora, son fundamentales las obras de Armando de Ramón y Luis Alberto Romero —el primero con su artículo “Santiago de Chile (1850-1900). Límites urbanos y segregación espacial según estratos” (1978) y su libro Santiago de Chile (1541-1991) (2000), y el segundo con ¿Qué hacer con los pobres? Elites y sectores populares en Santiago de Chile 1840-1895 (1997)—, que permiten comprender el origen, relaciones y desarrollo de sectores periféricos en torno al centro de la ciudad. Además, la investigación de César Leyton y Rafael Huertas —“La tecno-utopía liberal de Benjamín Vicuña Mackenna (1872-1875)”, en Bulevar de los pobres (2015)— aporta la mirada política e ideológica detrás de la conformación de esta separación territorial. Finalmente, Sergio Grez Tosso, en su recopilación de artículos de prensa sobre la cuestión obrera chilena —La "cuestión social" en Chile: ideas y debates precursores (1804-1902) (1995)—, da cuenta de las condiciones sociales de los proletarios, los prejuicios sobre ellos y las políticas de intervención.

En cuanto, a las investigaciones sobre el Patronato de San Antonio, destacan los artículos de Juan Rovegno, “P. Luis Orellana, ofm, fundador del Patronato de San Antonio” y “Los franciscanos y las obras de beneficencia en los inicios del siglo XX chileno”; el primero, publicado en el Anuario de la historia de la Iglesia en Chile (2001-2002) y el segundo, en Los franciscanos en Chile: Una historia de 450 años (2005). Ambos artículos se centran en la labor social de los franciscanos chilenos, destacando la figura de fray Luis Orellana, pero no relacionan las obras sociales franciscanas con las asociaciones laicales u otras organizaciones operando en el mismo territorio ni con las condiciones económicas de las familias obreras.

Debe señalarse, también, el trabajo de Priscila Barahona y María José Fernández, alumnas del postítulo de especialización en Restauración y Conservación Arquitectónica de la Universidad de Chile, que realizaron su estudio sobre el Patronato bajo el título “Iglesia Parroquial del Patronato de San Antonio de Padua”. Si bien el acento de la investigación es el valor patrimonial y arquitectónico de la manzana original de esta obra, indagaron en la acción social que le dio origen y compararon las habitaciones de obreros entre diferentes obras contemporáneas. Finalmente, Nelson Alvarado publicó el artículo “El Patronato de San Antonio en Chile y la implementación de obras y servicios sociales en el libro Historia contemporánea. Problemas, debates y perspectivas” (2022), en el cual presenta la relación entre las obras sociales del Patronato y su ubicación en el barrio Matta Sur.

Para comprender la educación femenina en el periodo de estudio se revisaron dos artículos del tomo III de la Historia social de la educación chilena (2017). El primero de ellos, “Ni sumisas ni silenciadas, propuestas sobre la educación de mujeres desde la heterogeneidad de la prensa femenina, 1860-1919”, de Natalia Coca Cano, permite comprender las visiones sobre la necesidad y objetivos de la educación femenina desde las distintas clases sociales y, en particular, desde el modelo católico, que buscaba instruir a la mujer popular para desenvolverse como buena dueña de casa y piadosa, aunque ello entraba en contradicción con el protagonismo de las mujeres de elite en la acción social católica. Y, el segundo, “La instrucción femenina y su valoración a inicios del siglo XX: los congresos pedagógicos de 1889, 1902 y 1912”, de Andrea Schifferly Rivera, en que se detalla la evolución de los ramos técnicos diferenciados por género, en especial, en la educación para la infancia de las clases proletarias.

Las principales fuentes fueron las revistas franciscanas y del Patronato de San Antonio, que se encuentran en el Archivo Franciscano de Santiago y la Biblioteca Nacional. Con ellas, fue posible catalogar las noticias sobre la historia y obras de la institución y, en particular, la Escuela Santa Isabel. El material se organizó catalogando la información referida a su fundación, planes de estudios, matrícula y administración, el cual se relacionó, primero, con el proyecto del Patronato y su escuela de varones; seguidamente, con la información asociada a otras obras y las características del sector de Matta Sur y, para finalizar, con la investigación sobre la historia urbana de Santiago, el catolicismo social y la cuestión social chilena.

 

El barrio Matta Sur

En el siglo XIX, la ciudad de Santiago vivió una serie de procesos que la fueron conformando. Desde mediados de 1800, se fue comprendiendo como una ciudad con un centro y sus periferias al norte, oeste y sur. El centro de la ciudad se consideraba la ciudad propiamente tal, pero sus límites variaban según diferentes leyes (Ramón, 1978, pp. 256-258).

Benjamín Vicuña Mackenna fue intendente de Santiago entre 1872 y 1875, y en su gobierno se consolidó el proceso de segregación de la ciudad. Su proyecto urbano consistió en la creación de un gran bulevar, un espacio abierto que dividiera la ciudad de la elite de sus periferias, consideradas poblaciones molestas y peligrosas por sus condiciones higiénicas y sociales. Estas eran el lugar para instalar a los migrantes rurales, indígenas y obreros. Un muro imaginario que separaba las dos ciudades, pero a la vez permitía los intercambios económicos (Leyton y Huertas, 2015, pp. 28-34). Pues, fuera del centro “había crecido un vasto sector dependiente: artesanos especializados en productos suntuarios, comerciantes de pequeñas y medianas tiendas, sirvientes, cocheros, albañiles” (Romero, 1997, p. 26).

En estos suburbios vivían, según estimaciones de 1872, entre un 33% y un 50% de la población de la ciudad (Grez Toso, 1995a, p. 212). En ellos crecía la miseria, en la medida en que aumentaba la población producto de la migración rural. Se evidenciaban sus malas condiciones habitacionales y de la forma de vida en los suburbios santiaguinos, como lo denunciaba el diario capitalino El Ferrocarril (Grez Toso, 1995a, p. 211). La infancia popular no acudía a las escuelas, pues esta institución debía competir —y perdía— con la necesidad de aportar económicamente desde una temprana edad (Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2013b, pp. 105-109). A ello se sumaba la ausencia de servicios: eran barriadas que sufrían la especulación de la vivienda y la ausencia de policías, alumbrados, áreas verdes y acceso al agua potable (Grez Toso, 1995c, p. 243-244).

A la evidente pobreza de las familias obreras y los suburbios que habitaban, había que agregar los prejuicios presentes en sectores de la elite. Por ejemplo, para Vicuña Mackenna, las áreas urbanas más allá del centro de Santiago eran un antro de delincuencia y enfermedades (Ramón, 1978, p. 258), territorios que la autoridad buscaba erradicar. En 1872, en el contexto de una epidemia que afectaba a la capital, se propuso legislar para erradicar los ranchos que la rodeaban sí sus propietarios o inquilinos no mejoraban las condiciones higiénicas de los mismos, lo que no fue implementado, para no obligar a los habitantes a depender de la beneficencia (Grez Toso, 1995b, p. 237).

El límite sur, según el proyecto de Vicuña Mackenna, era el camino de Cintura, actual avenida Matta, hasta el zanjón de la Aguada (ver figura 1) y la población ubicada allí constituía una parte significativa de la ciudad (Ramón, 1978, p. 257). Este sector había comenzado a urbanizarse, paulatinamente, en 1842. El Estado adquirió un sector de chacras para establecer el parque Cousiño, actual parque O’Higgins, y en 1847 se instaló el matadero, con la finalidad de eliminar la venta de carnes en el sector de la Plaza de Armas de Santiago (Romero, 1997, p. 20). Además, las hijuelas al sur de la actual avenida Matta, propiedad de familias de la elite, se entregaron a “modestos pobladores que solo recibían un pequeño pedazo de suelo debiendo ellos mismos edificar allí, como pudiesen, una modesta morada” (Ramón, 1978, p. 258). Al igual que en otros suburbios de la capital, en este territorio comenzó la especulación por el valor y la renta de la tierra (Ramón, 2000, p. 143).

Figura 1. El Santiago de Vicuña Mackenna y el barrio Matta Sur

Santiago de Vicuña Mackenna

Fuente: elaboración propia con base en Leyton y Huertas (2015, p. 31).

Las obras sociales en Matta Sur

En Matta Sur, a partir de 1862, comenzó la implementación de una serie de obras filantrópicas o caritativas a favor de sus habitantes, principalmente, el establecimiento de viviendas obreras, centros de salud y colegios. El despliegue de estas obras demuestra que se priorizó el sector entre la actual ruta 5 y la avenida Santa Rosa, donde se ubicaron, en su mayoría, las obras sociales, debido quizás a que, a mediados del siglo XIX, se había instalado en ese sector el matadero y el parque Cousiño (Romero, 1997, p. 20). La presencia de estas instituciones públicas y privadas permitió adentrarse en un territorio carente de servicios y, a la vez, con reputación de peligroso por sus malas condiciones económicas e índices de delincuencia.

Las habitaciones para obreros y sus condiciones higiénicas eran una preocupación del mundo público y privado. El Estado, a partir de 1906, inició una intervención para la construcción de viviendas obreras, edificándolas directamente, creando instituciones semiprivadas o nuevos organismos para este fin. Y entre las iniciativas privadas estaban aquellas nacidas de las cooperativas obreras para la vivienda; de las patronales, empresas que construían casas baratas para sus obreros, y de la acción social católica (Oficina del Trabajo, 1911; Munizaga et al., 1943, pp. 130-145; Hidalgo Dattwyler, Errázuriz Infante y Booth Pinochet, 2005, pp. 327-366).

Otro servicio social que, paulatinamente, llegó a este suburbio fueron los centros de salud. En 1910, la Junta de Beneficencia de Santiago resolvió construir un hospital para niños en la avenida Matta, en la actual avenida Santa Rosa. En 1911, el Gobierno autorizó su construcción y nombró la comisión encargada de redactar los estatutos que lo regirían. Fue inaugurado como policlínico en 1913, llegando en 1915 a atender 6.224 consultas, equivalentes a 1.655 niños tratados, y en 1919 empezó a recibir hospitalizados (Laval, 2008, pp. 301-302; Artigas Nambrard, 1991, p. 22). En la zona de San Miguel, en 1911, se inauguró el hospital Barros Luco —responsabilidad, también, de la Beneficencia— para la atención de varones y mujeres, y preparado para atender enfermedades y emergencias generales de la población del sur de Santiago (Hospital Barros Luco Trudeau, 2020). Otras instituciones destacadas fueron La Gota de Leche y la Hermandad de Dolores. Esta última se fundó en 1815 y su objetivo era cooperar en la educación, la moralidad del pueblo e impregnar a la sociedad de los valores evangélicos (Huerta Malbrán, 1991, pp. 157-159). A partir de 1915, la Hermandad comenzó a crear y atender dispensarios, para subsidiar la carencia de medicamentos y atenciones médicas desde los hospitales públicos (Guerín, 1928, pp. 504-506).

La creación de escuelas y liceos fue un interés compartido y priorizado por la Sociedad de Instrucción Primaria, congregaciones y asociaciones laicales católicas, y el Estado chileno. Las 17 instituciones educativas fundadas en Matta Sur —53% privadas y 47% públicas— fueron fundamentales para adentrarse en el barrio: la primera de ellas, inaugurada en 1862, antecedió por casi una década a las reformas urbanas de Vicuña Mackenna, por 18 años a las primeras viviendas sociales y por alrededor de 40 años a los primeros centros de salud. A partir de la década de 1880, fue incrementándose el número de centros educacionales, siendo la década de 1910 aquella con la mayor cantidad de centros, instalándose seis nuevos colegios en el sector (ver figura 2).

Estos colegios abarcaban las diferentes categorías escolares: escuelas técnicas, básicas y liceos. En cuanto a su distribución por género, se considera equilibrada: era posible observar el mismo número de escuelas para niños y niñas; en cuanto a los liceos, de los tres que había, dos eran para las adolescentes.

Figura 2. Centros educativos en el sector Matta Sur (1862-1935)

Centros educativos en el sector Mata Sur

Fuente: elaboración propia a partir de Biblioteca Nacional de Chile (2020), FindGlocal (2020), Colegio Francisco Arriarán (2020), Escuela Irene Frei de Cid (2020), Liceo Manuel Barros Borgoño (2020), Hijas de María Auxiliadora (2020), Colegio Santa Cruz (2020), Departamento de Patrimonio (2013), Escuela Reyes Católicos (2020), Colegio Guillermo Matta (2020), Colegio Hermanos Matte (2020). style="text-align: center;"

La Escuela Santa Isabel de Hungría del Patronato de San Antonio

El Patronato de San Antonio fue una obra social creada desde las comunidades laicales del convento de San Francisco de Alameda, en Santiago. El 20 de diciembre de 1909, en reunión ordinaria del Consejo de Varones de la VOT con su rector, fray Luis Orellana, se acordó la fundación de una librería y una biblioteca propias de la Orden Tercera y una escuela en algún barrio santiaguino (Editores, 1909, nro. 88, p. 280). El último acuerdo, probablemente, hacía referencia a la necesidad de trasladar la antigua escuela de varones del Convento de San Francisco de la Alameda desde 1885. En 1910, se informó que estaba cerrada, pero hasta el año anterior había funcionado con una matrícula de 140 alumnos y una asistencia promedio de 80 alumnos (Lagos, 1910, p. 523). Sin embargo, la donación de Pedro Fernández Concha, una chacra denominada “El Carmen” (Álvarez y Álvarez, 1931, pp. 42-44), ubicada en la manzana comprendida entre las calles Carmen, Maule, Santiago Concha y Pedro Lagos, de la comuna de Santiago, permitió el establecimiento de un conjunto de obras que superó la propuesta inicial. Desde las coordenadas de la época, el Patronato de San Antonio era entendido como una obra integral, reconocía y asumía la situación deplorable de la clase obrera, y buscaba darle una satisfactoria respuesta desde una dimensión evangelizadora y social. Hacia 1935, esta obra contemplaba un templo, 54 viviendas sociales, un policlínico, un centro social y dos escuelas (Álvarez, 1936, pp. 53-58): una de niños, denominada de San Antonio, y la otra de niñas, bajo la advocación de Santa Isabel de Hungría (ver figura 3). Estos colegios fueron de las primeras construcciones del Patronato[1], que constituyeron un 12,88% del costo total de las edificaciones terminadas en 1935 (Álvarez, 1936, p. 55).

 

Figura 3. Obras sociales del Patronato de San Antonio (1909-1935)

Obras sociales del patronato de San Antonio

Fuente: elaboración propia a partir de Álvarez (1936, pp. 53-58).

Esta opción prioritaria por los colegios era coherente con la mirada y preocupación de los franciscanos chilenos. La necesidad de involucrarse en la educación nació de una mirada crítica al contexto social donde estaban insertos, realidad que era vista con preocupación, pues se interpretaba como un estado de crisis permanente y en aumento. Se temía que una cultura que ignorara a Dios terminaría despreciando al ser humano, con lo que se generarían dos grupos de alto riesgo: los jóvenes y las clases populares (Editores, 1911, nro. 116, pp. 145-146). Y, en el caso particular de las niñas de familias obreras, era preocupante como se dejaban influenciar por ciertas modas “francesas”, ropa ajustada y recortada, y por costumbres consideradas de riesgo moral, como noviazgos y paseos en parques o quintas sin la debida supervisión de sus padres (Bustos, 1916, pp. 349-351).

En sus inicios, ambas escuelas del Patronato estaban unidas a las misiones populares realizadas por los frailes en el sector y a la construcción de una capilla provisoria donde se impartía la catequesis para los niños (Fuenzalida, 1913, p. 246; Ramírez, 1916, p. 451). Además, se compartía, probablemente, el proyecto de establecer estos colegios en el barrio, lo cual explica que ambas escuelas hayan tenido matriculados antes del levantamiento de los edificios (Álvarez y Álvarez, 1931, pp. 15-16).

En 1912, se inauguró la Escuela San Antonio y en la ceremonia se expresó: “esta educación no sólo la pedimos para el hombre, sino para la mujer. Instrúyase también y edúquese cristianamente á la mujer. Las almas no tienen sexo” (Editores, 1911, nro. 112, p. 667). Anhelo que se cumplió con la inauguración de la Escuela Santa Isabel de Hungría el 23 de abril de 1916 (Editores, 1916, nro. 197, p. 279-280), ubicada en calle Carmen 1555 (Editores, 1926, nro. 319, p. 278)[2]. En su apertura se establecían sus objetivos: una escuela para niñas que las alejara de la ignorancia y los vicios, apoyara la educación familiar, formara ciudadanas para el progreso de la patria y fortaleciera la fe (Díaz, 1916, nro. 197, pp. 269-271).

La Escuela Santa Isabel era una obra del Patronato de San Antonio, pero su administración estaba en manos de asociaciones laicales y congregaciones religiosas femeninas. Esta escuela nació del esfuerzo de organizaciones femeninas de hermanas de la VOT del Convento de San Francisco de la Alameda (Díaz, 1916, nro. 197, p. 271), cuya finalidad era la mejora de las obras del Patronato de San Antonio: Sociedad del Catecismo, Sociedad del Bazar y, en particular, de la Sociedad de Labor de San Antonio. Esta última nombraba visitadoras para la escuela (Editores, 1917, nro. 210, p. 262)[3] y mantuvo el cuidado de la escuela de niñas hasta 1928 (Editores, 1928, nro. 338, p. 73)[4]. En 1929, el Consejo Femenino de la VOT nombró visitadora de la escuela de niñas a la tercera Ana Cruchaga de Hurtado (Editores, 1929, nro. 357, p. 387). Fray Luis Orellana, en 1929, inició la búsqueda de una comunidad de religiosas para la custodia de la escuela de niñas; las primeras fueron las Religiosas Adoratrices, que se hicieron cargo de la Escuela Santa Isabel a partir de 1930 (Editores, 1930, nro. 370, p. 429; Editores, 1931, nro. 373, p. 47; Alcover, 1978, p. 41). Las hermanas organizaron la Sociedad Cooperadora de la Escuela Santa Isabel para el bien material y moral del establecimiento (Editores, 1930, nro. 93, p. 7). Finalmente, en 1934, arribaron a la Escuela Santa Isabel de Hungría las Religiosas Franciscanas Terciarias de la Inmaculada, inicialmente con siete integrantes (Alcover, 1978, pp. 40-42), congregación que permanece en esta institución hasta la actualidad.

La conformación del programa de estudios de ambas escuelas se determinó a partir del proyecto educativo y social franciscano, que contemplaba una instrucción integral —“La educación debe ser científica en su materia, religiosa en su forma, sin que sea posible ni lícito separar lo científico de lo religioso, aunque sean cosas diversas” (Editores, 1911, nro. 112, p. 665)—; el apoyo al ahorro de las familias proletarias, considerada una tarea de la caridad cristiana (Alvarado Sánchez, 2022ª, p. 71) —por ello, se establecían escuelas gratuitas—, y subsidiar al Estado en el auxilio a las clases populares (Editores, 1911, nro. 112, p. 668).

Con ello en vista, en 1914, se estableció un plan de estudios que contemplaba Catecismo, Gramática, Geografía e Historia (Editores, 1914, nro. 161, p. 316) y, en 1916, ya se había adaptado la enseñanza de las escuelas a los planes y al sistema educativo fiscal (Ramírez, 1916, nro. 201, pp. 451-452; Álvarez y Álvarez, 1931, p. 80; Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2013b, p. 186). Con ello, las escuelas del Patronato adhirieron al conjunto de objetivos transversales del proyecto educativo nacional, que iba más allá de la labor en las aulas, fomentar el espíritu patriótico y la educación física[5]; por ejemplo, en la realización de revistas gimnásticas en diversos eventos (Editores, 1916, nro. 199, p. 366; Editores, 1919, nro. 238, p. 450; Editores, 1920, nro. 250, p. 593; Editores, 1922, nro. 16, pp. 4-5; Editores, 1923, nro. 27, p. 8; Editores, 1926, nro. 322-323, p. 448; Editores, 1923, nro. 23, p. 7)[6], pero manteniendo sus propios objetivos extracurriculares: ofrecer un espacio abierto para actividades extraescolares, fuera del horario de clases, para el divertimiento y el fortalecimiento de los lazos de compañerismo entre los alumnos (Guerín, 1928, p. 582), y reforzar la formación catequística. En un primer momento, los frailes realizaban el catecismo; luego, esta tarea fue asumida por damas de la VOT del Convento San Francisco de la Alameda; seguidamente, por un grupo de damas presidido por Julia Cruchaga de Ovalle, tercera franciscana, quienes crean en 1916 la Sociedad Catequística de San Antonio. Desde la erección de la parroquia en el Patronato, en 1923, se estableció la Sociedad del Catecismo Parroquial del Patronato, siendo su principal gestora la directora del escuelaSanta Isabel de Hungría, Hortensia Córdoba (Editores, 1915, nro. 165, p. 31; Bustos, 1936, nro. 419, p. 60; Fuenzalida, 1913, p. 247; Ramírez, 1916, pp. 450-451; Editores, 1927, nro. 326, p. 69; Editores, 1928, p. 73).

Ambas escuelas establecieron en sus planes de estudios un área de formación técnica diferenciadas por género: en la escuela de niños había una sección de cartonaje y cursos prácticos de dactilografía y tipografía (Editores, 1920, nro. 245, p. 283; Editores, 1921, nro. 6, p. 3; Editores, 1924, nro. 30, p. 8; Editores, 1929, nro. 354, p. 242), y en la escuela de niñas se creó “un taller de labor, en donde las niñas aprenden a ganar su vida” (Editores, 1919, nro. 240, p. 548; Editores, 1920, nro. 246, p. 351) y confeccionaban lencería, modas y bordados (Editores, 1925, nro. 42, p. 7; Editores, 1928, p. 73; Guerín, 1928, pp. 366-367).

La Escuela Santa Isabel, en la medida que pasaba el tiempo y se consolidaba, fue aumentando su matrícula de 240 a 500 alumnas entre 1916 y 1930 (Álvarez y Álvarez, 1931, pp. 15-16). No había en los informes del Patronato de San Antonio datos sobre la deserción de las alumnas, pero puede considerarse que existía por las mismas causas nacionales, como las condiciones precarias que obligaban al trabajo infantil (Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2013b, pp. 126-137; Coca Cano, 2017, p. 258). Sin embargo, aparentemente, la situación en torno al Patronato de San Antonio se pudo revertir, pues, en 1927, se informaba que las solicitudes de matrícula de hijos e hijas de familias obreras en ambas escuelas sobrepasaba su capacidad (Editores, 1927, nro. 329, p. 190).

Aunque no había mayores diferencias en los planes de estudios entre ambas escuelas, más que las establecidas en la enseñanza técnica, existían algunas disimilitudes en los proyectos educativos. Por ejemplo, los mejores alumnos de la Escuela San Antonio eran recompensados con libretas del Banco Popular y de la Caja de Ahorro (Editores, 1916, nro. 201, p. 459; Guerín, 1928, p. 583; Valdivieso, 2006, pp. 297-298), de lo cual no hay antecedentes en el caso de las mejores alumnas de la Escuela Santa Isabel. Y no se destacaban de igual modo a los exalumnos: por ejemplo, en 1929, en el periódico del Patronato, se publicó un listado de exalumnos destacados, en el cual no aparece ninguna exalumna (Editores, 1929, nro. 82, pp. 6-7). Estas diferencias estaban presentes, también, en la preocupación del Patronato por la educación de adultos, que se desarrollaba en una escuela nocturna para los obreros en las instalaciones de la escuela de niños, pero no contemplaba la instrucción para las mujeres populares.

Una explicación posible para la inexistencia de una escuela femenina de adultos es que el proyecto de acción social y educativo franciscano no entendía a la mujer popular en un rol de sostenedora, sino como esposa y madre dentro de la familia obrera y, por ende, debía ser preparada para ser una buena administradora de los recursos familiares, como manifestaba en la prensa franciscana chilena fray Pedro Bustos (1911, nro. 112, p. 681; 1914, p. 10.). Sin embargo, entre las obras del Patronato había aquellas que ayudaban a las mujeres a subsidiar los ingresos familiares, por ejemplo, la tienda “La Abeja”, “donde las madres que lo necesitan venden costuras y confecciones a precios razonables” (Editores, 1928, nro. 345, p. 371), y, hacia 1935, establecieron otra obra para mujeres que, por diversas circunstancias, debían autosustentarse: viudas, separadas, madres solteras y quienes tenían alguna condición invalidante y no contaban con vivienda. A estas últimas se les procuraba una vivienda y se creó un taller desde donde pudieran elaborar productos para vender y lograr su mantención (Díaz de Díaz, 1936, nro. 419, p. 65).

Debe considerarse que esta mirada distinguía entre la mujer popular y la perteneciente a las familias pudientes. Estas últimas tuvieron una activa participación en las obras del Patronato de San Antonio, como en otras iniciativas sociales de la época (Guerín, 1928; Alvarado Sánchez, 2022b, pp. 47-70). Su acción en la Escuela Santa Isabel se entiende desde dos perspectivas: primero, en el ámbito franciscano, se entendía que los roles principales de la mujer eran ser esposa y madre, pero en el caso de aquellas mujeres pertenecientes a la elite, se esperaba su asociación a alguna organización eclesial, donde se comprometieran con los más vulnerables (Kerval, 1914, nro. 162, pp. 337-338; Yeager, 1999, pp. 425-458); segundo, uno de los espacios para la acción social femenina era la asistencia educativa de las familias obreras, la alimentación o vestuario (Orellana Rivera, 2012, p. 122), y, en el caso de la escuela femenina del Patronato, además, su incorporación a la administración y gestión.

Sin embargo, estas limitantes culturales no impidieron, desde el modelo dado por la presencia de mujeres de elite, católicas y asociadas a diversas comunidades laicales, el protagonismo de las beneficiarias, preceptoras, apoderadas y exalumnas de la Escuela Santa Isabel en la acción social y pastoral del Patronato de San Antonio. Estas mujeres fundaron la VOT del Patronato en 1913, donde ingresaron los primeros 85 hermanos —21 varones y 64 mujeres—, y en agosto de 1913, eran ya 125 terceros —100 mujeres y 25 varones— (Fuenzalida, 1913, p. 247; Editores, 1915, nro. 165, p. 19; Editores, 1915, nro. 173, p. 273).

A VOT se sumaron otras asociaciones laicales, como la Sociedad Hijas de María de Lourdes (Editores, 1929, nro. 358, pp. 47-48), Sociedad del Sagrado Corazón (Editores, 1927, nro. 330, p. 227), Conferencia de San Vicente, sede Patronato de San Antonio, sección masculina y femenina (Editores, 1927, nro. 332, p. 317), Juventud Católica Femenina (Editores, 1927, nro. 336, pp. 519-520) y las sociedades responsables del catecismo (Editores, 1927, p. 69). Desde estas comunidades, siguiendo el modelo pastoral de la época, se realizaron visitas domiciliarias a los vecinos más vulnerables del barrio; se repartieron alimentos, medicamentos, bonos en dinero o especies, e inculcaron a madres e hijos la importancia del trabajo honrado, la educación, la disciplina individual y la práctica religiosa (Taille y Ponce de León, 2009, pp. 123-124), vinculando a estas familias con los servicios del Patronato. Este trabajo ayudó a las mejoras y progreso del sector, del cual se decía, en 1930, que “es hoy un centro poblado, de interesante comercio, de calles es su mayoría pavimentadas, de pequeños propietarios trabajadores y de orden” (M.P.A., 1930, p. 424).

 

Conclusiones

El análisis sobre la Escuela Santa Isabel nos permite acercarnos a algunas constantes sobre la educación femenina en barrios populares. En primer lugar, es posible afirmar que las escuelas o liceos de niñas eran parte de un proyecto de integración de los suburbios de Santiago, junto a la vivienda y los centros de salud, los cuales eran mayoritariamente organizados y administrados por asociaciones católicas o filantrópicas. Segundo, que los establecimientos educacionales fueron el instrumento prioritario para que los servicios se adentraran en los sectores populares; en el caso de Matta Sur, esta penetración no distinguió entre instituciones para niños o niñas, pues fueron fundándose en una proporción semejante. Tercero, aun cuando los religiosos y laicos franciscanos mantenían aprensiones sobre las políticas púbicas referidas a la educación, para instruir a la clase obrera, adaptaron sus infraestructuras y planes académicos a las exigencias del Estado, pero sin renunciar a aquellos aspectos que permitían la incorporación y vivencia de sus valores religiosos, buscando así una educación integral y la superación de los males económicos y morales.

En el caso de las escuelas del Patronato, sus objetivos eran estar al servicio de los objetivos sociales de la Iglesia católica y, particularmente, de los franciscanos, y buscar el bien religioso, material y moral de las familias obreras. Estas escuelas se formaron desde las misiones populares y, luego, fueron de las primeras obras en ser levantadas, pero era notoria la priorización hacia los varones: su escuela se construyó dos años antes, había un sistema de premios al que no tenían acceso las mejores alumnas, y no se contaban con listados de exalumnas destacadas. Aunque se consideraba justo no discriminar a las mujeres en su formación, se mantenían los estereotipos de género, se confiaba a las mujeres de la elite el cuidado de las hijas de los obreros, y de estas últimas se esperaba que fueran esposas y madres, y buenas administradoras de los recursos familiares. Sin embargo, desde el espacio pastoral, las mujeres obreras del Patronato pudieron participar en las mejoras de sus condiciones familiares y, también, barriales, para lo cual la presencia de la Escuela Santa Isabel fue fundamental.

Finalmente, la investigación sobre la Escuela de Niñas Santa Isabel de Hungría, del Patronato de San Antonio, permite entender que la presencia de estas instituciones apoyó no solo la educación de las niñas, sino, además, a la conformación de una identidad barrial, la asociatividad femenina y la acción social entre sus vecinos.

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* Nelson Manuel Alvarado Sánchez es doctor en Historia por la Universidad de los Andes, Chile, con diversas publicaciones referidas a religión y sociedad.

[1] Los edificios escolares debieron cumplir con las normas legales: la sala de clase debía medir 56 m2, con capacidad máxima de 50 alumnos, baños conectados al alcantarillado, un patio proporcional al número de sus alumnos y casas para los preceptores separadas del establecimiento educativo (Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2013b, pp. 201-202).

[2] En esta dirección funcionó hasta 1950 (Alcover, 1978, p. 43).

[3] La figura del funcionario público, denominado “visitador de escuelas”, nace en 1847, de la necesidad del Estado por confeccionar estadísticas sobre los recursos, métodos e infraestructura de las escuelas (Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2013a, pp. 147-148). Aparentemente, algunas instituciones privadas establecieron un cargo semejante para supervisar sus planes educativos, su administración y el cuidado de sus establecimientos.

[4] Esta sociedad continuó funcionando en el Convento de San Francisco de la Alameda y realizó acciones sociales en el Patronato (Editores, 1931, nro. 380, p. 338).

[5] La incorporación de los ritos cívicos y la educación física era parte del proyecto educativo nacional y tenía como finalidad civilizar y regenerar al pueblo (Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2013b, p. 226). El Patronato construyó para sus escuelas un moderno gimnasio (Álvarez y Álvarez, 1931, p. 22).

[6] La escuela recibió de regalo una fotografía de Arturo Prat traída desde Europa por Fernando Díaz Garcés (Editores, 1924, nro. 33, p. 6; Editores, 1917, p. 264). En 1926, se celebró el 21 de Mayo en la Escuela Santa Isabel de Hungría (Editores, 1926, p. 279).